En Garselid, y a pesar de que ya la mayoría de quienes escuchaban a Jar, habían concluído el posible motivo por el que el abuelo de éste, había querido asesinar a su hija, y aunque les seguía pareciendo una monstruosidad, se dispusieron a escuchar una historia que no contribuiría de ninguna manera a mejorar ni la imagen que tenían de los Nemhain, ni la de los mismos uzkys, al menos en parte.
De acuerdo a lo que estaba contando Jar, su madre había sido obligada a casarse con un primo suyo de nombre Mirskeil Nolffradzi, y fue este el padre de Jar, pero siendo que los Nolffradzi eran igual de enfermos con el asunto de la pureza de las razas, estaban hasta el cuello en las diversas conspiraciones de los Nemhain para lograr imponer su convicción en el resto de los arzhvaels, lo que finalmente le costaría la vida a Mirskeil, porque cuando fue hecho preso por los arzhaelíes, y con la seguridad de que se enfrentaba a una condena muy larga, decidió desprenderse de su materia, porque aquel individuo era muy recalcitrante, pero al parecer, carecía del valor suficiente para pasarse muchos años, o el resto de su vida en prisión.
Bladzeni Nolfflindgreen, la madre de Jar, se alegró no de la muerte de su esposo, pero sí de quedar libre de aquella atadura, y lo que no imaginó, sustentando las mismas ideas de todos los Nemhain, fue que un tiempo después, perdería su orgullosa cabeza por un arquero de la guardia de los bosques de Endielin. El individuo en cuestión no era portador de un nombre de especial importancia en su bosque, y hacía relativamente poco que había entrado a formar parte del cuerpo militar de arqueros cuando conoció a Bladzeni. Lo anterior había sucedido en una oportunidad en la que la chica paseaba a caballo por el bosque con su hijo, y por algún motivo del que nunca se enteraría, o al menos Jar no lo haría, el animal se había asustado tirándolos, ya que, si bien Bladzeni era una buena jinete, llevando a su pequeño hijo no pudo maniobrar con corrección y perdiendo los estribos, cayeron. Ella había perdido el conocimiento, mientras que el niño no y había empezado a dar gritos pidiendo ayuda, pero estaban lejos de casa, y de no haber sido por el oportuno paso del elfo, las cosas habrían podido complicarse, ya que el niño no habría sabido qué hacer.
Lanis, que era el nombre del susodicho, se apeó de su montura y primero fue a asegurarse del estado de la mujer, una vez hecho esto, y habiendo comprobado que tenía una contusión por el golpe en la cabeza, se ocupó de tranquilizar al niño. Como todo elfo, Lanis tenía un amplio conocimiento de las plantas y de la utilidad de las mismas, de modo que se apresuró a hacer uso de ese conocimiento para atender la herida de Bladzeni, después de lo cual, y sabiendo que el niño estaba muy pequeño como para conducirlo a su casa, buscó algo de fruta para dársela y se dispuso a esperar a que la madre de éste recuperase el conocimiento.
Finalmente, Bladzeni había despertado con la desorientación propia después de un golpe en la cabeza, pero apenas se ubicó en tiempo y espacio, se incorporó con violencia sobresaltando a Jar que había recostado la cabecita en su hombro, pero más allá de eso y al sentir otra presencia desconocida, intentó atacar a Lanis, aunque por suerte él se apartó con rapidez.
Aunque Bladzeni no lo había visto nunca en su vida, se tranquilizó al verlo y escucharlo, porque estaba perfectamente al tanto de que, en su mundo, los elfos eran considerados seres muy respetuosos, aunque distantes, unos caballeros en toda la regla, y que no iban por ahí haciendo daño a nadie. De modo que se disculpó, y después de asegurarle a su hijo que estaba bien, aceptó la ayuda de Lanis para ponerse de pie.
En este punto, los recuerdos de Jar parecían desaparecer en la cotidianidad de su vida, así que Iván lo hizo avanzar hasta el momento quizá más doloroso de su existencia. Aunque los que escuchaban no pudieron precisar cuánto tiempo había pasado, asumieron que como mínimo debieron ser algunos meses, porque lo que Jar estaba recordando era una horrorosa discusión entre su abuelo y su madre.
Jar recordaba que su abuelo le había asestado una bofetada tan contundente a Bladzeni, que esta había rodado por el piso, lo que pareció enfurecer al pequeño quien se le fue encima a su abuelo, y aunque no recordaba con qué, lo había golpeado con algo. A pesar de que Jar no había mencionado en ningún momento qué edad tenía para entonces, aquello era irrelevante con relación a lo acertado de sus recuerdos, ya que un arzhvael tiene memoria incluso de su paso por el vientre materno, pero sí lo era desde el punto de vista de capacidad física para enfentar a un hombre, algo que quedaría demostrado cuando dijo que el individuo había comenzado a golpearlo a él y después de eso, su memoria entraba en un vacío que debió ser muy largo, porque lo próximo que recordó, fue haber despertado viendo la cara de Erk.
Llegados ahí, todos clavaron los ojos en el uzky, quien había permanecido alejado del grupo y como era habitual, en hosco silencio. Iván miró de nuevo a Jar y en esta ocasión, todos notaron que estaba liberándolo de la hipnósis, así que cuando Jar volvió a estar consciente, miró primero a Iván y luego hacia los lados.
Editado: 16.11.2024