Arzhvael (libro 5. La Heredera)

Cap. 12 Ataque inesperado

 

Ya el viaje de bodas de Giulian y Sam  iba por un mes y Dan comenzaba a desesperarse, porque aquel cretino había jurado que no estarían fuera más de quince días, pero la semana anterior habían enviado un mensaje diciendo que se demorarían un par de días más. Mientras Dan andaba furioso, Amy se reía de él lo que no contribuía en nada a mejorar su humor.

  • Vamos Dan, déjalos en paz, busca alguien más a quien molestar

Sin embargo, él se limitó a mirarla muy mal y ella pensó que el apego, que sentía Daniel por su hija era excesivo, sin darse cuenta que era el mismo que sentía ella por su hijo a cuya casa no dejaba de ir ni un solo día, aunque solo fuese un momento.

Llegó el día del cumpleaños de Aelig y la feliz pareja aún no había regresado, de modo que les tocó ir sin ellos. Aquel fue un día particularmente difícil, porque apenas llegaron, Elijah se sentó en un rincón y no hubo manera de hacerlo mover de allí, mientras que Brendan parecía haber recordado que era un Cornwall y causó tantos estropicios como le fue humanamente posible. Vladimir que ya tenía seis meses, no se portó mucho mejor y desapareció de la vista de sus padres en varias oportunidades, mientras que Dreo, que ya iba por los cinco y en teoría gatear no se le daba muy bien aún, no fue impedimento para que tirara todo lo que estuvo a su alcance y lo que no, y se escondiera en la chimenea que para su buena fortuna estaba apagada. Finalmente y a la hora de picar el pastel, en cuanto la pobre Aelig sopló las velitas, el pastel voló salpicando crema en todas direcciones. Aunque no podían acusar a ninguno de los angelitos en forma directa, la mayoría apostaba a Dreo, pero lejos estaban de saber que el autor de la broma era el único que no estaba presente alrededor de la mesa y que en aquel momento tenía una sonrisa malvada en sus labios. Elijah.

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Daira Clemmens tal y como había dicho Amy, era la persona más dulce y ecuánime del planeta, pero por aquellos días estaba de un humor asesino y a punto de perder la cordura. Jonathan McKenzie era realmente un desastre natural y había hecho de su cruzada particular convertir su vida en un infierno. Ella había rechazado la invitación a la casa de los McKenzie con motivo del cumpleaños de la hija de Kenneth, aduciendo que como ella no tenía niños, no tenía objeto asistir a una fiesta infantil, pero el verdadero motivo siendo que le encantaban los niños, era no encontrarse con el niño aquel. Pero parecía inútil cualquier cosa que hiciese, porque ese desgraciado para lo único que servía era para fastidiarla y aquella noche mientras ella terminaba la ronda por el Hospital, se presentó allí.

  • Buenas noches, señorita Clemmens  --  escuchó a sus espaldas y cerró los ojos con resignación
  • Lo fueron hasta este momento
  • Por supuesto, ahora son mejores  porque llegué yo
  • ¿Qué quieres aparte de lo obvio, McKenzie?  --  preguntó con fastidio
  • ¿Y qué es lo obvio?  --  fastidiar, pensó ella, pero  se volvió y lo miró
  • ¿Estás herido?
  • No que yo sepa
  • ¿Alguien más lo está?
  • Misma respuesta
  • Entonces lárgate y déjame en paz  --  dijo volviéndose y comenzando a caminar
  • No seas desagradable, Daira, solo vine a asegurarme que estabas bien
  • Aclaremos algo McKenzie, mi salud y en realidad nada relativo a mi persona, es asunto tuyo, de modo que te quedaría muy agradecida si te olvidaras de que existo.

Sin embargo, Jonathan McKenzie era de la clase de individuo al que lo traía sin cuidado los deseos de otros si éstos contravenían los suyos, y el suyo en aquel momento parecía ser única y exclusivamente amargarle la vida a aquella pobre criatura. De modo que continuó hablando ignorando olímpicamente lo que ella acababa de decir.

  • Como supondrás me preocupé mucho, porque no asististe a la reunión en casa, mamá estuvo preguntando por ti.
  • ¿Eres sordo, McKenzie?
  • Aunque debo decirte que estuviste acertada, porque los chicos casi tiran la casa  --  siguió él impertérrito

Daira lo miraba incrédula, definitivamente aquel sujeto era mucho. No obstante, no tuvo tiempo de insultarlo y mandarlo a paseo de nuevo, porque en ese momento se presentó una conmoción y ambos se olvidaron de en qué estaban y corrieron hacia la entrada.

Un grupo de krigers y arzhaelíes venían entrando y por lo que pudieron ver, traían varios heridos.

  • ¿Qué sucedió?  --  preguntó Jonathan a Klausen
  • Un ataque de Uzkys
  • ¿Qué?  --  preguntó con asombro  --  ¿Dónde demonios estaban estos sujetos?
  • Hace unas horas avisaron de un ataque de Uzkys a una población cercana a Norland y salió un grupo a darles caza, pero al parecer eran demasiados
  • ¿Norland? ¿No está eso muy alejado de sus predios habituales?
  • Así es, razón por la cual nos sorprendió el número. Eventualmente emigran un poco más al sur, pero en pequeños grupos, nunca tantos.
  • ¿Ya avisaron a Alaric?
  • No yo, pero seguramente quien comandaba al primer grupo lo hizo, mientras que nosotros vinimos directo al hospital, porque estos sujetos están muy mal y ya sabes lo que un ataque de Uzkys pude significar.
  • Entiendo, yo me haré cargo, tú quédate aquí y si necesitamos alguna información adicional te avisaré
  • Sí señor  --  a pesar de que Klausen era un arzhaelí mucho mayor que Jonathan, éste era miembro del Consejo y le debía obediencia, de modo que acató la orden sin objeciones




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