Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 16 En Lev

 

Como Jud seguía dormido y Vir se había marchado, Arianell se dedicó examinar el entorno. Hacía un momento, cuando había estado afuera, había podido ver que el lugar donde se hallaban no era precisamente una aldea como habría podido imaginar, y que guardaba más parecido con una ciudadela que con lo anterior, aunque sin la organizada arquitectura de Arx, por ejemplo, porque se trataba de una serie de construcciones excavadas directamente en lo que debió ser una sólida cadena de montañas rocosas que rodeaba un pequeño valle. Arianell pensó que darle aquella apariencia debió costarles una gran cantidad de años, porque a pesar de que los Uzkys eran fuertes y veloces, aquel le lucía como un trabajo enorme.

Ahora, de nuevo en la habitación, miró con atención las paredes de sólida roca, y, aunque se notaba que había sido trabajada para que tuviese una apariencia lisa y pareja, no estaba cubierta con pintura, pero vio algunos objetos colgados de las paredes, entre los que vio unas flechas, pero a pesar de que había varias, las que llamaron su atención diferían de las flechas Uzkys en el tamaño, y un segundo después ahogó una exclamación al reconocer las suyas.

  • Esto tiene que ser una broma – dijo acercándose y extendiendo el brazo para tocarla.

Pero efectivamente aquellas eran sus flechas, y recordó que uno de los regalos que le había hecho Jud, había sido una de las flechas con las que lo había atacado, pero era evidente que las había guardado todas. Siguió mirando y encontró varios objetos que eran de uso común en su entorno, pero que allí, y por algún motivo, lucían fuera de lugar como, por ejemplo, un escritorio sobre el que descansaba un bonito tintero, una pluma y un secante, y recordó que cuando estaba enseñando a leer y a escribir a Jud, le había hablado de aquella antigua herramienta de escritura. Otra cosa que vio fue un tapete de esos que se colocan a los pies de la cama, pero este se hallaba colgado de la pared, lo que le hizo gracia.

Una vez que terminó con la exploración, concluyó que Jud parecía tener manía por acumular cosas de las que no tenía idea de para qué o cómo se usaban. Arrastró un sillón que tampoco parecía muy propio de aquel lugar y estaba por sentarse cuando Jud se incorporó con violencia.

  • ¡Ey! – exclamó ella
  • Nell
  • Tranquilo, hombre – le dijo empujándolo hacia atrás – ¿Cómo te sientes? ¿Duele algo?
  • No
  • Me alegra saber entonces, que tu amigo Jar sabía lo que hacía
  • Jar siempre sabe
  • Lo que no parece saber es cómo cuidar de sí mismo – dijo y Jud la miró con extrañeza – Me dijiste que podían asearse, pero creo que él no lo sabe o no le interesa estar limpio.

Jud se rascó la cabeza en un gesto que ya le era muy familiar a Arianell, pero como dudaba que no la hubiese entendido, esperó, porque sin duda lo que intentaba era explicar algo.

  • Jar siempre está en el bosque
  • Entiendo – dijo Aria decidiendo mostrarse generosa y evitarle mayores esfuerzos, aunque personalmente, no encontrase en aquella explicación un motivo para el desaliño de aquel sujeto – Jud, tu padre estuvo aquí – comenzó con cautela – Me dijo algo en lo que tiene razón – agregó y lo vio juntar las cejas con lo que el parecido con su progenitor se hizo un poco mayor
  • ¿Qué dijo Erk? – preguntó y ella recordó otra cosa
  • ¿Por qué lo llamas por su nombre y no papá?

Con algo de esfuerzo, Jud le explicó que ellos llamaban por su nombre a todo el mundo, independientemente del parentesco, y que solo lo llamaban papá cuando se dirigían directamente a él. Pero luego insistió en saber qué le había dicho, aunque ella igual no podría referírselo de forma inmediata, pues en ese momento entró una chica y Arianell reconoció a la que iba en el grupo que había ido a buscarlos. La Uzky apenas si la miró, pero en el breve intercambio que sostuvo con Jud, a Arianell le pareció que estaba molesta.

  • Lo lamento, Nell – se disculpó Jud cuando la chica se marchó
  • ¿Qué cosa?
  • Nem no habla nada que no sea nuestra lengua
  • No te preocupes, en cualquier caso, creo que no me habría gustado escucharla, pues parecía molesta – le dijo y él rio
  • Nem siempre está molesta
  • ¿Quién es? – preguntó, pero como sabía que Jud con seguridad iba a responder con el nombre, agregó – ¿Es pariente tuya?
  • Nem es… primo – le dijo y ella rio
  • En su caso sería prima, porque es una chica, Jud – aclaró riendo aún, pero como Jud la estaba mirando, aunque no como si no entendiese, ella juntó las cejas – ¿Qué?
  • No
  • ¿No, qué?
  • Vuelve a reír
  • Vamos hombre, una no va por ahí riendo todo el tiempo si no hay un motivo

Pero si Jud tenía algo qué decir, no tendría ocasión, porque en ese momento quien entró fue Vir.

  • ¿Ya le diste eso? – le preguntó a Arianell señalando el frasco que había dejado Jar
  • No
  • Dáselo, ya va a anochecer
  • Bien, ¿pero, cómo quieres que lo sepa si aquí no hay ventanas? – preguntó ella acercándole el frasco a Jud – Lo siento, esto debe saber horrible, pero debes tomarlo




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