Aunque Iván quiso hablar con Mael después de la boda se Sam y Giulian, no le fue posible, porque cuando lo buscó, él ya se había marchado. De modo que al día siguiente fue a Arx, pero Mael tampoco estaba allí. Subió al Despacho de Eowaz, pero éste tampoco estaba, de manera que con un suspiro de resignación se había ido al Instituto.
En esos momentos Eowaz estaba justamente con Mael. La noche de la boda y después de la recepción, lo había esperado en Arx tal y como habían convenido y luego habían partido. Aunque podía haber encargado a Armel o a Waleska aquella misión, quiso hacerlo él mismo por dos razones. La primera y más importante, que le tenía verdadero afecto a aquel chico, y la segunda, porque le pareció innecesario arriesgar a nadie más estando él perfectamente capacitado para hacerlo, y suponiendo que las cosas fueran muy mal, él ya había vivo lo suficiente.
Las características generales de un berserker eran por todos conocidas, pero, había otras que solo aquellos que como él, se habían dedicado a estudiar las razas que poblaban el mundo, conocían bien.
Todos sabían que un berserker era fuerte, veloz, peligroso por decir lo menos, con unos sentidos supra desarrollados y un instinto superior al de cualquier raza existente. Pero pocos se habían cuestionado los sentimientos de aquellos sujetos, porque los veían más como a animales que como a las personas que eran. Para la gran mayoría de las personas lo más importante era mantenerse lo más alejados posible de ellos por su proverbial ferocidad, y los primeros Berserker en haber sido aceptados como arzhvaels, eran los antepasados más cercanos de Mael, que no iban más allá de su abuelo. Por lo tanto, el conocimiento que poseía la población en general acerca de ellos era más bien escaso y muy inexacto en la mayoría de sus puntos.
Sin embargo, Eowaz sabía que poseían un mundo interior emocional y psíquico tan complejo como el de cualquier ser humano, con el agravante de experimentarlo magnificado por la intensidad con que lo sentían todo. Eran personas sumamente fieles, pero no aceptaban imposiciones, cuando le otorgaban su fidelidad a algo o alguien era por convicción propia y nunca por obligación. Causarle una ofensa a un berserker, era lo más cercano a un suicidio, tal vez no de forma inmediata y eso dependería mucho del individuo en cuestión y su nivel de autocontrol, pero más tarde o más temprano, el agresor lo pagaría con sangre.
Amaban y odiaban con la misma intensidad, y si te hacías acreedor del odio de un berserker, eso jamás cambiaría hicieras lo que hicieras, pero, por supuesto, esto no se conseguía por cuestiones banales, sino por motivos de verdadero peso. Podían sentir una fuerte antipatía por distintos motivos, pero esto no generaba odio, o al menos no lo confundían con odio como suele sucederle al común de los humanos.
Del mismo modo, la amistad de un berserker era muy valiosa, porque sobreviviría prácticamente a todo y siempre encontraría una justificación plausible para cualquiera de esos actos que a veces cometemos llevados por las emociones, ellos lo olvidarían y no albergarían en sus corazones ningún rencor hacia sus amigos por ello.
Aunque parezca contradictorio, su mayor maldición radicaba en el amor. La mayoría de estos sujetos solía enamorarse a muy temprana edad, incluso antes de alcanzar el desarrollo. Esto planteaba varios inconvenientes, el primero de ellos, que en la generalidad de los casos la pareja escogida estaba lejos de mirarlos de igual manera, bien fuese por la edad precoz, o bien por el hecho de que subsistiese el miedo ancestral a esta raza. Razón por la cual, era muy extraño ver a un berserker en feliz unión, ya que la mayor parte del tiempo terminaban conviviendo con mujeres que podían satisfacer sus instintos y cumplir con su rol procreador, pero a las que no llegaban a amar, aunque las respetaban y las protegían.
A lo largo de la historia de la humanidad se habían sentado las bases del salvajismo de los berserker, entre otras cosas sobre la suposición de que todas la mujeres a las que amaban y si los rechazaban, eran violentamente asesinadas, al igual que el hombre al que hicieran responsable de ello. Esto no carecía de sustento, ya que fue algo que sucedió muchas veces. Al verse rechazados y como sentían con una intensidad bestial, el dolor los llevaba a cometer esos actos de suprema barbarie, y los que sabían de estos atroces crímenes lo atribuían a su temperamento salvaje y en ningún caso, y aunque esto no justificaba el crimen en sí, a que actuaban impulsados por un dolor de difícil comprensión para los humanos.
Eowaz sabía todo esto y era bastante, y en realidad mucho más que la mayoría de los arzhvaels, pero, aun así, era mucho más lo que no sabía. Sin embargo, como se había propuesto ayudar a Mael y proteger tanto a Samantha como a Giulian, había pasado muchas horas investigando y tratando de encontrar la solución, y con base en lo que creía saber, fue que ofreció su ayuda.
Cuando Mael fue a ver a Eowaz con motivo del embarazo de Samantha, el arzhaelí experimentó un serio temor, porque si bien era cierto que el chico había solicitado su ayuda al inicio de la relación de Samantha con Giulian, no era menos cierto que un berserker no consideraba perdida a su pareja hasta que esta no se ataba en matrimonio, pero un hijo era en aquel particular caso solo la antesala a ello. Sin embargo, el chico le había asegurado que estaba perfectamente bien y que ni Samantha ni su hijo corrían ningún peligro. Lo que Eowaz no sabía, era que Giulian había estado a un paso de morir solo unos momentos antes de sostener aquella serena conversación con Mael.