Arzhvael (libro 3. El Destino)

Cap. 27 Prueba final II

 

Samantha abrió los ojos y miró alrededor tratando de ubicarse. La luz era tenue, pero pudo ver que se encontraba en lo que parecía una habitación muy grande, las paredes eran de áspera piedra y el piso de tierra compacta.  Un quejido emitido muy cerca de ella, la hizo intentar volver la cabeza, pero no pudo, por lo que dedujo que se encontraba bajo un conjuro paralizante. Lo último que recordaba era haber estado peleando contra los Schrat, y pensó entonces que tal vez había sido raptada por uno de aquellos demonios. Sin embargo, ese pensamiento abandonó rápidamente su mente al recordar que aquellas criaturas no tenían el poder para realizar conjuros, y estaba segura de estar bajo uno, de modo que se tranquilizó.

Escuchó el ruido de pisadas y prestó atención. Unos minutos después se oyó el sonido de una puerta al abrirse. Una ráfaga de aire helado penetró en el lugar, pero también escuchó el inconfundible sonido de varios cuerpos cayendo al piso.

  • Tal y como dijiste, el de Berserker fue el primer grupo en conseguirlo  --  dijo una voz que Sam identificó como la de  Armel, uno de los instructores
  • Veremos cuanto demoran los otros  --  escuchó a Waleska
  • Les daremos hasta el amanecer, si para entonces no han llegado todos, habrá que ir por ellos  --  escuchó que decía Garlan

Aquella conversación le hizo comprender a Sam, que desde el inicio habían planeado apresarlos, lo que no tenía claro era el fin. Garlan les había dicho que era un ejercicio de rastreo y rescate, pero evidentemente no solo estaban esperándolos, sino que además si no llegaban al sitio, serían cazados y traídos a la fuerza. Cuando las voces dejaron de oírse, Sam intentó comunicarse con los suyos.

  • ¿Danny?
  • ¡Sam!  --  varias voces habían penetrado su mente
  • ¿Están bien?  -- preguntó ella
  • Nosotros sí ¿y tú?  --  esta vez fue Mael quien le habló
  • Desperté hace un momento, pero no puedo moverme

Intercambiaron la escasa información que poseían y Mael recomendó ser cuidadosos, porque era posible que alguno de los arzhaelíes pudiese interceptar sus pensamientos. Las horas comenzaron a deslizarse con lentitud. Eventualmente, Gail o Mael les transmitían lo que escuchaban del exterior, pero en conjunto no había sido mucho.

Calculaban que ya estaban bastante más allá de la media noche, cuando Mael les informó que se acercaba otro grupo, y en efecto, unos minutos después escucharon de nuevo que la puerta se abría y el caer de los cuerpos al piso. Lo mismo sucedió poco antes del amanecer, de modo que ya solo faltaba uno.

Sam pudo ver un mínimo rayo de sol que se filtraba a través de una abertura que debía encontrarse varios metros por encima de su cabeza, pero que en realidad no era suficiente como para proporcionar claridad a la estancia. Calculó que había transcurrido otra hora más, cuando el último grupo fue introducido. Se preguntaba qué sucedería a continuación cuando repentinamente sintió que alguien la sujetaba y la alzaba. La llevaron hacia el centro de la estancia, levantaron sus brazos y sintió que juntaban sus muñecas sujetándolas con lo que le pareció una cadena, y al minuto siguiente recobró la movilidad, pero fue suspendida en el aire.

Por un momento se sintió desorientada por el súbito cambio de posición, pero enseguida se dio cuenta que pendía del techo sujeta de una cadena y las puntas de sus pies apenas rozaban el piso. Miró hacia el frente y vio varias figuras donde suponía que ella había estado hasta hacía unos minutos, pero no podía distinguir con claridad, porque la luz seguía siendo muy tenue.

Quien sí la estaba mirando horrorizado era Mael. En cuanto el sujeto que la había colgado del techo se movió, el chico abrió mucho los ojos al ver a Sam. Vio que hacían lo mismo con otros tres de sus compañeros, dos chicos y otra chica, pero esperó en vano que los movieran a ellos, porque esto no sucedió. Transcurridos unos momentos, la luz inundó el lugar, Mael se cerró los ojos en cuanto esta se los hirió, pero casi de inmediato los abrió de nuevo parpadeando furiosamente hasta que la luz dejó de hacerle daño. Seis figuras vestidas completamente de negro, hicieron su entrada y casi de inmediato les fue devuelta su movilidad a los cautivos, pero al mismo tiempo, una reja se había materializado ante ellos.

Ninguno de ellos tenía dudas acerca de quiénes eran los que acababan de entrar, aunque llevaban los rostros cubiertos. Tal vez, si no supiesen que estaban en un ejercicio, y si no los hubiesen escuchado hablar antes, habrían podido creer que habían caído en manos de los Vänator. A continuación, escucharon la voz de Philip, misma que por cierto, era inconfundible, ya que conservaba cierto acento francés al igual que la de Daira, y lo que dijo, dejaba claro que el ejercicio continuaba y ellos eran el enemigo.

  • Bien, vamos a ver quiénes son estos sujetos 

Aquello les dio una imagen clara del verdadero objetivo del ejercicio, ya habían probado ser capaces de rastrear, porque habían llegado hasta allí, ahora tendrían que probar que eran capaces de guardar silencio.  Recordaron uno de sus primeros ejercicios, pero no sabían lo lejos que estaba este de ser igual a aquel. Vieron a Philip acercarse a Stone, el primer chico.

  • Tu nombre  --  le dijo, pero el muchacho guardó silencio  --  He preguntado  --  y descargó un puñetazo en su abdomen  --  tu nombre




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