Arzhvael (libro 5. La Heredera)

Cap. 17 Iván & Elar

 

Un mes después de la boda y luego de hablar con Daira, Elar se dirigió a su Irlanda natal, se sentó a la orilla de un río y un llanto silencioso comenzó a rodar por sus mejillas. Repasó los acontecimientos de los últimos meses y revivió las distintas emociones que había experimentado.

 

Después que la habían dejado salir del Hospital en contra de la opinión de Iván que pensaba que aún no estaba lo bastante recuperada, él la llevó a su casa y luego de asegurarse de su comodidad la dejó convenientemente sola. En los días subsiguientes, Elar comenzó a plantearse la posibilidad de que algo no estuviese funcionando entre ellos, porque él siempre era en extremo cariñoso, pero cada vez que la temperatura comenzaba a elevarse, él decidía marcharse a toda prisa. No obstante, unos días más tarde la sorprendió pidiéndole matrimonio delante de toda su familia y ella se sintió la mujer más feliz del mundo, pero en el otro aspecto las cosas no variaron, por lo que empezó a preocuparse seriamente. Sin embargo, con todas las carreras de la boda tuvo poco tiempo para pensar en ello.

 

Por todo lo anterior, el día de su boda estaba con los nervios en tensión y cuando Amy y Daira entraron a su habitación para ayudarla a vestirse, se encontraron con Elar hecha un mar de lágrimas. Como acababan de pasar recientemente por la boda de Samantha, las dos arzhaelíes lo atribuyeron al nerviosismo propio del día, pero cuando Elar les habló del motivo real de su preocupación, las dos mujeres se miraron y soltaron una sonora carcajada.

 

  • Elar, entre todas las personas del mundo, habría pensado que la que mejor conocía Iván eras tú  --  dijo Daira
  • Amiga, Iván es muchas cosas, entre ellas anticuado, de modo que primero se hace cortar la cabeza antes que tocarte antes de hacerte su esposa  --  dijo Amy ahogando la risa

Elar las miró durante unos segundos y finalmente todo tuvo sentido. Y ciertamente ambas habían tenido razón y ella había sido una estúpida, porque esa fue la noche más espectacular de su vida y la primera de muchas otras igualmente maravillosas.

 

Iván la había llevado a la propiedad principal de sus ancestros, y aunque los arzhvaels estaban habituados a ver Castillos antiguos, porque formaban parte importante de su cultura, eran pocas las familias que habitaban en uno, esto generalmente sucedía con aquellos que eran descendientes directos de las familias originarias, o que habían hecho construir alguno. En el caso de Elar, era de extracción más bien humilde y no estaba acostumbrada a aquel lujo, y por supuesto aquel Castillo le pareció en extremo lujoso. Aunque a diferencia del de Averdeen que era luminoso ya que en casi todas sus estancias había grandes ventanales, éste era oscuro y frío. Elar lo atribuyó a que aparte de que era una antigua construcción de piedra gris, habían llegado de noche.

 

Subieron directamente a la habitación y por un momento Elar creyó que se perdería en aquel lugar, porque para ser una habitación, era enorme. Tenía una especie de antesala con tres sillones, una mesa de centro y una enorme estantería llena de libros antiguos. Luego se pasaba a lo que era propiamente la habitación presidida por una cama de cuatro postes con pesados cortinajes de color verde oscuro, mismo color que se observa en casi toda la decoración. Había una descomunal chimenea donde fácilmente cabían varias personas de pie, y frente a ésta estaban colocados dos sillones de aspecto muy cómodo. Sin embargo, cuando Elar se volvió para expresar su sorpresa ante las dimensiones de lo que estaba viendo, se encontró con que no tenía espacio, porque Iván estaba a solo unos pocos centímetros de ella.

Las piernas de Elar flaquearon ante la incendiaria mirada de su esposo, pero por fortuna él la había sujetado por la cintura y sus labios iban camino a apoderarse de los suyos. A partir de ese momento, ella se sintió como si se hubiese subido a una Glide fuera de control. A pesar de estar experimentando una variedad de intensas emociones, a Elar le quedaron claras un par de cosas. Uno, que Iván podía ser silencioso, tranquilo y sumamente tierno, pero era decididamente apasionado, y aunque no exhibió nunca el comportamiento promiscuo de sus amigos, o al menos su agenda nunca fue del dominio público, si de algo no carecía era de experiencia.

Antes de notarlo y suponiendo que hubiese estado en capacidad de hacerlo, ya estaba en la cama siendo despojada hasta de la última prenda que se interpusiera en el camino de aquel decidido individuo. Iván por su parte, que los días previos había estado luchando contra un deseo salvaje, dio rienda suelta a todos sus instintos deleitándose en cada centímetro de aquella piel. Dibujó su paisaje con sus manos y recorrió cada ladera y cada planicie con su boca provocando un avasallante fuego que solo había un modo de sofocar. Sin embargo, cuando su deseo alcanzó el punto de no retorno e invadió los escondidos lugares de los que por derecho era dueño, se encontró con una inesperada barrera que lo hizo detenerse de manera súbita, y los brillantes rubíes de sus ojos se clavaron en el azul traslúcido de los de ella.

 

  • Elar… tú no…  --  intentó él con la voz enronquecida por el deseo
  • No Iván, yo solo podía entregarme a un hombre y ese hombre eres tú  --  dijo ella

Iván no sabía si estaba más conmovido que emocionado o viceversa, pero independientemente de ello, el deseo pareció aumentar de forma alarmante, aunque puso el mayor empeño en franquear la entrada con la mayor delicadeza posible, luego de lo cual su razón pareció irse a otro lugar arrastrándolos a ambos en un furioso torbellino donde quedaron satisfechas las pasiones, los anhelos y quedaba firmemente sellado un amor de cuento. Mucho rato después, mientras la veía dormida en sus brazos, una lágrima resbaló por su mejilla. En su enorme humildad, Iván pensaba que no era merecedor de tanta maravilla, pero haría lo que estuviese en sus manos para hacerla feliz.




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