Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 37 Despedida

 

Una vez que Nathaniel abandonó el estudio, también se fue a su habitación, pero a diferencia de Eve, él no registraba mayor alteración, de manera que en cuanto entraron, se giró hacia Izek.

  • Necesito que hagas algo – le dijo y el vampiro elevó una ceja

Nat le ordenó salir y encontrar a Iker para que lo protegiese del posible peligro que pudiese representar Jud.

  • ¿Estás consciente que McKenzie es un vampiro?
  • ¿Crees que podría olvidarlo? – preguntó a su vez con acidez
  • No necesita protección y menos de una criatura inferior a él
  • Escucha estúpido infeliz, tú harás exactamente lo que te estoy diciendo y como te lo estoy diciendo – le dijo empujándolo contra la pared

A pesar de que Izek estaba en posesión de sus sentimientos, lo que parecía fuera de su alcance era sentir miedo, algo que cualquier ser humano normal habría sentido al ver los enrojecidos ojos de Nat y escuchar su gélido tono. Sin embargo, él se decantó por hacer una pregunta, que nada tenía que ver con el tema que los ocupaba.

  • ¿Volverás?
  • ¿Acaso además de estúpido eres sordo? – le preguntó y luego agregó – Como estoy seguro que escuchaste, yo cumplo con mi palabra, así que si estás pensando que te envío con Iker para escapar – acentuó – eres en verdad muy necio, Vadik. Ahora, largo – le dijo alejándose – Y diga lo que diga Iker, no lo atacarás, porque estarás allí solo para protegerlo como te lo estoy ordenando, así que, si lo atacas o tan solo lo molestas, lo vas a lamentar
  • No tengo que hacerlo, él se molesta solo

Pero cuando Nat iba a decirle quién sabía qué, ya Izek había desaparecido. Una vez solo, Nat se sentó en la cama y miró al vacío. Aunque en el momento que Izek le había preguntado si pensaba cumplir con su palabra, y siendo que discutían la idea de Eve y la razón por la que lo había sacado de Rejett, él no entendió de forma inmediata, sin embargo, no era que lo hubiese olvidado y de hecho había estado pensando mucho en eso, tanto, que se lo había comentado a una horrorizada Erskin y la elfa casi pierde el sentido. No era que Nathaniel no estuviese contento de estar con su familia, pero como le había dicho a Erskin, era como si ya no perteneciese del todo a aquel lugar. Tampoco era que se sintiese más parte de Rejett, y ciertamente no estaba muriendo por regresar, pero la palabra empeñada seguía insistiendo en que debía hacerlo. Mientras pensaba en todo ello, comenzó un repaso general acerca de la vida de todos los miembros de su familia. Casi todos sus primos e incluso su hermana, ya tenían una pareja; casi todos también, ya tenían una carrera o estaban firmemente encaminados hacia una, mientras que él no tenía nada de nada. Sus mayores, y si bien habían estado muy angustiados con sus ausencias, de algún modo habían logrado continuar con sus vidas. No era que él dudase del amor de sus padres o del resto de sus parientes, tampoco era que no los hubiese extrañado, pero ahora que los había visto, que sabía que estaban bien y sintiendo que por algún motivo ya no encajaba entre ellos, era que había estado pensando tanto en regresar a Rejett, y la circunstancia que se había presentado recién, solo parecía confirmar que debía hacerlo, pues regresando quizá podría convencer a Ioan de dejar en libertad a Peter y al otro individuo al que ni siquiera recordaba haber conocido, pero por quien todos parecían muy preocupados. Otra cosa que pensó fue que habiendo pasado la mitad de su vida encerrado en Rejett, no había podido prepararse para lo que había soñado de niño que era convertirse en el Läkare que su padre no había podido ser, pero como eso ya no tenía remedio, al menos se sentiría algo mejor si sabía que con su regreso contribuía a salvar la vida de dos personas. De manera que mientras más lo pensaba, más se convencía de que hacía lo correcto y que conseguiría la libertad de los rehenes así tuviese que sacarle el corazón a Vadik.

Hizo un alto en el análisis y pensó en ir a ver a su madre, pero se detuvo preguntándose qué decirle. Él estaba razonablemente seguro de que Iván no iba a oponerse a que hiciese lo que debía hacer, pues eso habría significado ir en contra de lo que él mismo les había enseñado, y lo que no pensó fue en que Iván lo que no podía era evitar que lo hiciese, independientemente de si estaba de acuerdo o no, pero su madre era otra cosa. A pesar de ello, y aunque sintió cierta tristeza por la que iba a causarle a Elar, era justamente eso, tristeza por la que ella iba a experimentar, pero no una propia por estar a punto de abandonar de nuevo a su familia y su hogar.

  • ¿Mi hogar? – dijo en voz alta mirando a su alrededor – ¿Realmente lo es?

Nat no durmió en toda la noche, y cuando las primeras luces del nuevo día se filtraron por la ventana, se puso de pie y fue a asearse. Después de eso y cuando se paró frente al espejo, por primera vez, y desde que había regresado, fue consciente del parecido entre su padre y él, porque si no hubiese estado seguro de quien era, habría podido jurar que quien le devolvía la mirada era Iván.

  • ¿A dónde te fuiste, Nathaniel? – se preguntó y él mismo respondió – Tal vez nunca exististe y solo eres una mala copia de alguien mucho mejor que tú.




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