Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 44 Visita

Siendo que cuando había estado en Averdeen, Iker había retomado su costumbre de los paseos por el bosque, abandonó la habitación y se encaminó a la salida, pues en aquel momento sentía una enorme necesidad de ello. No obstante, apenas había abandonado la propiedad, un grupo de vampiros le cerró el paso.

  • No puedes salir – escuchó
  • Siempre he sabido que todos ustedes son estúpidos, pero se esfuerzan en demostrarlo, pues es evidente que puedo – acentuó

Si bien no era cierto que todos compartiesen aquella característica, sin duda y en opinión de Iker, los presentes sí, porque avanzaron hacia él.

  • ¿Es en serio? – preguntó

No obstante, mientras los vampiros exhibían lo más destacado de su condición, es decir, la extensión de sus incisivos, y sus ojos eran de un rojo intenso, Iker había conservado no solo la serenidad, sino que ni siquiera se había movido, y cuando el primero de los atacantes colocó la mano sobre su pecho, lanzó un chillido y se apartó sujetándose la mano quemada.

  • Ahora, si no…

Con independencia de lo que fuera a decir Iker, ellos no parecían interesados en escucharlo e intentaron atacarlo todos, algo bastante inútil, pues como Iker no tenía intenciones de pasarse la noche perdiendo el tiempo con aquellos necios, les lanzó una descarga de energía que ni siquiera era muy potente, pero eso le dio ocasión de marcharse mientras ellos chillaban de forma espantosa. Como Iker en realidad no les había hecho mucho daño, lograron recuperarse con relativa rapidez y se fueron derechos a participar la huida.

Gavrel era el encargado de coordinar los ataques en los distintos puntos, pero dados los últimos acontecimientos, las cosas estaban parcialmente detenidas, pero no así los ataques de los Drows, por ejemplo. Otro asunto que mortificaba a Gavrel, era que con Ruslam inhabilitado, ya que Ioan aún ni siquiera había hablado con él, Sindre y Borgrevik si bien seguían encerrados, seguían teniendo aliados fuera, y, aunque no fuesen tan peligrosos como ellos, seguían siendo un problema. Por todo lo anterior estaba reunido con Levka y con Nevek cuando entró el vampiro que presuntamente guardaba las puertas.

  • ¿Qué? – preguntó Gavrel casi con fastidio
  • McKenzie abandonó el castillo
  • ¡¿Y se lo permitiste?! – le gritó sujetándolo por el cuello
  • Nadie podía impedírselo – intervino Levka
  • ¡Fuera! – le gritó Gavrel lanzándolo muy lejos
  • Interesante personaje – opinó Nevek
  • Y perderá su interesante cabeza en cuanto…
  • Improbable – dijo Levka
  • No se supone…
  • Puedes no suponer lo que gustes, pero en principio, ya no es un prisionero
  • Ioan no ha dicho… – comenzó Gavrel, pero Levka continuó como si no lo hubiese escuchado
  • Y segundo, es obvio que nadie podría detenerlo
  • Levka…
  • Sé que no eres estúpido Gavrel, y sabes que, si Ioan le permitió salir, y lo hizo cuando se presentó la revuelta…
  • Él ordenó a Izek sacar a Nathaniel, no a…
  • No importa si lo dijo o no, en el momento en el que salió de aquí con su consentimiento, aunque éste no haya sido expreso, dejó de ser un prisionero, así que ahora tiene los mismos derechos de cualquier vampiro a ir a dónde quiera o a volver cuando le parezca
  • De ser así, perderá la cabeza lo mismo, porque si tiene derechos, también tiene la obligación de obedecer a Ioan
  • Y está tan cerca de eso como de dejar de ser un vampiro
  • Esto va a ser un problema y…
  • Coincido contigo, pero Ioan no es estúpido, y después de lo que sucedió hoy, sabe que por la vía de la fuerza no conseguirá nada

Como no iban a adelantar nada en ese momento con el problema Iker, volvieron a lo que estaban.

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Entre tanto Iker, y antes de notarlo, estaba en los bosques aledaños a Averdeen. Llevaba un rato caminando cuando percibió la presencia y procedió protegerse subiendo la capucha de su maitilin. No era que ninguna de las criaturas con las que habría podido encontrarse, representasen algún peligro para él, pero simplemente no quería tropezarse con nada ni con nadie. Sin embargo, cuando identificó a Jud prestó atención. Aunque él no había tenido ocasión de rendir un informe como tal, pues se había presentado el asunto de Nathaniel, con seguridad los krigers que los habían seguido sí lo habían hecho, pero, aun así, estaba bastante seguro de que Iván no iba a dejar salir solo a Jud, así que buscó a los seguros acompañantes del uzky y vio a Brendan y a Jonathan.

  • ¿Y ahora qué? – preguntó Brendan
  • Esperamos y nos aseguramos que en verdad no ataca a nadie como estoy seguro que no lo hará, y verificamos su racionalidad
  • No me pareció muy dispuesto a conversar
  • Y no lo está – escucharon




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