Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 35 En el bosque

 

Aunque Iker no era muy mayor cuando se sucedió el secuestro, y había pasado muchos años en Rejett, no había olvidado el bosque que rodeaba a Averdeen, lugar en el que se había adentrado muchas veces en su infancia, pues siempre le gustaron los largos y solitarios paseos por él. Sin embargo, no sabiendo con exactitud qué esperar con relación a Jud, decidió ir un poco más lejos. Como aun el sol no se había ocultado por completo, al llegar a un claro se detuvieron y Iker se sentó.

  • ¿Estás bien? – le preguntó al uzky

Esto obedecía a que, si bien Jud también se había sentado, tenía la cabeza gacha y solo jugueteaba con una rama. No era que Iker apreciase a las personas que hablaban en demasía, especialmente si no le interesaba lo que decían, pero por algún motivo que no demoró en descubrir, aquel silencio lo incomodaba.

  • Oye – insistió
  • Preferiría estar solo – le dijo Jud
  • Bien, pero sabes que no se puede
  • ¿Por qué? No voy a lastimar a nadie
  • Eso me parece grandioso, pero, aunque yo me mostrase dispuesto a creerte, mi presencia es necesaria por una razón muy puntual – le dijo, pero como Jud nada dijo, Iker asumió que tal vez no lo había comprendido – Aria quiere ayudarte a ti y a los tuyos, pero para eso es necesario demostrar que en verdad no son un peligro para las otras razas, y la única manera de hacerlo es que alguien compruebe que es así
  • Eres un vampiro
  • Y tú muy observador – dijo sin poder evitar el sarcasmo, aunque rápidamente asumió que era improbable que Jud lo entendiese – Lo soy, pero no hablábamos de mí
  • No te creerán
  • En realidad, ni siquiera me escucharán a mí, pero una vez que yo le confirme a Iván y a los demás, que en verdad no eres peligroso…
  • Lo soy, igual que tú – lo interrumpió él
  • Claro, pero dijiste que no atacas a nadie si no te atacan ¿no? – y él asintió – Bien, eso es lo que voy a informar, después de lo cual, posiblemente y casi seguro, alguien más te acompañará en la noche no porque ellos no me crean, sino para no mentir al momento de aseverar ante quien corresponda, que comprobaron por sí mismos la situación ¿comprendes?
  • Entiendo, pero…
  • ¿Pero…?
  • Yo no soy como tú
  • Seguro que no. Según Aria, eres un tipo agradable y yo no
  • Tú eres un vampiro y yo soy un uzky
  • Estoy bastante seguro de que ambos tenemos eso claro, de lo que no lo estoy, es de la razón para que lo repitas – pero como él no dijo nada, agregó – ¿Por qué te empeñas en repetirme lo que soy y…?
  • Porque no entiendes
  • ¿Y qué es exactamente lo que debo entender?
  • Que yo soy un monstruo y tú no

Iker decidió que por ese camino difícilmente llegarían a alguna parte, de modo que invadió los pensamientos de Jud sin ningún reparo. A decir verdad, Iker no tenía ni la más mínima idea de cómo o por qué él podía hacer aquello cuando era obvio que nadie más parecía poder hacerlo, pero decidió que no obtendría resultados prácticos preocupándose por ello y solo lo hizo a un lado sumándolo a la lista, cada vez mayor, de cosas relacionadas consigo mismo, para las que aún no tenía una respuesta. Después de mirar con atención, entendió a lo que se refería Jud, pero casi soltó la carcajada, aunque tuvo la delicadeza de no hacerlo, pero en su opinión, aquel individuo andaba muy desencaminado en la vida pensando como lo hacía.

  • Con que eso crees ¿no? – le dijo poniéndose de pie y acercándose – Te sugeriría mirar mejor

A continuación, y aunque no había hecho aquello antes, se concentró y sintió cómo sus incisivos se extendían, y aunque no estaba molesto, también logró que sus ojos se tornasen carmesí. A pesar de que ninguna de las dos cosas las había hecho a voluntad nunca antes, pues ni sus incisivos se habían extendido, sino cuando había tenido necesidad de alimentarse, ni sus ojos enrojecían, sino cuando estaba molesto, lo consiguió lo mismo sin que nada de lo anterior estuviese sucediendo.

  • Mírame – le ordenó, y él mismo notó que incluso su voz se había tornado más fría – ¿Te parece que no lo soy?

Jud se había puesto de pie y efectivamente lo estaba mirando, aunque con poco asombro, a decir verdad, pues la mayor parte del tiempo y cuando los uzkys se encontraban con los vampiros, ellos tenían aquel aspecto. Sin embargo, como le había dicho Eri a Arianell, Jud podía ser muy terco, especialmente cuando quería o estaba convencido de algo.

  • Pero a ti no te temen

Iker tenía escasísima paciencia, pero hizo su mejor esfuerzo por no perder la poca que tenía.

  • En verdad te hace falta más contacto con las otras razas si piensas eso, porque ciertamente me temen y créeme, tienen muchos motivos para temer más a un vampiro que a un uzky – le dijo, y al ver que Jud pensaba seguir protestando, lo miró con fijeza – No digas nada. Camina y súbete a ese árbol – le ordenó y Jud obedeció – Baja de ahí – le dijo después y sonrió al ver su expresión de confusión – Te estás preguntando qué hacías allí ¿no? – y él asintió – Estabas allí, porque yo te lo ordené
  • No es cierto
  • Sí, sí lo es, y es una de las razones por las que nos temen más que a ustedes. Un uzky no puede someter a nadie si no es por la fuerza, mientras que nosotros podemos introducirnos en su mente y hacer que nos obedezcan




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