Thorlak había sido uno de los últimos berserker en sucumbir a los lazos del amor, pues se había mantenido alejado de las féminas después de la desastrosa experiencia en la que habían muerto sus compañeros. Aunque ellos no habían muerto a causa del amor precisamente, igual Thorlak pensaba que las mujeres eran criaturas peligrosas especialmente para ellos, pues había visto a sus congéneres perder la razón por ellas ya que ninguna se mostraba muy inclinada a corresponderles. No obstante, le llegó el turno y no precisamente de la mano de una mortal o de una criatura mágica que habitase en el plano terrenal ni en el intermedio, sino de Eyra, la Ásynja de la salud.
Inicialmente y como sucede casi siempre, Thorlak no tenía idea de quién era ella y en lo que a él respectaba, solo se trataba de la hermosa doncella a la que había entregado su corazón. Durante el tiempo que duró su relación, él casi se apartó por completo de sus compañeros y vivía con su mujer en una cabaña en medio del bosque. Un par de años más tarde o quizá más, era algo que Thorheld no recordaba bien, porque el tiempo para ellos era poco importante, Thorlak les había dado aviso que esperaban a su primer hijo. Aquella noticia los alegró a todos, pues la llegada de un nuevo berserker siempre era motivo de mucha alegría, pero ésta le duró más bien poco a Thorlak, porque unos días después de las celebraciones por el nacimiento de Zidan, quien por cierto fuese ofrecido a los Dioses de la luz, ya que en opinión de Tholak el niño había nacido en medio de un destello luminoso, Eyra mostró su verdadera identidad y seguidamente hizo su despedida.
De más está decir que Thorlak casi enloqueció; Thorheld y los demás tuvieron que esconder al pequeño Zidan, pues lo usual y ya lo habían vivido, era que cuando un berserker enloquecía por causa de una mujer, intentase no solo quitarle y quitarse la vida, sino acabar con la de su descendencia también, de manera que mientras unos se ocupaban de mantener con vida a Thorlak, otros se encargaban del recién nacido. Aquella lucha le llevó a Thorlak alrededor de diez años, y finalizó un día cualquiera en el que, sentado a la orilla de un lago, apareció ante él la responsable de su desgracia.
Él se puso de pie con rapidez, pero antes de que pudiese emitir un grito con su nombre, ella lo interrumpió.
Un berserker enamorado era asunto serio, pues no veía nada más allá de este hecho y su vida casi se reducía a ello, de manera que era muy improbable que Thorlak estuviese prestando la debida atención a lo que Eyra le decía con relación a su hijo.
Una ira ciega comenzó a formarse en el pecho de Thorlak, pero estaba muy lejos de poder hacer nada al respecto, pues ante sus ojos se operó la transformación que había tenido lugar diez años atrás y a la que él no había prestado atención estando como estaba inmerso en su dolor. Cuando estaba a punto de saltar sobre ella, la dulce criatura a la que había amado desapareció para darle paso de nuevo a una de mayor tamaño y que, aunque seguía siendo hermosa, era una belleza sobrenatural y rodeada de un halo de luz brillante que a pesar de su intensidad no hería sus enrojecidos ojos, y fue cuando Thorlak comprendió a cabalidad que estaba en presencia de una Ásynja y casi sin participación de su consciencia dobló una rodilla e inclinó la cabeza.
Eyra colocó una mano a pocos centímetros de su cabeza y una corriente de energía comenzó a transferirse a Thorlak.
En este punto, y aunque hasta ese momento Thorlak no se había preocupado en lo más mínimo por su hijo y ni siquiera podía decirse que lo conociese, sintió una enorme preocupación.
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Editado: 28.11.2023