Arzhvael (libro 10. Criaturas Mágicas)

Cap. 03 Otro año

 

Aquellas vacaciones, como casi todas las precedentes, y aunque el grupo de chicos que regresaba a casa estaba contento por ello, no podían dejar de pensar en los ausentes.

En la escuela ya solo quedaban doce miembros de la familia, es decir, los que cursaban noveno y décimo entre quienes deberían haber estado Iker y Nathaniel, aunque aquel habría sido su último año, razón por la cual todos estaban muy tristes, ya que sus primos no habían podido recibir los premios que estaban seguros se habrían merecido. De modo que, a pesar de que quienes abandonaban la escuela ese año, recibirían una incontable cantidad de reconocimientos, el acto de fin de curso estaría tan triste como todos los precedentes.

Las gemelas Haider habían arribado a sus dieciséis años durante el último verano, y a lo largo de los tres últimos años, y aunque Armel no se caracterizaba por la terquedad, había estado manteniendo una posición muy recalcitrante con relación a sus hijas, ya que se negaba a que fuesen enviadas a Endielin para su entrenamiento. Por lo anterior, a la mañana siguiente del regreso de los chicos a casa, un kriger se acercó al arzhaelí con un mensaje de Iván.

  • Señor, Iván solicita tu presencia en su despacho

En aquel momento Armel se encontraba en compañía de Garlan, Alaric y Khaler supervisando el entrenamiento de varios grupos de krigers, de modo que los dejó a cargo de sus compañeros y marchó al despacho de Iván. No obstante, en cuanto entró experimentó un ya conocido malestar, pues Iván estaba en compañía de Tahiel, el hermano de Enid.

  • ¿Me llamabas? – preguntó en forma innecesaria e ignorando a su cuñado

Él había mantenido excelentes relaciones con la familia de su mujer hasta que comenzaron con el asunto de llevarse a las gemelas y era por ello que había asumido aquella actitud hacia Tahiel.

  • En realidad, quien desea hablarte es Tahiel – le dijo Iván

Con aquella aclaratoria Armel se veía impedido de seguir ignorando al visitante, de manera que se giró y clavó sus ojos miel en el elfo.

  • No – le dijo antes de que Tahiel dijese nada
  • ¿Armel, entiendes lo que les estás haciendo a tus hijas con tu negativa?
  • ¡Protegiéndolas!
  • No, estás excluyéndolas y negándoles lo que por derecho de sangre les corresponde. Son hijas de Endielin…
  • ¡Son mis hijas! – lo interrumpió él y Tahiel se puso de pie

Tahiel y como era natural, tenía todas las características físicas de su raza, ojos azul purísimo y su cabello era una cortina de plata que le llegaba a la cintura. Su skik era blanca, pues era el color de los hijos de Endielin, ribeteada de plata y con una estrella que señalaba su condición de comandante en jefe de los arqueros de Endielin. Sin embargo, Armel no estaba viendo nada de esto, sino que por unos segundos y salvando las distancias, creyó estar viendo a las gemelas. Esta sensación tenía su origen en el hecho de que, si bien el cabello de sus hijas tenía unos inusuales destellos rojizos, el color y la expresión de aquella mirada junto con los rasgos que las niñas compartían con su madre, eran los mismos que tenía frente a sí en ese instante. Aunque Armel era portador de un soberbio control mental, Tahiel era un elfo, y como todos ellos compartía con él esa habilidad, y siendo que la momentánea abstracción de Armel lo había hecho descuidar sus defensas, Thaiel tuvo una limpia visión de sus pensamientos, algo que no habría sido tan sencillo en otras circunstancias y sonrió.

  • No solo compartimos características físicas, Armel, sino esenciales – le dijo – Hemos tenido paciencia y hemos querido respetar tus derechos parentales, pero, aunque desde hace dos veranos sus decisiones están por encima de las tuyas, aun así mi padre decidió darte algo más de tiempo para que recapacitaras, pero como no lo has hecho y te sigues negando a lo que ya no tienes derecho, entonces ha llegado el momento de que sean Anielka y Armelí las que decidan – dicho esto se giró – Te lo agradezco Iván. Padarys – concluyó a modo de despedida y abandonó el despacho

Armel se hallaba tan conmocionado que no había reaccionado en ningún sentido, pero apenas Tahiel había salido de su línea visual, miró a Iván.

  • Armel…
  • ¡Sobre mi cadáver! – exclamó girándose

Aunque a Iván no le gustaba emplear aquellos métodos con sus amigos, tuvo que valerse de su poder para impedirle salir. Iván entendía por una parte a Armel, porque él también era padre, pero tenía una ventaja sobre su compañero y era que él también entendía que no había forma de evitar que la esencia de las niñas hablase muy alto y, de hecho, ya era muy extraño que no hubiesen decidido por ellas mismas. Iván conocía a aquellas criaturas desde la cuna y sabía que su progenitor no les había legado su tranquilidad y ecuanimidad, sino que, por el contrario, las gemelitas eran no solo volátiles, sino tremendamente combativas, de modo que estaba seguro que a Armel no le esperaban las mejores horas de su vida y casi consideró el encerrarlo en un calabozo, pero aparte de que no había motivos, tampoco tenía derecho a impedirle despedirse de sus hijas. Con las cosas así, lo que hizo fue aplicarse al máximo para tranquilizarlo, y aunque también estuvo a punto de implantar en su psiquis la aceptación, tampoco lo consideró honrado.




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