Arzhvael (libro 8. Razas)

Cap. 11 Los Elfos

 

Los elfos eran criaturas esencialmente mágicas, con características físicas parecidas a las de los humanos; poseían una estatura superior a la del humano común al igual que los Arzhvaels, pero si bien compartían con éstos su belleza de rasgos, mientras en los Arzhvaels había variedad en cuanto al color de ojos y cabellos, en los elfos prácticamente no y todos tenían el cabello rubio platino casi blanco y los ojos azules, eran escasísimos los que tenían el cabello más dorado que platinado y menos aun los que tenían los ojos color aguamarina[1]. Eran extremadamente ágiles y muy diestros con el arco; eran serios, pero amables, aunque se relacionaban poco a nivel social con los Arzhvaels, porque, aunque los consideraban una raza superior a la humana, ellos se veían a sí mismos mucho más inteligentes y sensatos. No obstante, esto no había entorpecido las buenas relaciones entre ambas razas e incluso había uniones matrimoniales entre ellas, aunque no eran comunes y la posible descendencia de esas uniones, seguía siendo considerada como perteneciente a la raza elfica.

La organización de la sociedad elfica funcionaba de manera análoga a la Arzhvael, con la única diferencia de que los elfos tenían reyes y príncipes que regían sus destinos. Había cuatro comunidades importantes de las que dependían las más pequeñas, a saber: Endielin, que eran los elfos del norte y estaban gobernados por Gwier Llyn; Ylwyn, habitada por los elfos del sur y cuyo gobernante era Amrod Faelvir; Garselid era la comunidad de los elfos del este, cuyo señor era Ysandar Lorielid; y Evendil que era el hogar de los elfos del oeste, gobernada por Caedmon Galen. Estos cuatro sujetos gobernaban con honestidad y justicia a su pueblo, y tenían muy buenas relaciones entre ellos. No se llamaban a sí mismos reyes, sino señores, aunque sus sucesores sí recibían el título de príncipes o princesas. Aunque ellos tenían dominio absoluto sobre su pueblo, estaban sometidos a su vez a Isalfar, señora de todos los elfos. Isalfar y su ejército, comandado por Abiel quien por cierto era un Lorielid de sangre, no tenían un lugar fijo de residencia y transitaban libremente por los bosques dedicándose a lo que consideraban su principal tarea, es decir, la de proteger a su madre naturaleza.

Sin embargo, esta organizada sociedad tenía un enemigo común, los Svartálfar. Los Svartálfar eran elfos también, pero a diferencia de los antes descritos, éstos eran seres malignos. Nadie parecía saber con exactitud cómo estaban organizados éstos sujetos y con seguridad nadie había estado en sus dominios a los que denominan Dänjordsky, de modo que si bien había algunos elfos que habían seguido a los Svartálfar, ninguno había logrado trasponer las entradas a las entrañas de la tierra y ni siquiera estaban muy seguros que de haberlo logrado, hubiesen hallado sus comunidades, ya que Isalfar les había advertido que para un elfo de la luz era sumamente peligroso descender a los dominios de los Svartálfar y con pocas posibilidades de éxito, siendo lo más probable que se perdiesen en los laberintos de las profundidades de la tierra, de manera que los elfos habían renunciado a descubrirlos por ese camino.

La cuestión era que los Svartálfar en los últimos tiempos habían pasado de los ataques aislados, los secuestros y los hurtos que habían sido su método para fastidiar a sus parientes, a ataques a mayor escala. Lo anterior había llevado a los señores a reunirse en una primera sesión que sirvió para discutir sus planes de defensa. La mayoría de los miembros del concejo se mostró de acuerdo con lo expuesto, pero Caley, el hijo mayor de Caedmon, opinaba que, si bien estaba de acuerdo con las disposiciones generales de defensa, no lo estaba con la decisión de esperar a ser atacados para defenderse y pensaba que debían darle caza a los Svartálfar.

  • No podemos quedarnos en nuestras ciudadelas esperando a que vengan por nosotros, creo que tenemos que ir por ellos y sorprenderlos  --  dijo cuando le concedieron la palabra
  • Caley, los Svartálfar son peligrosos y traicioneros  --  dijo Gwier Llyn  --  nos guste o no, son elfos, pero están muy lejos de exhibir la honestidad y lealtad que nos caracteriza. Ir tras ellos solo nos acarreará pérdidas, porque te recuerdo que son los únicos que pueden matarnos

Aquella era otra características de los elfos, no podían morir por una herida común, ya que poseían poderes mágicos para curarse a sí mismos y a los demás, tampoco eran susceptibles a ningún veneno, pues estaban protegidos por ser originarios de la naturaleza que era de donde provenían todos los venenos, de modo que solo podían morir por la mano de uno de su misma especie, algo esto último que Gwier tenía muy presente, porque aunque ciertamente su hija Enid había resultado muy lastimada en los hechos de Velalaika y la habían atacado con veneno de Midgard, éste en realidad no resultaba mortal para los Elfos como para los Arzhvaels, pero lo que ellos nunca les dijeron a los Läkares que la habían atendido, era que un Svartálfar había sido quien casi mata a su hija. Ellos habían hecho todo cuanto habían podido para devolverle la salud a Enid, pero, así como ellos nunca le habían dicho a los Arzhvaels que aquello en parte era obra de un Svartálfar, Samantha y Armel nunca les dijeron a ellos que Enid no estaba colaborando y que deseaba morir.

  • Con todo respeto, mi señor Gwier  --  siguió diciendo Caley  --  para el resto de ustedes es fácil mostrarse tranquilos y quedarse cómodamente en sus ciudadelas, porque están lejos de sufrir los daños que podemos sufrir nosotros en Evendil.
  • Caley  --  dijo Caedmon en tono de advertencia
  • Lo siento padre, pero lo que estoy diciendo es cierto  --  continuó él  --  nuestra comunidad es la más vulnerable, porque todos sabemos que esté donde esté Dänjordsky, el punto de entrada y salida debe estar al oeste. Son las comunidades del oeste las que más han sufrido sus ataques, somos los que mayores pérdidas hemos sufrido incluida la de Ainsley




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