Arzhvael (libro 4. Nueva Vida)

Cap. 35 Exámenes finales

 

Cuando Jonathan salió y contrario a lo que hubiese podido esperarse, nadie atinó a moverse, pero todos lo miraban con expectación.

  • Es una niña – dijo con voz apagada
  • ¿Está bien? – preguntó Anne
  • Ella sí, pero…

El grito de desesperación de la madre de Liz horadó dolorosamente los oídos de los presentes, Jonathan se recargó en la pared y cerró los ojos. Todo el horror de la muerte de Peter regresó a su memoria como si estuviera sucediendo en ese momento, y la alegría que pudo haberle producido el nacimiento de su sobrina, quedó empañada por el dolor, porque era una criatura que nacía sin padres.

Mientras los hombres intentaban calmar a las mujeres, Jonathan abrió los ojos y sin decir nada comenzó a alejarse. Necesitaba respirar, necesitaba estar solo en algún lugar alejado donde pudiese dejar salir todo el peso del dolor que lo estaba ahogando, y una vez que llegó a las puertas del Hospital se desmaterializó.

Entre tanto, una Nyrs había salido con la recién nacida en brazos y el único que tuvo voluntad para acercarse a la pequeña fue Mael. Era una hermosa bebe con los cabellos dorados como el sol, la Nyrs la había puesto en brazos de Mael y éste se acercó a Anne y a Mary, la madre de Liz, pero fue Anne la que reaccionó cargando a su nieta en brazos.

  • Mary, mírala – le dijo, pero la mujer estaba desesperada

Iván se acercó a ella y colocó las manos sobre su frente, de modo que unos segundos después estaba más calmada, aunque seguía llorando.

Ese día fue uno de los más tristes que los chicos pudieran recordar. Los Läkares informaron que la bebe debía quedarse allí por unos días, porque era necesario practicarle algunas pruebas, ya que, si bien era cierto que en apariencia estaba bien, la niña había nacido con cierta deficiencia de peso y preferían asegurarse que todo marchase como era debido. Anne y Peter decidieron quedarse en el Hospital mientras que el angustiado padre de Liz se llevaba a su esposa. Antes de marcharse, Mael le hizo señas a Giulian y éste se acercó a él.

  • ¿Qué sucede?
  • Voy a ir por Jonathan, entiendo que quisiese estar solo, pero ya ha pasado mucho tiempo.
  • De acuerdo, vamos
  • No, no es necesario, puedo hacerlo solo, tú debes quedarte con la Nena
  • Ella estará bien, y en cualquier caso, Amy puede hacerse cargo – y al ver que Mael iba a protestar agregó – Jonathan también es mi amigo y en este momento nos necesita a los dos

Se acercó a Sam y le dijo que debía hacer algo y no sabía cuánto tiempo le tomaría.

  • Encuéntrenlo – fue todo lo que ella dijo sabiendo, aunque no se lo dijeran, lo que ellos iban a hacer

Iván se fue con ellos, y aunque a los chicos les hubiese gustado ir también, no se atrevían a dejar a sus esposas solas.

Les tomó dos días localizar a Jonathan, porque si bien Mael poseía la habilidad natural para el rastreo dada su naturaleza, Jonathan poseía el férreo entrenamiento de su profesión para mantenerse ilocalizable, pero finalmente lo hallaron.

  • Vamos amigo, es hora de volver – le dijo Giulian
  • ¿Para qué?

Les tomó un segundo darse cuenta que, aunque había estado bebiendo, estaba perfectamente sobrio.

  • Hiciste un juramento, Jonathan – le recordó Mael – y ni siquiera la has visto.

A él no le extraño que Mael estuviese al tanto de eso, después de todo, sin duda había podido escucharlo todo.

  • No pude hacer nada, no pude hacer nada por ninguno de los dos
  • No podías – intervino Iván – Escúchame Jonathan, es lógico que te duela y si alguien puede entenderlo soy yo que vi morir a mi hermana y a mi mejor amigo, murieron en mis brazos y no pude hacer nada tampoco, pero es nuestro deber y obligación seguir. Tienes los mismos motivos para continuar adelante, ellos te confiaron a su hija y no puedes fallarles.
  • Tampoco puedes causarles más sufrimiento a tus padres, ellos están sumamente golpeados, Jonathan – le dijo Giulian
  • Y debes pensar también en tus otros hermanos – agregó Mael – Entiendo lo que sientes, pero no estás solo porque nos tienes a nosotros tus amigos, aparte de que yo también te confié a mi hijo, no solo por agradecimiento, sino porque confío en ti, y si algún día yo falto, sé que serás el mejor padre.
  • ¡No te atrevas, infeliz! – exclamó el chico finalmente

Unos minutos después regresaban a casa, lo que no sabían era con lo que se iban a encontrar, y de haberlo sabido probablemente menos habría querido regresar.

Los padres de Liz cegados por el dolor de la pérdida de su hija, habían entablado una demanda por la custodia de la niña, y de nada valió que Anne hablase con su hermana y le dijese que eso no era necesario, porque ambas parejas eran los abuelos de la niña y podían ocuparse de ella de la misma forma. Lo que los McKenzie no sabían, era lo que había dicho Liz antes de morir y que simplemente daba fuerza a las leyes de los arzhvaels que establecían que, faltando los padres de la criatura, era la familia paterna la que tenía los derechos sobre ella. Por tanto, legalmente hablando, los Appleby tendrían ese juicio perdido, pero los McKenzie no querían llegar a ello.




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