Arzhvael (libro 12. Amor en tiempos de guerra)

Cap. 32 Los Galen

Caley Galen amaba de veras a su pueblo, pero, aparte de que parecía imposibilitado para profesar el mismo sentimiento y ni siquiera simpatía hacia nada ni hacia nadie más, tampoco era que fuese capaz de expresar ese amor por su pueblo de otra manera que no fuese preocupándose por la seguridad.

Apenas llegaron a Evendil, él lo hizo dando gritos y sobresaltando a todo el mundo, pues no tenían muy claro si lo que sucedía era que estaba herido, si alguien más lo estaba, o si estaban a punto de ser atacados.

Erskin, que había estado reunida con los miembros del consejo de la ciudadela que, junto con ella y la guardia de arqueros destcada allí, eran los encargados de velar por la seguridad cuando Caedmond, Caley y Cailan estaban batallando donde fuese necesario, o cuando se ausentaban por cualquier otro motivo, se excusó con sus interlocutores y abandonó a toda prisa el salón para enterarse de qué estaba sucediendo, y al ver a su hermano y a Niove, con las huellas visibles de la batalla de la que venían cuando se tropezaron con Iker, se angustió mucho.

  • ¡Caley! – exclamó – ¿Qué…?
  • ¡Fuera de mi camino! – le gritó él, así que Erskin miró a Niove que tenía una fea herida en un costado
  • ¿Tú estás bien? – preguntó con aprensión
  • Así es, fy istrey

Aunque Erskin lo había conocido toda su vida, y en un inicio se le había participado que contraería matrimonio con Niove, lo que nunca había conseguido, a menos que estuviesen absolutamente solos, era que él la tratase de una manera menos estirada.

  • ¿Qué sucedió? ¿Tenemos muchos heridos?
  • En realidad, no, pero…

Niove se interrumpió cuando vio que los arqueros de la entrada adoptaban posición de saludo, porque venían entrando Caedmon y Cailan. Como Caley había seguido gritando improperios, no se enteró de lo anterior, y lo que hizo fue emprenderla en contra de Niove.

  • ¡Jardel! – gritó - ¡Quedas destituído de un cargo que no mereces!

Erskin ahogó una exclamación y a Cailan le entraron ganas de patear a su hermano, porque, en principio, dudaba mucho que Niove se mereciese aquel trato con independencia del error que hubiese podido cometer, suponiendo que lo hubiese hecho, y segundo, porque en verdad Caley había estado haciendo muchos méritos para que casi todo el mundo sintiese el mismo deseo. En el caso de Caedmon, y aunque también estaba sorprendido, eso no lo paralizó, y a quien dentendría sería a Niove que ya había doblado una rodilla ante el furioso Caley y se estaba disculpando.

  • Fy syr, te pido perdón si te sentiste ofendido, pero solo hice lo que me pareció más adecuado para proteger tu vida. Aun así, estoy dispuesto a…
  • Levántate, Niove – le ordenó Caedmon y fue cuando Caley se percató de su presencia, aunque eso no serviría de mucho, o al menos no a él
  • ¡Vadyr, este desgraciado…!
  • Silencio, Caley

Era muy evidente tanto la ira como la frustración de Caley, pero cometió su último error, al menos por aquel día, pues intentó atacar a Niove y fue atacado a su vez por Erskin y por Cailan.

  • ¡¿Cómo se atreven?! ¡Soy el príncipe heredero y…!
  • No, no lo eres

La voz de Caedmon, y aunque a diferencia de su hijo, no la había elevado, sonó como un latigazo en el enorme salón.

  • ¡Vadyr!
  • Freysir[1]

Niove, y, a decir verdad, todos, quedaron paralizados con lo que estaban escuchando, pero Isulr, el comandante de los arqueros de Caedmon, obedeció con inmediatez y fue quien caminó hacia Caley junto con otros tres. Como nadie había escuchado nada más, y aunque no lo necesitaban, asumieron que Caedmon había transmitido sus órdenes en silencio, porque los tres arqueros se situaron tras Caley, mientras que Isulr lo hacía frente a éste.

  • Fy syr, debes acompañarnos

Esperar que Caley obedeciese pacíficamente cualquier orden, y menos de alguien que en su opinión no tenía derecho a darle ninguna, era mucho esperar, pero por mucho que gritó, no le sirvió de nada, porque Isulr miró a los arqueros que enseguida lo sujetaron y tuvieron que sacarlo casi a rastras.

  • Es un triste y deshonroso espectáculo el que estás dando, Caley, porque sigues siendo un príncipe – dijo Caedmon

Una vez solos, Caedmon caminó con cansancio hacia el Righthair, el ornamentado sillón comúnmente conocido como trono; se dejó caer en él y apoyando el codo sobre un apoyabrazos, se llevó la mano a la frente.

Aunque Caedmon siempre había seguido las reglas, y se había casado cuando se lo habían exigido y con quien habían escogido para él, la elfa fallecería en muy extrañas circunstancias, y aunque Caedmon tenía la fuerte sospecha de que se había desprendido de su materia, los alquimistas nunca dieron veracidad a eso, pero tampoco una razón convincente que justificase el deceso.

Aunque se suponía que debía volver a casarse con prontitud, aun demoraría en hacerlo, pues en aquella segunda ocasión, guardaba la esperanza que no suelen tener los príncipes, es decir, casarse con alguien a quien amase. Si embargo, aquello no sucedería y tendría que casarse nuevamente con una desconocida, solo que mucho menos agradable que la primera, pues Elendir, la madre de Ainsley y Caley, era muy parecida a este, solo que sin la combatividad, pero era orgullosa, displicente, y no parecía querer a nadie, y como tampoco era especialmente dada a la obediencia, moriría en un ataque vampírico donde también perdería la vida el padre de Niove.




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