Sam, que ya estaba en su sexto mes de embarazo, llegaba agotada de clases. Giulian comenzó a impacientarse, ya que temía por la salud de su mujer, pero sabía que pedirle que dejara el Instituto sería inútil, de modo que habló con Dan.
Pero Giulian seguía preocupado y molesto por no poder hacer nada. Se despertó una noche y al no sentirla a su lado, se alarmó. Se levantó y la vio de pie al lado de la ventana.
Ella negó con la cabeza, pero seguía dándole la espalda. No tenía idea de lo que sucedía, pero estaba decidido a averiguarlo. La tomó por los hombros y la hizo girarse. Se dio cuenta que ella seguía en silencioso llanto. Tan suavemente como pudo y controlando la angustia en su voz, le preguntó:
Él se preguntó de dónde podía sacar semejante cosa.
Él le puso un dedo en los labios para hacerla callar y habría reído de no estar seguro que aquello en realidad la tenía muy triste y preocupada.
Pensó que si ella supiera todo lo que le había costado mantener su deseo a raya durante todas esas semanas, no estaría diciéndole aquello. Le aterraba la idea de perder el control y causarle daño a ella o al bebe. Pero Sam tomó una decisión y como sabía que no le creería a ella, haría que entendiese de otra manera, que no había nada que temer. Le dio un beso a su marido y volvió a la cama. Giulian estaba sorprendido ante el cambio de humor, pero decidió prudentemente no decir nada y se acostó también.
Al día siguiente Giulian e Iván la esperaban en el Salón para acompañarla al hospital, porque siempre iban con ella a los chequeos. Iván no dejaba de controlar el embarazo de Sam, pero había insistido de manera categórica que se pusiese en control con un Läkare, porque después de las experiencias con Diandra y Aderyn no quería correr riesgos. Aquello había generado una terrible discusión en la que Giulian casi le rompe la cara a Iván, porque Sam lloraba a mares y decía que Iván no la quería, ya que si fuese así no se negaría a controlar su embarazo. Afortunadamente para todos, Iván tenía una paciencia infinita, y después de mucho rato había logrado hacerla entender que por muchos conocimientos que él tuviese, no era un Läkare y no estaba dispuesto a arriesgar su seguridad y la del bebe, porque los amaba demasiado como para eso. Sin embargo, la única manera en que Sam consintió que un Läkare la atendiese fue que Iván le jurara dos cosas. La primera, que iría con ella a todas sus visitas al hospital, ante lo que Giulian puso mala cara aduciendo que el padre era él y no el otro infeliz, y la segunda, que estaría en el momento del nacimiento de su hijo y de ser posible, lo recibiría él mismo.
Aquel día y después que el Läkare la había revisado y dicho que todo marchaba bien, les preguntó si aún seguían sin querer saber el sexo del bebe.
Giulian la miró extrañado, porque él no había expresado tener ninguna duda e Iván miraba igualmente extrañado a Giulian, porque estaba seguro que de haber tenido alguna duda o preocupación, primero se lo habría dicho a él
Giulian cerró los ojos y se preguntó qué mal había hecho para merecer que lo hicieran pasar por esto mientras que Iván intentaba no reír, pero con escasísimo éxito. El Läkare lo miró y sonrió.
Sam sonrió satisfecha, un muy avergonzado Giulian le dio las gracias al Läkare y tomó el brazo de su esposa con un intenso deseo de estrangularla. Como en muchas otras ocasiones, se preguntó cómo demonios podía amar tanto a una criatura tan perversa.