Arzhvael (libro 3. El Destino)

Cap. 11 Cosas que nunca cambian

 

Giulian había tenido una desagradable discusión con Eowaz acerca del paradero de Iván, pero por mucho que argumentó, gritó y hasta perdiendo el juicio, amenazó, Eowaz se mantuvo inflexible. Y no era porque no le interesara la suerte de Sam, sino porque sabía de cierto que Iván nada podría hacer por ella, y sacarlo de donde se encontraba en aquel momento era arriesgar la misión sin ningún sentido. Por lo que optó por bloquear a Giulian de tal manera que no pudiese ponerse en contacto con Iván. Y si bien no podía hacer lo mismo con Vlad, ya que su vínculo era de sangre, Giulian al parecer no pensó en ningún momento en avisar a su gemelo. De modo que después de casi una hora de discusión, Giulian salió de allí furioso y frustrado. Se encaminó de nuevo al Hospital preparado para velar el sueño de Sam, pero definitivamente aquel no era uno de sus mejores días.

Cuando entró de nuevo a la habitación había allí una Nyrs, que al escucharlo entrar se volvió con muy mala cara.

  • No puede estar aquí 
  • ¿Cómo dice? 
  • Dije que no puede estar aquí  --  repitió la mujer  --  ya la hora de visita terminó, así es que si no quiere que llame a los guardias para que lo echen, le sugiero irse ahora.

Giulian la miraba con una mezcla de incredulidad y asombro, pero no se movió. Por lo que la mujer se dirigió a la puerta.

  • Escúcheme, usted evidentemente no tiene idea de quién soy ¿verdad? --  la detuvo un poco antes de que ella alcanzase la puerta

La mujer se le quedó mirando unos segundos, y ciertamente llegó a la conclusión de que no lo conocía, pero eso no hacía ninguna diferencia. Ella estaba allí para cumplir con su trabajo y aquel individuo por guapo que fuese, detalle que no le había pasado por alto, no tenía más derecho que cualquier otro visitante a estar allí a deshora. Por un momento tuvo una duda.

  • ¿Es usted Läkare?  --  preguntó solo para asegurarse, porque no llevaba la tradicional chaqueta verde que los identificaba
  • No, pero…
  • Entonces, como dije, no tiene que estar aquí  --  y continuó hacia la puerta
  • Giulian  --  dijo Sam que aún seguía despierta
  • Tranquila princesa  --  contestó él con un asomo de burla en sus ojos  --  deja que la señorita “intente” sacarme de aquí

La enfermera que ya tenía la mano en el picaporte lo miró un momento, porque no le había pasado inadvertido ni el tono de burla, ni el especial énfasis que él había hecho en el verbo y pensó que aquellos arzhvaels pertenecientes a la clase alta, siempre se comportaban del mismo modo, y estaba segura que tanto por su arrogancia, como por su aire de superioridad, aquel sujeto era uno de esos. Terminó de abrir la puerta y salió. Unos segundos después regresó con dos krigers, que al ver la habitación a la que estaban siendo conducidos se alarmaron enormemente, pero su sorpresa superó todos los límites cuando vieron a quien pretendía aquella mujer que sacaran.

  • Es él  --  señaló la chica al ver que los krigers no se movían y miraban a Giulian con los ojos como platos  --  Sáquenlo de una vez

Sin embargo, ninguno de los dos hizo el más mínimo movimiento, mientras que Giulian, recostado indolentemente de la pared y con los brazos cruzados, los miraba con diversión.

  • ¿Y bien? 

Al escuchar la voz de Giulian, los krigers parecieron reaccionar y de inmediato adoptaron posición de firmes.

  • Señor  --  saludaron ambos en perfecta sincronía

La chica pensó algo tardíamente, que aquel individuo debía ser alguien con mucho poder para que los krigers se comportaran de aquella forma. Sin embargo, ella era una elfa, cosa que ya Giulian había notado, pues la chica tenía los cabellos platinados y los ojos azul clarísimo, y con la terquedad propia de su raza, pensó que nadie, fuere quien fuese, evitaría que ella cumpliera con su trabajo. De modo que introdujo la mano en su bolsillo y extrajo su Athame.

  • Bien, ya que ustedes no…
  • Señorita  --  intervino uno de los krigers alarmado  --  no puede hacer eso
  • ¿Por qué?
  • Porque él es…  --  comenzó uno de los chicos mientras que ambos miraban a Giulian azorados
  • ¿Qué está sucediendo aquí?

Alan había entrado en ese momento, pero luego de hacer la pregunta, le bastó una mirada rápida para hacerse una idea.

  • Regresen a sus puestos  --  les ordenó Giulian a sus hombres

Los krigers se dieron mucha prisa en obedecer, no tenían ningún deseo de verse envueltos en una situación que tenía tantas posibilidades de terminar muy mal si su protagonista era un Cornwall.

  • Señor  --  comenzó la chica intentando controlar su indignación  --  este sujeto…
  • Señorita Angmar  --  la interrumpió Alan  --  “este” sujeto, es Giulian Cornwall, y lamento que nadie le haya informado que está autorizado para permanecer aquí

La pobre mujer casi se desmaya. De todas las personas del mundo con las que podía haberse encontrado, tenía que haberse ido a tropezar justamente con un arzhaelí, y precisamente con “ese” Arzhaelí. Ella, al igual que todo el mundo, había escuchado hablar hasta la saciedad de los Cornwall. Sus hazañas eran legendarias hasta en el mundo de los elfos. Pero la historia de Giulian Cornwall, había despertado su especial interés por las cosas que se decía había tenido que sufrir durante su cautiverio. De modo que, en aquel momento, todo lo que deseaba era que la tierra se la tragara. Murmuró algo que esperaba fuese una disculpa apropiada, pero antes de llegar a la puerta escuchó a Alan.

  • Pudiste habérselo dicho  --  le dijo en tono reprobatorio a Giulian
  • Lo intenté, pero no me dio tiempo. Yo no tengo la culpa de que tus empelados sean tan necios como para no escuchar.




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