Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 02 Ceguera

 

Cuando Elijah había escuchado la palabra Uzky y se había desmaterializado hacia Arx, al comprobar que Arianell no estaba allí e ignorando el conflicto que tenía lugar en aquel momento, concentró toda su energía en hallarla hasta que se sintió trasladado hasta ella.

  • Señorita McKenzie
  • Déjame en paz – dijo ella sin detenerse

Elijah tenía escasísima paciencia cuando se trataba de Aria, de manera que, desoyendo la orden, en dos zancadas le dio alcance y la sujetó con poca delicadeza.

  • Estoy hablándote, muchachita
  • Y a mí no me interesa escucharte
  • Tal vez, pero vas a escucharme lo mismo

Como Aria tampoco se distinguía por su paciencia, lo sacudió y comenzó a correr, algo perfectamente inútil, porque a pesar del batacazo, el mismo no representaba mucho daño para Elijah que se recuperó de este y la alcanzó enseguida.

  • ¿Qué demonios sucede contigo, Arianell McKenzie? – pero sin esperar respuesta continuó dando inicio a lo que seguramente sería uno de sus largos y pesados sermones según pensó Aria – Lo que hiciste hace un momento fue estúpido, infantil y con seguridad a estas alturas tía Daira debe tener un ataque de nervios
  • ¡Aquí el único infantil y estúpido eres tú! – vociferó ella haciendo que Elijah hiciese un gesto de dolor – Eres infantil manteniendo esa necia posición en contra del amor; y eres estúpido al no darte cuenta de lo obvio, pero como eso ya no es asunto mío, por mí puedes hacer lo que se te de la gana mientras me dejes a mí en paz

Elijah, y a pesar de tener una mente privilegiada, no había entendido nada de lo que había dicho Aria, pero a continuación cometería lo que a su juicio y cuando tuviese ocasión de pensarlo, sería un terrible error, porque cuando ella hizo intento por alejarse, él la sujetó pegándola a su cuerpo y el mencionado cuerpo lo traicionó de la manera más inconveniente y absoluta. A su edad, Elijah ya estaba de vuelta de muchas cosas y se consideraba un sujeto frío y controlado, pero no parecía especialmente consciente de su condición y algunas características de la misma, y eso, aunado a un sentimiento que desconocía también, lo lanzaron de cabeza a un abismo del que demoraría mucho en recuperarse. Apenas sintió el calor del cuerpo de Aria, lo que no tuvo tiempo fue de pararse a considerar la escandalosa reacción del suyo, porque su razón fue limpiamente hecha a un lado mientras sus instintos más básicos tomaban el control de una situación que ni en sueños habría creído posible, de modo que sin saber lo que hacía, tomó por asalto a Arianell.

Aria por su parte y si bien había sido díscola, coqueta y como había dicho Darien, había tenido a buena parte de la población masculina corriendo tras ella desde que llegó a la escuela, lo que no había tenido era una relación sería con nadie, porque el que había estado más cerca había sido Liosberi, pero aparte de que se había marchado de Develieng, para entonces ya ella sabía que amaba a Elijah y nada ni nadie iba a cambiar eso por muy perfecto que fuese cualquier otro individuo, y para ser honestos, en palabras de sus primas, Liosberi lo era bastante. De manera que su experiencia se reducía a muchas frases y declaraciones de amor a las que prestaba escasa o ninguna atención, cartas igualmente edulcoradas que terminaban en el cesto de la basura en un día normal y hechas cenizas si la chica estaba de mal humor; y el día que un chico la había tomado por sorpresa robándole un fugaz beso, el pobre infeliz había terminado en el hospital y Zoran en la enfermería, porque Aria en principio la había emprendido a golpes contra el desdichado aquel y luego lo había atacado con su Gwialen, lo que había provocado que Zoran interviniese, aunque eso había servido más bien de poco y lo que el pobre se había agenciado era una horrorosa herida. Por todo lo anterior y siendo que Elijah había sido, era y seguiría siendo el único dueño de su corazón, Aria no solo no opuso ninguna resistencia, sino que fue parte muy activa del supuesto asalto.

  • Creo que no deberíamos estar aquí – dijo Jorvik
  • No seas necio, claro que debemos
  • Jarle, esto es algo…
  • Es algo natural y no veo por qué te comportas como un imbécil
  • Es natural, pero también es privado – insistió Jorvik
  • No tenemos que ver, pero ciertamente tenemos que estar aquí para cuando termine, porque él no tiene ni idea de lo que hace
  • Ah, pues yo diría que sí la tiene – porfió Jorvik lanzando una fugaz mirada a la escena
  • Eres necio por convicción, Jorvik, no me refiero a “eso” en particular, sino a lo otro
  • ¿Y qué es lo otro? – preguntó y Jarle bufó con disgusto
  • Está actuando por instinto, así que cuando recupere la inconveniente razón, querrá suicidarse
  • Vamos hombre, para cuando todo el trámite esté concluido, creo que le quedará claro que esa es su kivnne [1]
  • Eso es seguro, pero sigue siendo bueno para complicarlo todo y me apuesto la lengua a que antes de aceptar el hecho, todos vamos a sufrirlo y, de hecho, es posible que el mundo entero lo haga




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