Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 55 Garlan

 

A diferencia de la raza vampírica o la élfica, y como ya se ha dicho, la raza arzhvael no poseía lo que se conoce como clase noble, no tenía monarcas, príncipes, duques ni cualquier otro título nobiliario y era una sociedad democrática. Sin embargo, sus miembros insistían, neciamente, en adjudicar a las tres familias originarias de su raza, aquel carácter, y el comportamiento de muchos de sus miembros contribuía de forma inmejorable a que esto se acentuase. Este era el caso de los McEwan, antiguo y poderoso clan escocés, cuyos miembros aparte de feroces guerreros, poseían aquel aire de superioridad que caracteriza a los que llevan una corona sobre sus cabezas. Uno de los mayores exponentes y que parecía poseer todas las características antes mencionadas, era Garlan Elian McEwan. No obstante, si bien esto era cierto, Garlan no era como era por ser un McEwan, porque su hermano, por ejemplo, no era igual, aunque su padre sí, pero lo que parecía acentuar aquella imagen en Garlan, era su escasa simpatía, misma que los demás interpretaban como desprecio.

Cuando Garlan había solicitado entrar a la Orden, fue sometido a un intenso y minucioso estudio, algo que siempre molestó a Waleska por ejemplo, pues no sucedió lo mismo con los Cornwall o con Daniel Douglas que exhibían las mismas características y tal vez peor, porque ellos eran descendientes directos de los primeros arzhvaels, pero con el tiempo lo olvidaría, pues tanto los gemelos como Dan, habían ingresado a la Orden sin pruebas ni entrevistas ni nada, no por su filiación, sino debido al frontal enfrentamiento que tenían con Nurión y por los muchos méritos que hicieron siendo poco más que niños, para dificultarle las cosas al maniático aquel.

Una de las principales cosas, y casi la única, en la que Eowaz se había concentrado, era en averiguar por qué razón aquel niño malcriado, como lo llamaron algunos de los miembros del concejo de entonces, quería dedicar su vida a la Orden Arzhaelí, y, aunque muchos pensaron que era por pertenecer a un grupo que inspiraba no solo respeto, sino admiración entre los miembros de su raza, finalmente y cuando llegó la entrevista final que se efectuaba a los aspirantes una vez que aprobaban las pruebas iniciales, aunque el chico no fue más simpático de lo habitual, los convenció a pesar de sus lindas maneras, que en verdad amaba al prójimo y estaba dispuesto a sacrificar su propia existencia por la seguridad y estabilidad de la humanidad. A pesar de esto, y como Garlan seguía observando el mismo comportamiento autoritario y arrogante, siempre lo sometieron a las pruebas más duras, no tanto en términos físicos para lo que sin duda estaba preparado, sino en términos espirituales y morales, mismas de las que siempre salió airoso, y más bien en breve tiempo alcanzaría el grado de arzhaelí. Todos decían de Garlan que era un compañero insufrible e irritante, pero inmejorable, tremendamente peligroso para sus enemigos, pero muy leal para sus compañeros, de modo que, si bien eran muchos los arzhaelíes que no se conocían, no había nadie en la orden, así estuviese al otro lado del mundo, que no supiese quién era Garlan McEwan incluso antes de convertirse en miembro del concejo.

Garlan era el menor de su familia, y la mencionada familia lo adoraba, aunque la mitad del tiempo sus hermanos quisiesen matarlo, y Alaric, que era su mejor amigo, hacía mucho que había dejado de preguntarse cómo era posible que quisiesen de forma tan enfermiza a aquella mata de antipatía. Garlan no iba casi nunca a la casa de sus padres, las únicas fechas en las que no faltaba a menos que se presentase alguna emergencia de trabajo, era en la del cumpleaños de su madre y en año nuevo.

Después que Garlan había atacado de forma tan salvaje a Alaric, se había desmaterializado sin tener en mente un lugar específico, y de no haber estado tan furioso, tal vez habría tenido oportunidad de sorprenderse al encontrarse en donde lo hizo.

  • Bienvenido – escuchó

Si en condiciones normales, y entiéndase por normal, un día cualquiera, la simpatía o simple amabilidad estaba fuera de su alcance, en las presentes habría sido estúpido esperarla.

  • ¡Largo!
  • Mi señor, necesitas…

Independientemente de lo que quien le hablaba pensase que necesitaba, no podría ofrecérselo y menos aún dárselo, porque un violento rayo salió de la mano de Garlan. Por fortuna, y esto tampoco lo notó el furioso individuo, quien le hablaba era Liminíades y lógicamente el fuego no iba a causarle ningún daño, pero debió decidir que lo mejor era esperar a que se tranquilizase, algo que lastimosamente no sucedería ni siquiera con la silenciosa ayuda de los demás elementales.

  • Francamente…
  • Nuestra misión no es cuestionar, Sil – interrumpió Liminíades al elemental

Aunque se suponía que los elementales no evidenciaban sentimientos, o al menos no del mismo modo que los humanos, aquel era un pleito que habían sostenido éstos desde que se enteraron que Garlan era uno de los elegidos, pero si bien nadie quería disgustar a Lug, todos parecían pensar que aquel sujeto sería más un peligro que una ayuda. No obstante, Garlan había cumplido con su misión de forma inmejorable y en realidad a lo largo de los años posteriores no había dado muchos problemas, pues, aunque seguía teniendo un carácter horroroso, se controlaba bastante bien y no había calcinado a nadie salvo en algunas ocasiones a aquellos que causaban desastres a la humanidad. Sin embargo, repentinamente aquello parecía haber cambiado en forma drástica, porque no solo estuvo a punto de quemar vivo a su mejor amigo, sino que acababa de atacar a Liminíades, de modo que era más bien normal que los elementales volviesen a cuestionarse la capacidad del arzhaelí que Lug había escogido como portador de aquel peligroso elemento.




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