Arzhvael (libro 11. La ira de los Dioses)

Cap. 60 Negociaciones

 

En Rejett las cosas no estaban precisamente bien, pues Ioan estaba de un humor asesino por las noticias que estaba recibiendo con relación a las actividades del grupo disidente.

  • ¡Se supone que tú deberías estar ocupándote de eso! – le gritó a Gavrel
  • Ioan – intento Levka – no están haciendo nada muy diferente a lo que han hecho todos los miembros de nuestra raza siempre – puntualizó

Aquello lucía como una pésima idea, aunque fuese cierto, porque si por algo se había caracterizado la raza vampírica, era por su comportamiento sangriento, pero todos los presentes sabían que, si a Ioan se le antojaba decir que no era así, de nada les valdría contradecirlo y, de hecho, hacerlo era suicida.

  • Quiero la cabeza de esa desgraciada y la quiero ya – dijo Ioan en tono helado y para asombro de quienes escuchaban
  • Eso es una violación a… – comenzó Zarja, pero hizo rápido silencio, aunque no por voluntad propia, sino porque Nevek le impidió continuar
  • ¿Estás cuestionando mi autoridad? – preguntó en forma peligrosa Ioan
  • No se trata de eso Ioan – se apresuró a decir Levka – sino la simple exposición de un hecho, porque hay un acuerdo de…
  • Ella y todos los que la siguen, se han convertido en reos de alta traición
  • ¿En verdad quieres iniciar una guerra en contra de Sindre por disidente? – preguntó Gavrel
  • No, no es por disidente, porque siempre lo ha sido, sino por intentar asesinar a un Natchzhrer
  • Pudo haberlo querido y sabemos que así es, pero Izek no la dejó acercarse a Nathaniel
  • Y no me estoy refiriendo a él

Si a alguien no le había quedado claro a quién se refería y no era así, el objeto de discusión se los habría recordado en breve.

Unos minutos antes y en el área de los calabozos, Welan se enfrentaba al furioso Vladimir.

  • ¡Por el helado Niflheim! – exclamó el vampiro al llegar
  • ¿Asustado? – preguntó Vladi

Más que asustado, Welan estaba sorprendido, porque si bien hacía más bien poco que Sindre había logrado fugarse, estaban bastante seguros que era porque había contado con ayuda, sin embargo, estaba más seguro aún que nadie estaría especialmente interesado en sacar a Vladimir del calabozo. De lo que Welan se había perdido, era del pequeño detalle de que Vladi no necesitaba ayuda, pero demoraría poco en entender que el muchachito aquel acababa de volar media galería.

  • Fuera de mi camino – le ordenó Vladimir
  • Escucha, no puedes…
  • ¿No puedo? ¿Estás seguro de eso? – le preguntó, pero como no contestó, se le dibujó una sonrisa en los labios – Yo diría que sí, y aunque no tengo por costumbre ir por ahí matando a la gente solo porque me incomoden, creo que despacharte a ti, sería un servicio público, de modo que no voy a repetirlo
  • Como supongo que sabes contar…
  • No solo sé contar, sino que se muchas más cosas que tú, como, por ejemplo, que yo soy un Natchzherer mientras que tú no lo eres – puntualizó de forma muy odiosa

Welan, al igual que todos los miembros de su raza, una de las cosas que menos soportaban de las otras dos razas dominantes, era el aire de superioridad que exhibían, una superioridad que en su opinión era inexistente, pues ellos los superaban en fuerza y peligrosidad, pero aquel crío era además un Cornwall, y ninguno que lo fuese había contado jamás con un mínimo de tolerancia hacia su raza, pues si bien los vampiros eran odiados por todo el mundo, los Cornwall se habían dedicado, muy estúpidamente, a perseguirlos, aunque de eso hacía muchísimos años, pues ciertamente las últimas generaciones no lo habían hecho hasta el secuestro de Iker y Nathaniel, pero no solo ellos, sino todos los arzhaelíes. No obstante, Welan tuvo que hacer a un lado la natural antipatía que sentía por aquel rostro y prestar atención, porque vio que las manos de Vladimir comenzaban a emitir chispazos nada alentadores. En otras circunstancias habría experimentado mayor sorpresa, pero habiendo sido testigo de lo que podía hacer Iker, la sorpresa resultaba fuera de lugar.

  • Como dije, no voy a repetirlo

En ese momento un rayo salió disparado hacia el grupo, y aunque se apartaron con rapidez, algunos no con la suficiente y fueron alcanzados. Vladimir comenzó a avanzar y al pasar por el lado del montón de cuerpos quemados, y aunque sabía que no estaban muertos, los miró con indiferencia.

  • Esto es tu culpa – le dijo a Welan y continuó

Welan tenía una indecente cantidad de años, pero en los últimos días había visto cosas que no había visto en toda su ya muy larga vida, y pensó que había sido una pésima idea tanto de Ioan como de Sindre transformar a aquellos peligrosos individuos, y aunque a Eve no la había visto hacer nada como lo que hacían ellos, estaba bastante seguro que sería un problema quizá mayor, aunque fuese por otros motivos, de modo que en su opinión, los vampiros más antiguos de su raza habían cometido un error fatal.




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