Arzhvael (libro 12. Amor en tiempos de guerra)

Cap. 23 Sorpresivo

 

Si bien Ysandar había tenido la poco afortunada idea de hacerse acompañar por Jud a la reunión con el concejo élfico, finalmente no podría, porque sus dos nietos se habían marchado sin siquiera despedirse, pero igual él había ido a la reunión pautada con los demás señores de los bosques. Sin embargo, tal y como había dicho Erk, aquellos individuos no solo estaban horrorizados, sino que no estaban ni cerca de aceptar lo que calificaban de barbaridad.

  • Ysandar – dijo Amrod que fue el primero en recuperar su voz – podemos entender que tu hija haya tenido ese… percance
  • Mi nieto no es un percance – objetó Ysandar con voz helada
  • Seguro, es una desgracia – opinó de lo más inconscientemente Caedmond

Caedmond Galen no era una mala persona, como no lo era ninguno de ellos, pero tenía tendencia a hablar sin pensar, algo que parecía heberle heredado a Caley, pero al menos Caedmond se disculpaba cuando entendía su error, solo que en esta ocasión no tuvo ocasión, porque a la velocidad del rayo, el arco de Ysandar apareció en sus manos y una flecha fue a clavarse unos milímetros por encima del hombro de Caedmond clavando la orilla de su chaqueta al respaldo del sillón, lo que demostraba en principio, que Ysandar no había querido matarlo, pues la precisión con la que había sucedido aquello lo demostraba, y, por otra parte, todos parecieron recordar, con algo de retraso, que aquel era un hijo de Garselid y no cualquiera, sino el señor de los mismos y un peligrosísimo guerrero.

  • Espero que a todos les haya quedado claro que no pretendo imponerles nada o que le otorguen su aprecio a mi nieto, pero tendrán que respetarlo como a cualquier Lorielid
  • Vamos a calmarnos – dijo Amrod – Estás en tu derecho a reconocerlo como lo que efectivamente es, pero dudo mucho que tu pueblo haga lo mismo y ciertamente no lo aceptaran como un heredero con derecho a ostentar el señorío de Garselid – le dijo y a Ysandar se le dibujó una sonrisa maligna
  • Pues les tengo noticias, porque ya lo hicieron – informó para asombro e incredulidad de los presentes – No es mi intención propiciar un enfrentamiento entre nuestras comunidades, y menos cuando estamos pasando por un momento tan crítico, pero espero que ninguno de ustedes intente nada en contra de Jud, ni piensen tonterías del tipo que ponga a los hijos de Garselid en contra de ustedes, porque les recuerdo lo muy perjudicial que eso podría ser
  • No es necesario que nos amenaces, Ysandar – dijo Amrod
  • Y no lo estoy haciendo, solo les digo cómo estarán las cosas, porque yo sería incapaz de levantar mi arco para quitarle la vida a mi propia gente y ustedes lo son, pero eso está sujeto a que no me den motivos para ello, y puedo jurarles que no me temblará el pulso, ni a mí ni a ninguno de los hijos de Garselid, para cobrar con sangre cualquier daño que sufra un príncipe de nuestro pueblo

Y así había finalizado aquella espinosa reunión. Amrod sería el único en recordar otro asunto muy problemático en caso de que alguien quisiese interponerse en el camino de Ysandar Lorielid, fueran cuales fueren sus intenciones, y era que, como les habían recordado a todos en forma reciente, a Alaric le había sido concedido el señorío sobre todos los elfos de la tierra, de modo que desobedecerlo, era ir en contra de los designios de sus divinidades, lo que les acarrearía males mucho mayores. El resto de ellos, y si bien era posible que no estuviesen muy seguros de qué pensar en forma inmediata, tampoco tendrían mucho tiempo para hacerlo, pues en breve tendrían que hacer frente a otro asunto que les gustaría quizá menos todavía que lo recientemente sucedido.

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En el hospital, cuando Sam entró a donde estaba Aria, de lo primero que se ocupó fue de tranquilizar a Daira, pues esta parecía en peor estado que su hija, pero tuvo que olvidarse de Daira y ocuparse de Aria, pues esta niña siempre había parecido vivir con las emociones alteradas, y en las presentes circunstancias estaba mucho peor. Aunque Sam se estaba aplicando, las cosas se le complicaron cuando Jonathan irrumpió en la sala lastimando seriamente a las dos nyrs que estaban allí.

Los que estaban afuera no habían notado la llegada de Jonathan ocupados como estaban mirando la escena entre el uzky y los Berserker, de modo que cuando Samantha notó que no podría con todas aquellas alteradas energías, caminó hacia la puerta y le gritó a Mael. Aunque la exclamación no tenía el tinte del miedo, Mael sintió que algo muy frío recorría su espalda y olvidándose de su hijo y de la posible suerte del desdichado uzky, en un segundo estaba al lado de Sam.

Elijah y Jud tuvieron una reacción muy similar, pues ambos parecieron interpretar lo que quisieron y el primero palideció y parecía a punto de perder el sentido, de modo que no se enteró que quien lo había sostenido había sido Erk, y en el caso de Jud, efectivamente lo hizo y quienes lo asistieron fueron Eri, Bri y Lizzy.

Mael entró con Samantha y no necesitó que le dijese qué estaba sucediendo, pues era evidente, de modo que se fue derecho hacia Jonathan y empleando su considerable poder, lograría tranquilizarlo lo suficiente como para que no intentase ninguna barbaridad en contra de nadie, mientras que Sam pensó que de momento no podía hacer nada por Daira y se dedicó a tranquilizar a Aria que estaba histérica y dando gritos más que por el posible dolor, por el susto. Sin embargo, cabe suponer que entendió lo que estaba sucediendo y comenzó a llamar a Elijah.




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