Arzhvael (libro 7. La Argolla Mágica)

Cap. 23 Dolorosa conversación

 

Sam se levantó muy temprano y después de un apresurado desayuno en compañía solo de Iván, Elar y su madre, anunció que debía salir.

  • ¿Compras de última hora?  --  le preguntó Iván ya que ese día no tenían que ir a Arx 
  • No, no voy de compras  --  le dijo ella acercándose, sentándose en sus piernas como cuando era niña y dándole un beso
  • Esa es una imagen que sigue sin gustarme de manera especial  --  dijo Dan que venía entrando en ese momento y todos rieron de sus muy necios celos
  • ¿Quieres compañía?  -- le preguntó Iván a Sam
  • No esta vez, pero gracias

Después de eso abandonó el comedor, se fue hacia el Dver y unos segundos después estaba en la casa de los McKenzie. Aunque Sam podía simplemente materializarse en aquella casa como en cualquier otro lugar, ella siempre prefería hacerlo de forma tradicional y no ir por ahí invadiendo la privacidad de nadie. El Nisser que la recibió le dijo que los señores estaban en el comedor y le pidió que esperase un momento.

  • ¡Sam querida, que sorpresa!  --  exclamó Anne acercándose a ella
  • ¿Cuándo dejarás de anunciarte como si fueses una extraña?  --  le preguntó Peter  --  Sabes que esta es tu casa
  • Gracias Peter 
  • ¿Y qué te trae por aquí? ¿Está todo bien?  --  preguntó Anne
  • Sí, solo quería hablar un momento con Aelig si no tienen problemas
  • Por favor hija ¿qué problema vamos a tener? Está en su habitación  --  le dijo Anne

Aelig había estado en su habitación prácticamente desde el día del cumpleaños de las trillizas y de Aria, sabía que sus primos estarían furiosos con ella y si ordinariamente no le prestaban mucha atención y en algunos casos se esforzaban por fastidiarla, ahora serían directamente desagradables si se encontraba con ellos. Ese día se había levantado temprano, pero como de costumbre le pidió a la Nisser que la atendía que le llevase el desayuno a su habitación. Mientras comía se había mirado al espejo arrugando el ceño, odiaba ser rubia, lo encontraba tan vulgarmente común y le habría gustado mucho tener el cabello negro como su tía Samantha.

Dejó la mesa y comenzó a pasearse por la habitación. Todos los hechos de su vida estaban ligados a aquel lugar, ya que pocas veces lo había dejado y solo por breves períodos de tiempo para ir a visitar a sus abuelos a Rusia. Miró la fotografía de su madre y pensó que no tenía verdaderos recuerdos de ella, la única madre que había conocido era su abuela y con el tiempo pasó a adorar a su tía Samantha. Habiendo residido toda su vida en aquella casa, fue inevitable que en diferentes ocasiones escuchara a sus abuelos discutir con su padre, y como en casi todas esas discusiones salía a relucir el nombre de su tía, con el tiempo sacó en claro que su padre tenía algún problema relacionado con Samantha y el nombre del mismo era enamorado. Al principio Aelig no entendía bien el asunto, pero cuando estuvo algo mas grande y habiendo leído en exceso ya que se pasaba la vida en la biblioteca, comprendió cuál era el verdadero problema de su padre, pero en su opinión aquello no lo era en realidad, ya que según lo que había leído, cuando la gente se enamora se casa y listo. No obstante, después de pensarlo un poco entendió que ciertamente lo tenía, porque su tía ya estaba casada.

Se sintió muy desilusionada y casi se olvidó del asunto hasta que se enteró que la gente podía divorciarse, ese nuevo conocimiento activó su deseo y pensó que aún su padre tenía una oportunidad. Por supuesto sus primos serían un serio obstáculo, ya que en realidad Aelig no soportaba a nadie que le hiciera sombra, ni siquiera sus hermanos le agradaban. El mundo perfecto para Aelig, era uno donde su papá y su tía estuviesen casados y solo la tuviesen a ella, sobre todo desde que se había enterado que cuando era una bebe, Samantha la había rescatado de las manos de un peligroso individuo que la había secuestrado, así que estaba segura que su tía la quería más que nadie.

Sin embargo, por muchas vueltas que le dio al asunto, no encontraba una solución hasta que, hacía poco había leído en una revista que le había prestado una de sus amigas de la escuela, un artículo donde hacían referencia a la pasada vida de Giulian y pensó que aquello podía ayudarla a deshacerse de ese odioso sujeto y entonces su tía sería para ellos. Aelig decidió investigar un poco más y acudió a la biblioteca de la escuela, comenzó a ver números atrasados de periódicos y revistas, pero mientras periódicos encontró muchos, revistas solo una y estaba allí únicamente como muestra de los diferentes tipos de publicaciones que existían, de modo que se decidió por una vía más expedita y se suscribió a  Rosa a la Carta, la revista que le había mostrado su amiga, y acto seguido le escribió a los editores pidiendo números atrasados, y en cuanto los recibió comenzó a leer frenéticamente poniendo especial atención en la época en la que Giulian iba a la escuela, evidentemente se había escrito mucho acerca de los gemelos Cornwall, pero el verdadero hallazgo lo había hecho poco antes de salir de vacaciones y en un número que correspondía a una época posterior, porque se trataba de una transcripción del desdichado artículo escrito por Newyddia donde describía la pelea entre Giulian y Kenny. Ese día Aelig se sintió realmente enferma y odió más que nunca a Giulian, en su mente infantil y sin una guía adecuada, el culpable de que su padre y Samantha no estuviesen juntos era Giulian Cornwall, y se juró que haría todo lo posible para separarlos. Su plan comenzó informando a las trillizas de la conducta impropia de su padre, porque suponía que eso tarde o temprano crearía un problema lo bastante serio como para terminar con ese matrimonio, y por un momento creyó que estaba dando resultado y que el mismo imbécil de Giulian la estaba ayudando cuando sucedió lo del hospital, y no solo las trillizas sino todas las demás parecían querer asesinarlo, pero parecieron olvidarse de ello y Aelig pensó entonces que el asunto no estaba funcionando y que tendría buscar otra manera. Suspendió sus pensamientos cuando escuchó que llamaban a la puerta, de modo que dio su permiso para entrar y cuando vio de quien se trataba, corrió hacia ella.

  • ¡Tía!  --  exclamó lanzándose en sus brazos
  • ¿Cómo estás, cariño?
  • Bien tía  -- pero enseguida bajó la mirada  --  Vienes a regañarme por lo que sucedió con las trillizas ¿verdad?
  • No, solo quiero que conversemos un momento
  • Sé que estuvo mal lo que hice  --  dijo aun con la cabeza baja  --  no debo molestarlas tanto, pero…  --  y aquí levantó la cabeza y la miró  --  es que me parece que ellas no son buenas contigo tía. Si yo tuviera una madre como tú, no me portaría como ellas lo hacen. Ya sé que eso no justifica lo que hice, pero en ese momento no lo pensé




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