Sam de forma inconsciente se apareció en aquella austera oficina y al minuto siguiente se dio cuenta de su error, era un lugar Firbolg y había gente allí. Tendría que actuar rápido para no ser vista, pero para su sorpresa nadie parecía notar su presencia. Las dos mujeres seguían hablando como si ella no acabara de aparecer de la nada en ese rincón y escuchó una risita burlona a su lado.
Estaba confundida. ¿Desear ser vista? No entendía lo que le decía Waldweibleim, pero tenía que aprovechar que la mujer se había quedado sola para hablar con ella. Dio un paso al frente y…
Una sorprendida madre Cecilia le devolvió la mirada. Hacía tiempo que no la veía, pero enseguida comprendió que llevaba una pena muy grande en el corazón. No hizo preguntas, cuando estuviera lista para hablar, lo haría. Le dieron una habitación y nadie la molestó.
Mael se presentó en la tarde y no quiso advertir a nadie de su presencia, de modo que entró con la mayor cautela hasta localizar a Sam. Aunque su idea inicial cuando le dijo a Samantha que sí tenía a dónde ir, era llevarla a Noruega, a su casa familiar, ella expresó su deseo de ir al Orfanato y él no se opuso. Entró en silencio y se sentó en la orilla de la cama.
Sam volvió a cerrar los ojos y él se quedó a su lado. Había estado en Averdeen después de su paso por la casa de Danny. Conversó con los niños y les dijo que su mami había tenido que ir a trabajar, ya los chicos comenzaban a entender ese concepto, de modo que la única pregunta que hicieron fue si demoraría mucho. Después Mael conversó aparte con Elijah diciéndole que ese día no podrían salir como acostumbraban, porque él también tenía que trabajar. Un rato después se despidió de ellos y antes de salir su hijo lo detuvo.
Aquella era una de las extrañas actitudes de Elijah que siempre los sorprendía, parecía saber más cosas de las que se le decían. Mael le sonrió y después se marchó. Había pasado luego por Arx, había hablado con Eowaz solicitando un permiso por asuntos de orden personal, y luego con Alaric, quien le dijo que se tomase el tiempo que le fuera necesario, porque él se haría cargo durante su ausencia, y ahora estaba sentado allí contemplando el demacrado y triste rostro de Sam.
Hacía unas horas había descargado su ira, pero hasta ahora no se había dado oportunidad para darle rienda suelta a su dolor. Sin embargo, tampoco era momento para hacerlo, porque ella lo necesitaba.
A la mañana siguiente, Sam despertó un poco más tranquila y salió a caminar. Dieron un largo paseo por el hermoso prado, aunque en esos momentos no estaba lleno de flores, porque la primavera apenas estaba comenzando. Le habló a Mael de lo mismo que le había hablado en otras ocasiones, de la tristeza que la había embargado durante sus primeros años de vida al sentirse sola en el mundo, y de la gris vida que había llevado durante su estancia en el Orfanato que en nada se parecía a éste. Habló y habló mientras Mael la escuchaba, pero en ningún momento mencionó el asunto por el que estaba allí, y él respeto su silencio. En un momento en el que se quedó callada, pensó de nuevo en el extraño suceso de su llegada. ¿Por qué nadie la había visto? Pero no teniendo una respuesta a esa pregunta, su mente fue invadida por el recuerdo de su familia y un llanto silencioso se deslizó por sus mejillas. Mael la abrazó, pero tampoco dijo nada, aunque sabía lo que ella estaba pensando.
Pasaron dos días y ella seguía sin enfrentar el asunto. Mael había cumplido su promesa y no se había apartado de su lado. Sabía que todos intentaban comunicarse con él, pero había bloqueado cuidadosamente tanto los mensajes, como la energía de ambos para no ser localizados. Sam aun no estaba preparada.
La noche del tercer día, Mael decidió que de algún modo tenía que hacerla encarar la realidad. A él más que a nadie le habría gustado que esa realidad fuese otra, pero no siendo así, había que hacer algo, porque se estaba debilitando al no alimentarse y no dormir como era debido. Durante ese día Sam había comenzado a hablar de Giulian, pero sin mencionar al bebé ni el asunto del conflictivo matrimonio. Se había limitado a un recuento de lo que había sido la vida a su lado y por mucho que esto le doliese a Mael, si no hubiese tenido claro que la chica amaba a aquel individuo, ese día no le habría quedado ninguna duda. De modo que se planteó seriamente el ir a buscarlo y de ser necesario lo obligaría a ir de rodillas a pedirle perdón por cualquier hipotética ofensa que le hubiese causado a Sam. Pero se inclinó a probar primero por otro camino.