Nurión se encontraba reunido con varios de sus seguidores, aquellos pertenecientes a su círculo más cercano, y con algunos otros de quienes escuchaba importantes informes. Ya los Nemhain se habían acostumbrado a aquellas tediosas reuniones donde le presentaban a Nurión los avances en materia de investigación científica, pero ese día en particular, uno de los Läkare acababa de exponer una idea de la que algunos no se habían enterado mucho por no estar prestando la debida atención, pero que generó una inmediata tensión en los que sí.
Los Nemhain miraron al Läkare con verdadera conmiseración, porque estaban seguros que el hombre estaba viviendo sus últimos momentos. El individuo repitió lo que había expuesto de nuevo, y los reunidos contuvieron la respiración.
Nurión se puso de pie y comenzó a pasearse por la estancia. Lo que aquel infeliz le estaba diciendo iba en contra de todos los principios que había sustentado a lo largo de su vida, pero, por otra parte, era una idea sumamente atractiva el poder contar con una fuerza tan letal como la que estaba describiendo. Pensaba que el asunto entrañaba sus peligros, sin embargo, si podía modificarse aquel pequeño detalle que lo preocupaba, tal vez fuese posible.
El silencio que siguió fue tan largo, que no sabían qué pensar, en caso de que les hubiese sido posible pensar algo más que no fuese que aquel individuo estaba arriesgando muy neciamente su vida. Al cabo de casi media hora, Nurión que había estado mirando por la ventana, se volvió y enfrentó al Läkare haciendo que todos contuvieran la respiración de nuevo.
Una expresión de triunfo se dibujó en el rostro del Läkare, pero esta desapareció con la misma rapidez que había aparecido cuando Nurión mencionó los nombres, porque conseguir la colaboración de aquellos individuos, aunque en la generalidad de los casos toda colaboración era involuntaria, en aquel en particular, era prácticamente imposible.
El Läkare recogió los papeles que tenía esparcidos por la mesa, los metió en un maletín y se levantó junto con los demás para marcharse, pero Nurión lo detuvo.
Sin duda lo que el Läkare podía haberse adjudicado como un triunfo, ahora tenía un sabor muy amargo.
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Samantha intentó abrir los ojos, pero los sentía pesados, así le resultaba difícil ubicarse. Prestó atención a los sonidos a su alrededor, pero todo parecía en silencio. Intentó moverse, pero sentía sus miembros dormidos, así que comenzó a alarmarse, pero al mismo tiempo escuchó una voz que le decía que no se moviera, de modo que se esforzó por abrir los ojos de nuevo.
Sin embargo, le pareció ver el destello de unos cabellos rubios y conocía aquella voz.
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Editado: 25.09.2022