Arzhvael (libro 12. Amor en tiempos de guerra)

Cap. 49 Visitas

La reunión del concejo élfico, por tanto tiempo atrasada debido a los múltiples conflictos que habían tendio que enfrentar, y los muchos heridos que habían dejado éstos, tenía que efectuarse, de manera que los cuatro señores de los bosques recibieron la convocatoria.

Sin embargo, al menos dos de ellos la última cosa que querían era alejarse de sus ciudadelas, a saber, Caedmon e Ysandar. El segundo, porque si bien Jud entraría en franca recuperación, Ysandar estaba mortificado por Jairel, porque la veía muy desmejorada y eso no era habitual en un elfo. Y en el caso de Caedmon la situación era más grave, porque aun no tenía noticias de su hija y ya comenzaba a pensar lo peor.

Al día siguiente del nacimiento de las gemelitas McEwan, el padre de las criaturas estaba embelezado mirándolas, cuando llamaron a la puerta. Aquello extrañó a la pareja, porque ningún miembro de la familia se caracterizaba por pedir permiso para entrar, y, por otra parte, sabían que todos habían ido a descansar un poco, con excepción de Giulian que se había quedado dormido en el sillón que había en la habitación. Sin embargo, Garlan pensó que podía tratarse de alguien de la Orden, y como en aquella cabeza solo había un motivo para que alguno de sus compañeros fuese allí, y solo podía ser con el de fastidiarlo, caminó hacia la puerta con la intención de enviarlos a paseo, pero se sorprendería mucho al abrir la puerta.

  • Saludos, arzhaelí —dijo un elfo —Mi señor Amrod pide tu venia para ver a tu esposa
  • ¿Y por qué habría de…?
  • Garlan —lo interrumpió Gema —Puede pasar

De mala gana Garlan se hizo a un lado, pero sus inexistentes ganas de hacerlo crecieron al ver que no se trataba solo de Caedmon, sino que este venía en compañía del odioso Iriael y de otro fulano al que había visto, pero no sabía que era hijo del primero y padre del segundo, pues se trataba de Tasartir.

  • Fy istrey —saludaron los tres elfos dirigiéndose a Gema

Giulian que no solo se había despertado, sino que había caminado hacia su hija, ahora la sujetaba como si algo la amenazara, mientras que Garlan se ahogaba en su ira por la presencia de Iriael.

  • Me alegra comprobar que tanto usted como Iriael están mejor —dijo Gema
  • Y justamente es por eso que hemos venido, para agradecerte por tu intervención
  • No tenía que molestarse, señor Faelvir
  • No es una molestia, pero sí una obligación, pues no solo interviniste en la recuperación de mi padre, sino que le salvaste la vida a un príncipe de nuestro bosque —intervino Tasartir
  • Repito que no era necesario. Iriael es mi amigo y yo no podría haber actuado de otra forma sabiéndolo en peligro
  • Tu generosidad te honra, y en retribución, las puertas de Ylwyn siempre estarán abiertas para ti, y si alguna vez nos necesitas, ahí estaremos —ofreció Amrod
  • Gemdariel —escuchó a Iriael y se giró un poco hacia la voz —Te he conocido desde hace mucho tiempo y siempre has contado con mi afecto, pero ahora voy a hacerte un juramento
  • Iriael, no es… —pero se detuvo al sentir que el tomaba su mano, y aunque ella no lo vio, el elfo había doblado una rodilla
  • Yo, Iriael Faelvir, príncipe de Ylwyn, te juro que sin importar cuan largas sean nuestras vidas, mi arco siempre estará a tu disposición y a la de tu descendencia. Y como dijo mi señor, a partir de hoy, nuestra casa es tu casa —finalizó rozándole los dedos con sus labios

Garlan estaba más allá de la simple ira, y de no haber sido porque Iker se había presentado desde temprano y solo no había querido entrar, y lo tenía bien sujeto, quien sabía que habría hecho o dicho el portento de insensatez aquel.

  • También queremos felicitarte por tu reciente maternidad —volvió a hablar Amrod —Y haremos llegar nuestros presentes en forma oportuna

Giulian no tenía los mismos motivos de Garlan ni ninguno en realidad, para estar molesto, así que al igual que hija, les agradeció a los elfos, aunque no dejó de sorprenderse con aquello de que pensaban enviarles presentes a sus nietas, pues nunca había escuchado que se comportaran de aquella manera. Los elfos se despidieron y cuando estaban lo bastante lejos, fue que Iker liberó a Garlan, no sin la advertencia de que si decía la más mínima cosa que alterase a Gema, lo iba a lamentar mucho.

Otro que recibiría una visita que encontró muy extraña, fue Iván. Con mucha dificultad y una incredulidad aun mayor, Nathaniel le había relatado lo sucedido con Izek y Erskin, y aunque lo primero que pensó, fue que la pobre chica estuviese bajo el poder mental de Izek, luego recordó que ella era una elfa y aquello habría sido imposible, y, por otra parte, si debía creerle a Izek, su madre en verdad se había enamorado de Ioan, así que esto también podía ser cierto. Después de escuchar a su hijo y de equilibrar las alteradas emociones de éste, se hizo el propósito de buscar a Izek, y si descubría que tenía perversas intenciones con la chica, tendría que faltar a su promesa. Sin embargo, no necesitó buscarlo, porque cuando Elar y él se disponían a ir a Arx, se presentó Izek sobresaltando a Elar como siempre que lo veía.

  • Fenség, ¿me concedes un momento?
  • ¿Qué sucede? —preguntó Iván, pero Izek miró a Elar —Di lo que tengas que decir, porque ella no va a ir a ninguna parte, Vadik




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