Arzhvael (libro 10. Criaturas Mágicas)

Cap. 71 Entre la tierra y el cielo

 

Una vez que los gemelos Cornwall se aseguraron que el Uzky seguía respirando y que Elijah no se había asomado por allí, Brendan se encargó de dar la voz de alarma por las desapariciones de padre e hijo, y de la posible situación de peligro que podían estar corriendo.

Ignorando que aquel era el último día del año, los arzhaelíes se organizaron con rapidez al enterarse, pues después de todo Mael era un compañero y Elijah no solo era el hijo de éste y de Samantha, sino otro miembro activo de la Orden.

Arianell era sin duda una copia fiel y exacta de su progenitor como se ha repetido en incontables oportunidades, porque en cuanto recuperó el sentido y sus primos le aseguraron que Elijah no se había ido derecho a atacar al Uzky, sino que estaba desaparecido al igual que Mael, tanto su actitud como su expresión dieron un cambio radical.

  • Aria espera – la detuvo Nat
  • ¿Qué es lo que se supone debo esperar?
  • Ya los miembros de la Orden se están organizando y…
  • Y no pienso quedarme cruzada de brazos – lo interrumpió ella haciéndolo a un lado con muy poca delicadeza
  • ¿Es que no hay ningún McKenzie que sea medianamente agradable? – escuchó Iker
  • ¿Hay algún vampiro que lo sea? – preguntó él a su vez mientras avanzaba tras Gemdariel – A un lado, niñas – dijo cuando pasó por donde estaba el grupo de chicas

Izek sonrió de la forma que solía hacerlo causando la parálisis de las menores del grupo, pero en aquella ocasión fue un poco más lejos y solo por molestar a Iker.

  • Señoritas – dijo a modo de disculpa clavando sus ojos en ellas – como asumo que lo conocen mejor que yo, sabrán que aparte de irritante es además muy poco caballeroso

Izek no había hecho aquello con la intención de atraerse la atención de las niñas, porque no había nada que le importase menos, pero siendo que su creador los había hecho no solo aptos para aquello, sino justamente con esa intención, era algo que no podía evitar y menos si se ponía simpático, pero como se dijo, él solo había querido fastidiar a Iker, y aunque éste tenía el más sincero deseo de apalearlo, como no estaban como para perder el tiempo, decidió ignorarlo mientras que las chicas tenían las bocas muy abiertas.

  • Aunque asusta, es muy… muy guapo ¿no? – preguntó Megan
  • No se lo preguntes a Evrei – dijo Sasha – para ella el tipo más guapo del universo es el cretino irritante, pero tendrás que reconocer que este lo es mucho más, Evrei

Aquello causó la maligna hilaridad de Izek, porque sabía que Iker había escuchado tan bien como él.

Cuando llegaron al patio central se encontraron con Aria peleándose con Daira.

  • ¡Déjame en paz, señora McKenzie!
  • Escucha Arianell, como te acabo de decir, no puedes…
  • Y te escuché, pero aparte de que no vas a detenerme, es seguro que puedo ir – concluyó, y aunque posiblemente Daira iba a seguir discutiendo, su marido iba a impedírselo
  • Déjala en paz, señora McKenzie – dijo Jonathan casi del mismo modo que lo había hecho su hija un momento antes – Vamos linda – agregó pasando un brazo por encima de los hombros de su hija

Daira los miró alejarse con una mezcla de ira y frustración en su mirada mientras pensaba que se suponía que un padre responsable debía evitar que sus hijos se pusiesen en riesgo.

  • Es inútil y lo sabes mamá – escuchó que le decía Erik quien después de darle un beso en la frente se alejó tras los demás

De sus tres hijos y tal vez por ser el único varón, Erik era el más apegado y solidario con su madre, con quien solía mostrarse no solo tierno, sino muy generoso al no jugarle bromas tipo Jonathan, algo por lo que sin duda Daira debía estar muy agradecida, porque aquel chico podía ser igual o peor que su padre, solo que no lo era con ella, a diferencia de Aria que lo era con todo el mundo. No obstante, y como en tantas otras situaciones similares, Daira estaba cuestionándose su cordura cuando escuchó a Armel.

  • Tu falta de cordura nunca estuvo en discusión Daira, y fue algo que perdiste en cuanto el señor McKenzie entró en el programa de entrenamiento
  • No digas estupideces Armel Haider, en ese entonces solo quería…
  • ¿De veras? Según puedo recordar, tu primer comentario cuando lo viste fue algo así como… – hizo una pausa como si requiriese algún esfuerzo recordar y no era así – que parecía la pintura de un ángel travieso. Aunque en un lapso más bien corto, esos calificativos cambiarían a demonio insufrible, unos que a mi juicio le van mucho mejor

Armel no era del tipo bromista y de hecho era uno de los individuos más serios de la Orden, pero parecía complacerle mucho recordarle a su amiga lo que llamaba su suprema estupidez.

Iwerd había sido conducido al lugar de los hechos, y las esperanzas de todos decrecieron mucho al escucharlo.

  • Lo lamento, pero no puedo seguir el rastro – había dicho el arzhaelí del mismo modo que lo habían hecho Brendan, Ethan y Vladimir un poco antes
  • ¿Cómo que no puedes, infeliz? – vociferó Garlan quien encontraba cualquier fallo en aquellos que habían sido sus alumnos, casi una afrenta personal, especialmente las de aquellos por cuyas habilidades habían sido responsabilidad suya
  • ¿Por qué? – había preguntado Sam con más mesura
  • Porque no hay un rastro que seguir y tú deberías saberlo




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