Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 26 Fortuito

 

En cuanto la noche cayó, Mael reunió a los grupos y comenzó a distribuir las posiciones, pero cuando terminó se encontró con cuatro pares de ojos cuyas miradas sabía significaban problemas.

  • ¿Qué? – preguntó bastante seguro de no querer escuchar
  • Sabes que no somos finas muñecas de porcelana ¿no es así? – preguntó Lyseryd
  • Es posible que me encuentres muy parecida a mamá y sería necio que no fuese así, pero sería mucho más necio de tu parte ignorar que puedo serlo en el aspecto físico, pero que soy tan delicada como uno de esos bichos a los que perseguimos, tío – dijo Gamariel
  • Niñas…
  • Ahórrate el discurso, padrino – dijo Armelí y Mael cerró los ojos, porque todos sabían lo peligroso que resultaba dejar hablar a aquella personita – Sabemos por qué estamos aquí, y no es porque tengas la suerte de que formemos parte de tu exclusivísimo y muy discriminador equipo de trabajo, sino porque somos tan buenas para el rastreo como cualquiera de ellos y mucho mejores con el arco, pues nos entrenó Eli. De manera que, por lo primero, técnicamente no puedes darnos órdenes, y por lo segundo, te conviene no desaprovechar lo que tan generosamente estamos dispuestas a hacer
  • Sabes que te amamos como si fueras nuestro padre – dijo Anielka asegurando algo que siempre descomponía mucho al mencionado padre – pero eso no nos impedirá acomodarte un buen puñetazo si comienzas a comportarte como el bueno del señor Haider, padrino
  • ¡Papá! – escuchó a Elijah que se acercaba

Aunque aquello podría lucir como un escape, pues posiblemente lo libraría de enfrentarse a las dulces nenas, la alternativa en realidad no era mucho mejor, sobre todo si se tenía en cuenta la compañía en la que venía su hijo.

  • Esto es una tontería, detenernos ahora solo nos retrasa
  • Elijah, la mayoría de estos hombres no ha parado desde hace más de cuarenta y ocho horas, y las niñas…
  • Eh, eh – lo detuvo Eve – no intentes utilizarnos a nosotras, hermano
  • Entendemos que ellos estén cansados, pero como nosotros no, vamos con Elijah – dijo Derian
  • Entiende que no nos estamos negando a obedecer tus órdenes, padrino – intervino Darien – pero encontramos poco juicioso darles más ventaja a los bichos.
  • Y como ya todo está aclarado, andando – concluyó Dreo
  • Odio decirlo – le susurró Patrick a Armel – pero se lo dije, señor – dijo alejándose y era evidente que no le molestaba en lo absoluto

Como aquellos chicos seguían funcionando como una fuerza perfectamente organizada, independientemente de si formaban, o no, parte de la orden, no necesitaban de instrucciones especiales, pues todos sabían lo que tenían qué hacer, cuándo y con quién.

  • ¿No cree que debería descansar un poco, señorita Elizabeth? – escuchó Lizzy
  • Svan, se trata de mi hermana
  • Claro, pero Mael…
  • Él lo entiende – lo cortó ella y corrió para alcanzar a Elijah
  • No seas necio, claro que sigue siendo nuestra responsabilidad – dijo Svan dirigiéndose a Valk, aunque éste no estaba visible – Y tú no digas nada – agregó para su hermano
  • No he dicho nada
  • Y no hace falta – le dijo él y partió tras Lizzy escuchando la risa de Jarle

No obstante, el grupo apenas se estaba alejando cuando escucharon un silbido y Thorheld dio la voz de alarma. Si bien los berserkers sabían que aquel era el medio de comunicación entre los Uzky, la mayoría de los arzhvaels desconocían aquello, pero ciertamente no iban a ponerse a preguntar nada.

  • A esta hora son en extremo peligrosos, fenség – le dijo Izek con urgencia a Nathaniel
  • En nuestra experiencia lo son a toda hora – opinó Iker, aunque no era con él
  • No debieron traer a la “joya” – escucharon ambos – Por buena que sea, y sé que lo es, en cuanto noten que no se mueve…
  • Lo sabemos – lo interrumpió Iker

No hubo tiempo para seguir discutiendo, porque casi enseguida comenzaron a llover las flechas.

  • Tú ocúpate de Gema – captó Nathaniel y un segundo después, ni Iker ni Izek estaban allí

La destreza con el arco les servía más bien de poco en aquellas condiciones de poca visibilidad, pero con tantos berserkers allí, un vampiro tan antiguo como Izek, otro no tanto, pero sí muy hábil como Iván, y dos extraordinariamente jóvenes, pero que habían tenido la mejor formación, como eran los casos de Iker y de Eve, las cosas no parecían tan mal.

A pesar de lo anterior, al menos a Eve, a Lyseryd y a Denielig, se les estaba presentando un problema, porque sabiendo lo que sabían de Jud las dos primeras, y lo que pensaba de éste la última, si bien estaban defendiéndose, lo que no estaban era atacando con la violencia habitual. Sin embargo, en algún momento Eve percibió que había algo diferente en aquellos, aunque no podría, al menos de forma inmediata, notar el qué, pero un rato después, Lyseryd captó la voz de su prima.

  • Los matamos o nos matan




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