Arzhvael (libro 5. La Heredera)

Cap. 22 Los gemelos Cornwall

 

En una helada meseta al norte de Noruega, Jonathan hacía lo mejor que podía por protegerse de aquel frío asesino. Llevaban alrededor de quince días por aquellos inhóspitos parajes con temperaturas de aproximadamente -5 grados y estaban en pleno verano. Sin duda Jonathan McKenzie era el mejor de los amigos, había cumplido fielmente el encargo de Eowaz y no había dejado solo a Mael ni un solo instante. Al principio había resultado una tarea realmente ímproba, porque aquel individuo había quedado en estado lamentable.

Había demorado alrededor de quince días antes de lograr ponerse de pie con cierta estabilidad, el asunto de la alimentación fue un martirio, y si antes era silencioso, ahora parecía haber perdido la capacidad de comunicarse, de modo que durante el primer mes, cualquier persona menos tenaz habría enloquecido. Sin embargo, Jonathan había demostrado tener la fortaleza y la decisión para sacar a su amigo de aquel deplorable estado.

Transcurrido el primer mes, al parecer el cuerpo de Mael comenzó a extrañar el ejercicio, y aunque aún no estaba lo bastante fuerte, este sujeto también era muy decidido, de modo que comenzó una rutina de entrenamiento como si estuviesen en la Sede, y al cabo de casi dos meses ya había recuperado su contextura. En un principio a Jonathan le pasó inadvertido, quizá por el hecho de verlo a diario, pero unos días antes de salir en aquella odiosa excursión, se fijó que si bien su cabello no había recuperado del todo su color natural, ya no parecía cubierto de nieve.

A pesar de que algo de su humanidad parecía haberse perdido, Mael había comenzado a comunicarse un poco más, aunque su humor se había vuelto bastante más ácido y a Jonathan le recordaba con frecuencia a Garlan, pero sin duda era un avance. Alrededor de quince días atrás, Mael le había anunciado que se irían de cacería, y aunque Jonathan pensó que no era algo que el chico tuviese por costumbre, se equivocó en cuanto a lo que pensaba cazar. En aquellos parajes no abundaban las especies, pero luego de tres días persiguiendo no sabía qué, una tarde vio que Mael extendía su Gwialen transformándola en arco y unos segundos después estaba disparando flechas a una velocidad endemoniada. Después de unos cuantos y caóticos minutos, avanzaron y Jonathan vio con sorpresa un claro que había quedado sembrado de cadáveres de Uzkys.

A partir de ahí, la cacería se intensificó y sin duda aquel sujeto tenía un especial instinto para dar con las guaridas de aquellos bichos, y lo mejor que podía decirse de aquello, era que Jonathan había adquirido una enorme destreza en el asunto. Sin embargo, después de quince días, Jonathan estaba cansado, congelado y con ganas de ver una cama, pero Mael parecía no necesitar ni calor ni descanso. Dormía poco y comía menos, pero aun así parecía que su vitalidad estaba intacta.

Aquella noche mientras estaban sentados frente a un fuego que a Jonathan le parecía que calentaba muy poco, miró a Mael que a su vez había estado sentado con los ojos cerrados y en actitud concentrada, pero de pronto había abierto los ojos y su expresión era de preocupación, lo que causó la curiosidad y casi asombro de Jonathan, ya que pocas veces él expresaba alguna emoción.

  • ¿Qué sucede?
  • Está sufriendo

Jonathan no necesitó que colocase un nombre en ningún lugar de esa frase, porque, aunque nunca hablaban de Samantha, aquel tono y aquella actitud solo podían obedecer a que pensaba en ella. Sin embargo, y aunque le preocupó aquella afirmación, no sabía muy bien qué hacer o qué decir.

  • ¿Qué quieres hacer?
  • Nada  --  dijo en tono seco

Después de eso no dijo nada más, de modo que Jonathan se preparó para descansar un rato, pero cerca de la medianoche vio que algo parecido a una sonrisa se dibujó en los labios de Mael.

  • Bien hecho, Nena 

Jonathan sabía que ni estaba hablando con él ni esperaba que dijese nada, y por el cambio de expresión, dedujo que cualquiera que hubiese sido el problema, ya estaba resuelto.

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En el Hospital de Arx y después de asegurarse de que su hija estaría bien, Dan salió acompañado de Danny a la sala de espera. Todo el peso de lo que habían vivido allí dentro pareció desbordarse al poner un pie fuera y ver los rostros angustiados de los que esperaban noticias.

Dan abrazó a Amy y las lágrimas que había estado conteniendo con tanto esfuerzo, corrieron finalmente libres por sus mejillas. Danny del mismo modo abrazó a una muy preocupada Diandra y lloró de manera convulsiva en sus brazos, pero todos interpretaron muy mal aquella reacción.

  • Dan, mi hija… ¿Qué pasó con mi hija?  --  preguntó Amy desesperada

Aderyn, sus padres y Kenneth, que había llegado en cuanto Diandra le avisó, los miraban alarmados al igual que Alaric, pero fue Kenny quien no soportó más la tensión.

  • Danny por favor  ¿Qué pasó? ¿Cómo está Samantha? 

Gail por mucho que se había esforzado en mantener la calma, tenía el rostro surcado de rebeldes lágrimas, mientras que Garlan estaba pálido y parecía a punto de perder el sentido, pero ambos aferraron firmemente sus Athame y estaban dispuestos a usarlos. El único que parecía del todo calmado era Armel, y quizá si los demás lo hubiesen notado, se habrían tranquilizado. Finalmente Danny fue el que  pudo hablar primero.

  • Están bien, los tres están bien  --  dijo el chico




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