Aunque Enid amaba a toda su familia, en aquella oportunidad la visita de su hermano no la alegraba de forma especial, esto se debía a que el día anterior la había tenido muy difícil para tranquilizar a Armel por la conversación que había tenido con Tahiel, de manera que ese día en cuanto su hermano se presentó, supo que tendrían problemas. No obstante, accedió a que él hablase con las gemelas por dos motivos diferentes; el primero estaba relacionado con su propia lealtad a su raza, y el segundo porque sabía que, aunque se negase, Thaiel encontraría la forma de hablar con las niñas sin su concurso. A pesar de lo anterior y mientras esperaban a que las gemelas bajasen, miró a su hermano en forma inquisitiva, pero aquel individuo no era de la clase que iba a alterarse o siquiera a sentirse incómodo por eso.
Enid sabía eso, pero amaba a Armel y sabía lo mucho que aquello iba a hacerlo sufrir. No obstante, no pudo agregar nada más, porque en ese momento sintieron que las gemelas se acercaban y su hermano se puso de pie.
El asombro de Enid obedecía a que, si bien las niñas estaban perfectamente al tanto de la correcta manera de conducirse ante los príncipes de su raza, y desde luego Tahiel lo era, nunca habían mostrado inclinación a conducirse según las costumbres y normalmente corrían a abrazar a sus tíos o abuelos cuando los veían. Sin embargo, en esta ocasión no solo lo saludaron como correspondía, sino que hicieron una graciosa reverencia. Tahiel miró a Enid y elevó una ceja, lo que en primera instancia le indicó a Enid que estaba tan sorprendido como ella, aunque no lo parecía cuando se dirigió a sus sobrinas.
En ese momento Enid fue consciente que tal vez era muy mala idea que su hermano hablase con las chicas, porque no en vano era su madre y las conocía bien, así que estuvo positivamente segura que, aunque Armel había estado negándose a decirles nada, ellas no solo sabían por qué Tahiel estaba allí, sino que tenían un plan que muy probablemente iba a causar un colapso al pobre sujeto. Después de los saludos, Tahiel les hizo un gesto para que tomasen asiento y una vez que lo habían hecho, él las imitó.
Ellas escucharon con absoluta atención, y si estaban experimentando alguna emoción fuese esta de la naturaleza que fuese, nada en sus facciones lo delataba y las mismas se le antojaron a Enid una copia casi exacta de Tahiel a quien sus mismos parientes solían comparar con una estatua de hermoso, pero frío mármol. Una vez que Tahiel concluyó con su exposición, las gemelas cruzaron una breve mirada entre ellas y luego volvieron a mirar a su tío.
A pesar de lo anteriormente dicho en relación al frío control de Tahiel, en ese momento lo vieron juntar levemente las cejas, aunque cuando habló seguía conservando el tono calmado de antes.
Si bien Tahiel conocía a sus sobrinas, difícilmente habría podido decir quién era quién, pero Enid que sí lo sabía tanto por el tono como por la sonrisa burlona, casi estuvo tentada a cerrar los ojos, porque estaba segura que a continuación su hermano sería sacudido por aquella inmisericorde criatura, y si estaba tan segura de ello, era porque Armelí había heredado las dotes diplomáticas de los hijos de Endielin, pero Anielka no podía estar más lejos de eso y en opinión de Armel por ejemplo, su hija solía ser tan delicada como un rayo destructor.
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Editado: 28.11.2023