Arzhvael (libro 5. La Heredera)

Cap. 25 Sorpresas navideñas

 

Se acercaban las fiestas de navidad, por lo que Giulian y Sam habían ido a comprar los regalos de los niños. Cuando estuvieron de vuelta venían cargados de paquetes, fuera de los que habían llegado antes que ellos y en medio de una discusión, por lo que Amy y Elar se miraron con resignación.

  • ¡Pareces un niño malcriado, Giulian Cornwall!  --  venía diciendo ella y Amy pensó que ya podía ir suprimiendo el pareces
  • ¡Eres muy injusta, Sam!
  • ¿Injusta? ¡Querías vaciar todas las tiendas de Kelten!
  • ¿Y qué? Son mis hijos
  • Y no necesitan ni la mitad de lo que compraste
  • Tal vez no ahora, pero después…
  • ¡Pues entonces se les compra después!  --  y dicho esto le dio la espalda y abandonó el salón con Giulian protestando tras ella

Sam procuraba pasar la mayor parte de su tiempo  con los niños y le parecía que crecían muy de prisa. Brendan y Elijah pronto cumplirían tres años,  los gemelos ya tenían cuatro meses y eran idénticos hasta en el último detalle. Tenían el cabello tan negro como el de sus padres y los ojos del mismo color violeta que ella, pero por lo demás eran copias al carbón de Giulian. Sus mismas facciones, el mismo hoyuelo en el lado izquierdo al sonreír y la misma sonrisa que según la versión de Amy, había hecho perder la cabeza a casi todas las chicas en su época de  estudiante. El sistema que seguía usando su padre para diferenciarlos era el pequeño lunar sobre sus hombros, mientras que Sam, nadie sabía cómo, siempre sabía quién era quién.

Un sábado en la mañana cuando Giulian estaba terminando de vestirse para bajar, Crappy apareció en la habitación. Tenía cara de consternación y se retorcía las manos.

  • ¿El amo puede venir al cuarto de los niños?  --  preguntó la Nisser

Giulian salió disparado al ver la cara que tenía la Nisser y pensando en cualquier cantidad de calamidades. Cuando abrió la puerta gimió internamente, pero el grito debió ser audible en todo el Castillo.

  • ¡Saaaaammm! 

Samantha que en ese momento se encontraba con sus padres, dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia la puerta con sus padres detrás. Cuando llegaron a la puerta de la habitación de los niños, se dieron cuenta de qué era lo que había causado el grito de Giulian.

Juguetes, mamilas, adornos, un par de cuadros y hasta los cojines del sillón, orbitaban alegremente por todo el cuarto mientras los bebes reían felices.

Sam soltó una alegre carcajada y le pidió a su padre que se llevara a Giulian de allí, porque estaba empeñado en detener aquella danza de objetos voladores y varios ya lo habían alcanzado propinándole dolorosos golpes. Sam de forma más inteligente que su marido, primero se acercó a los gemelos, les sonrió, les hizo unas cuantas caricias y luego con un simple conjuro detuvo todo aquello. Después de eso Crappy se dedicó a ordenar todo mientras Sam abrigaba  a los niños para bajar al jardín.

Pero aquel día estaba destinado a hacer que Giulian enloqueciera, porque después del espectáculo de los juguetes voladores en el cuarto de sus hijos, se le había quitado el hambre, de modo que Dan e Iván lo acompañaron al estudio, pero para su desgracia, apenas entraron se encontraron con otro desastre esta vez protagonizado por Brendan.

Brendan en los últimos tiempos se había vuelto un chico muy tranquilo y sosegado, y tanto él como Elijah se pasaban el día viendo libros con láminas de colores, o jugando en el cuarto de los gemelos bajo la atenta mirada de Crappy. El único rasgo que pudieran considerar curioso de Brendan, era la tendencia a cambiar constantemente el color de sus ojos. Originalmente esto lo hacía Elijah en presencia de su madre y solo para adoptar el color de los de ella, pero Brendan pasaba por toda la variedad de azules y sin estar en cambios de estación como les sucedía a todos los Cornwall. Sin embargo, Brendan también era un niño que dentro de pocos meses cumpliría tres años y se había vuelto curioso, y últimamente él y Elijah se les escapaban con frecuencia para ir a explorar. Pero con todo, hacía tiempo que no habían causado ningún estropicio hasta ese día.

Apenas los Arzhaelíes entraron al estudio, desearon no haberlo hecho. Había hojas de papel esparcidas por todo el piso y tanto las paredes como la alfombra, estaban manchadas de tinta, y en medio de todo aquel desastre, estaba Brendan con su cabello de un color cercano al vino tinto y manchado de tinta de pies a cabeza.

  • ¡Por los Tesoros del Gran Druida!  --  exclamó Dan  --  ¿Brendan qué haces?
  • Toy pintando  --  dijo el niño con inocencia  -- ¿Te gusta?  --  dijo acercándose con un papel que chorreaba tinta por todas partes.

Giulian tenía deseos de gritar y lo único que se le ocurrió fue gritar el nombre de su mujer de nuevo, mientras Iván hacía una mueca de fastidio, porque el grito le hería los oídos.

  • ¡Saaaaammm!

Ella que venía bajando en ese momento con los gemelos, se dirigió al lugar de procedencia del grito.

  • Por todos los cielos  --  dijo riendo  --  ¿Tú hiciste todo esto, Brendan?
  • Sí mami  --  dijo el niño  --  ¿Te gusta?  --  repitió enseñándole el papel entintado
  • Pues la verdad es que está muy bonito, mi amor --  y el pequeño sonrió feliz, con lo que sus ojos cambiaron a un azul eléctrico espectacular  -- Pero ahora cariño, debes tomar un baño ¿De acuerdo?




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