Durante los casi tres últimos años, la relación entre Nat y su abuelo Ioan se había ido consolidando; no era que el chico hubiese olvidado todo lo que sabía de aquel sujeto, ni que amase o extrañase menos a su familia, pero el trato cotidiano combinado con lo que Nat ignoraba con respecto al vínculo que había creado entre ellos el que voluntariamente hubiese aceptado darle su sangre, había obrado en beneficio de aquella relación, aunque la misma seguía siendo extraña y no precisamente cariñosa.
Ioan había cumplido su palabra dejando salir a Iker y a Erskin, pero al principio no había sido fácil la adaptación. Como Nat no era estúpido, había pedido que les diesen habitaciones contiguas, algo que no gustó en lo más mínimo a Ioan que pretendía que él ocupase la habitación que le habría correspondido a Iván y que estaba al lado de la suya, pero decidió ceder momentáneamente y mientras lograba acomodar las cosas a su favor.
Nat decidió que Erskin ocupase la habitación de en medio, pero como sabían que los cerrojos servirían de poco allí, Nat se había procurado espino y se lo había dado a Erskin.
Nat había suspirado con resignación, porque definitivamente Iker que ya era antipático antes de su transformación, con esta se había vuelto decididamente desagradable, aunque después se riñó a sí mismo diciéndose que su primo no tenía ningún motivo para sentirse feliz.
De lo primero que Nat se ocupó, fue de agenciarse ropas en mejor estado tanto para Erskin como para Iker. Ya él había conseguido que le dieran otras, pero en su propia opinión estaban apenas por encima de la categoría de trapos, así que una vez que estuvieron instalados, consiguió unas en mejor estado, y en el caso de Erskin, y aunque nadie sabía cómo, logró también que fuesen de colores más alegres, ya que en aquel lugar tanto mujeres como hombres parecían no conocer más color que el negro.
Al día siguiente de su traslado, Nat tuvo que enfrentarse a otro problema cuando le pidió a Erskin acompañarlo al comedor, porque ella se negó.
Nathaniel no insistió y de hecho la entendió, porque después de todo ellos seguían siendo los que la habían tenido encerrada todos aquellos años y en realidad aun la tenían.
Con Iker no le fue mucho mejor, pues él también se negó a asistir a ninguna comida en compañía de Ioan y sus congéneres, y siendo que él ni siquiera comía, no le vio objeto a hacerse presente en un acto en el que no iba a participar.
Nat abandonó la habitación sintiéndose miserable, pero lo dicho por Iker lo llevó a tomar una decisión y se fue derecho a hablar con Ioan.
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Editado: 28.11.2023