Giulian despertó sobresaltado, se había quedado dormido en el sillón, lo que significaba que Sam no había regresado aún. Todavía estaba oscuro, miró la hora, las cuatro de la mañana. Se puso de pie y salió, registró toda la casa y no la halló. ¿Dónde, demonios se había metido? Dan le aseguró que estaba en casa, pero dónde. Volvió a su habitación, tomó la bata de dormir de ella y aspiró su olor. Contempló la cama, mudo testigo de tantas noches de pasión, de entrega, de amor. ¿Dónde estás, princesa? Se sentó en un sillón, porque no podía acostarse, no si ella no estaba a su lado. Fue testigo de un amanecer sin sol y sintió que llamaban a la puerta. Su corazón se aceleró, pero luego pensó que era una tontería, ella no haría eso, tenía la costumbre de irrumpir en las habitaciones sin llamar, y si no lo hacía en otras, menos en la propia. Sonrió al recordar eso mientras caminaba hacia la puerta.
Pero al ver que su amigo mostraba todas las señales de una noche sin sueño, incluidas las mismas ropas, comprendió que su hija seguía sin aparecer.
Dan lo miró y consideró por primera vez, que su amigo había cometido un terrible error al enamorarse de su hija. Había perdido por completo la cabeza. La extraña atracción que ejercía su hija sobre los hombres, estaba matando a Giulian.
Dan se sentó a esperar que estuviera listo para bajar, de modo que Giulian se sorprendió cuando salió del baño y Dan aún estaba ahí.
Antes de bajar pasaron por la habitación de los gemelos, la de las trillizas y por la de Brendan y Elijah, pero Sam no estaba en ninguna.
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Samantha se había despertado con una extraña sensación de soledad. estiró el brazo en forma automática buscando a Giulian, y entonces recordó dónde estaba y por qué. Se levantó y miró la hora. Las ocho treinta. Era sábado, sus padres probablemente estaban en el desayunador. Caminó hasta su habitación, se asomó con cuidado y se dio cuenta que él no estaba allí. Entró y se fijó que la cama estaba hecha ¿no había dormido ahí? Se dio una rápida ducha, se vistió y fue a ver a los niños, jugó un rato con ellos y luego decidió salir al jardín. Estuvo caminando hasta llegar a la orilla del lago. Miró hacia la casa y pensó en volver, pero aún no estaba lista. Relajó su mente y acompasó su respiración.
Después de desayunar, Amy y Elar subieron con los niños mientras que Dan, Iván y un muy abatido Giulian se fueron al estudio. El primero se asomó a la ventana y se quedó paralizado.
Por el tono de su voz, él supo de inmediato que se trataba de Sam. Corrió a la ventana y la vio. Si no hubiera estado tan aterrado, la visión habría resultado digna de una pintura. Sam llevaba un vestido blanco que se mecía con el viento, al igual que sus largos y negros cabellos, pero lo más impresionante era que flotaba de forma similar a la vez anterior, solo que en esta ocasión era a un par de metros por encima del lago, los dos hombres emprendieron la carrera hacia el jardín trasero, pero Iván les llevaba ventaja y en esta oportunidad no chocaron con ella, sino que cuando llegaron al sitio, seguía en la misma posición.
Sam percibió la llegada de ellos, los había visto venir, pero aún así, se demoró unos cuantos minutos más antes de bajar. Abrió lentamente los ojos y los miró. Los tres tenían cara de haber sido petrificados.
Ninguno de los tres reaccionaba. Con un ligero movimiento de su mano, una ráfaga de aire azotó sus rostros.
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Editado: 29.01.2023