Arzhvael (libro 10. Criaturas Mágicas)

Cap. 44 Espino

 

Como ya se ha explicado con anterioridad, matar a un vampiro no era asunto sencillo, pero si esto no lo era, atraparlo con vida lo era menos aun, especialmente si el vampiro en cuestión era uno muy antiguo.

Aunque Iván se había esforzado mucho en subsanar su lamentable falta de información con relación a su raza, había algo con relación al espino que aún no resolvía. Eowaz les había informado tanto a él como Eve, que el espino era la cosa más perjudicial para un vampiro y que su utilización adecuada sería la única oportunidad que tendría un miembro de cualquier otra raza para matar a uno; la mencionada explicación incluía los detalles de cómo actuaba el espino en el organismo de un vampiro, y aunque Iván había tenido la oportunidad de experimentarlo en sí mismo, algo no le cuadraba y hacía poco se había ido derecho a consultarlo con Eowaz, pero a pesar de que éste sabía muchas cosas, al menos lo que fue a preguntarle no.

  • Lo siento, Iván, pero cuando mucho podría aventurar que siendo tú un vampiro tan joven…
  • Ya no lo soy tanto, señor – lo había interrumpido haciendo que Eowaz sonriese
  • ¿De veras? ¿Cuántos años crees que tiene tu…?

Eowaz se había detenido, porque sabía lo mucho que Iván resentía que le recordasen quién era su progenitor. Aparte de la habitual ira que le producía ese recuerdo y que se hizo patente con el violento cambio que experimentaron sus ojos, por otra parte, Iván se sintió estúpido, porque ciertamente, aunque en la actualidad tuviese cien años y no era así, en comparación con Ioan y los suyos, eso no sería prácticamente nada.

  • Como intentaba decirte – continuó Eowaz – solo puedo suponer que tú eres muy joven mientras que los que atacaron ese poblado tal vez no lo eran

Aquello obedecía a que a pesar de que habían atacado a los vampiros con estacas y flechas de espino, muchos habían logrado escapar y eso no se correspondía con la reacción paralizante que debía producirles el espino, de modo que en las presentes circunstancias y sabiendo que disponía de una fuente información relativamente confiable, o al menos mucho más que los cientos de libros que habían escrito miles de arzhvaels que en realidad sabían poco o nada de los vampiros, decidió aprovechar la ventaja con la que ahora contaba. Se separó del grupo que examinaba a los heridos y cerró los ojos.

  • Izek

Aquel fue un pensamiento casi fugaz, pero tuvo el mismo resultado que si hubiese enviado un mensaje arzhaelí y, en realidad, recibió una respuesta mucho más veloz, porque en cuanto abrió los ojos se encontró con los del individuó en cuestión.

  • Fenség

Iván registró con precisión la alteración a su alrededor, pues aquellos que notaron la presencia de un vampiro donde se suponía que no debía estar, habían extraído con rapidez sus canalizadores y estaban apuntándolo.

  • Cálmense todos – dijo Iván – está aquí porque yo lo llamé

Los arzhaelíes, läkares y krigers no pudieron ocultar su sorpresa, pero nada dijeron e intentaron seguir en lo que estaban fuera lo que fuere esto, y en el caso de Izek, pareció no darse por enterado de que había entrado a un lugar en el que había casi un centenar de individuos dispuestos a quitarle la cabeza y, de hecho, ni siquiera parecía haber notado que lo habían estado apuntando, o simplemente lo traía sin cuidado por su falta de sentimientos, en opinión de Brendan.

  • Sin ánimos de ofender, tío – dijo Brendan – ¿Qué está haciendo este individuo aquí?
  • No seas necio, Brendan – dijo Eve – él puede ayudar con la identificación de aquellos que han sido transformados ¿no? – concluyó mirando a su padre
  • Sí, pero no es por eso que está aquí, aunque puede hacerlo una vez que hable con él

Dicho esto, le hizo una seña a Izek y éste lo siguió. Realmente Iván no había pensado en lo que había dicho su hija, aunque era sin duda cierto, pero lo que quería era averiguar lo otro, porque Jason acababa de informarle que muchos de los vampiros habían logrado escapar, y los pocos que habían atrapado les estaban dando problemas, porque los berserkers que habrían sido los que hubiesen podido mantenerlos a raya, parecían más interesados en despacharlos que en neutralizarlos, ya que estaban furiosos por lo sucedido con Mael, y como el espino no estaba dando mucho resultado, fue que Iván recordó este asunto pendiente y por lo que había llamado a Izek.

  • ¿Estás bien? – le preguntó cuando entraron a uno de los cubículos
  • ¿Preocupado por , fenség? – preguntó Izek elevando una ceja mientras que Iván juntaba las suyas
  • Sucede que yo tengo algo de lo que tú careces, cretino – le dijo, pero como aquello no era una pregunta, Izek nada agregó – Voy a hacerte una pregunta y quiero que me digas la verdad
  • Te recuerdo que no puedo hacer otra cosa
  • Eso dices tú, pero…
  • Eso dice el juramento que le hice a mi Hersïvi – puntualizó él
  • Bien. Entiendo que el espino es letal para nosotros ¿es o no es verdad?
  • Letal, no – dijo Izek – Muy perjudicial, sí
  • ¿En qué sentido? – insistió Iván haciendo que Izek lo mirase con extrañeza, pues estaba al tanto que Iván había sufrido un ataque con espino
  • En cuanto entra en contacto con cualquier parte de nuestro cuerpo, comienza un proceso de envenenamiento que primero nos paraliza, nos quema por dentro y por fuera, y produce un dolor atroz hasta que perdemos la consciencia – recitó él
  • ¿Les sucede lo mismo a todos?
  • A todos
  • Me estás mintiendo
  • ¿Lo estoy haciendo?
  • Seguro




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