Arzhvael (libro 8. Razas)

Cap. 17 Garlan

 

Cináed McAilpín había sido un poderoso guerrero vikingo descendiente por línea materna de Kernow, aquel que diese origen a los Cornwall. Cináed se había unido a Hed, una Skjaldmö, y siendo que Cináed carecía de más parientes vivos, fue el que dio origen a la dinastía McEwan, uno de los clanes escoceses más poderoso y peligroso.

Los McEwan actuales al igual que los antiguos, vivían en los Highlands, su propiedad familiar más antigua era Blairhall, un castillo fuertemente fortificado, pero que con los años si bien seguía siendo inaccesible y seguía habiendo vigías en sus almenas, sus actuales ocupantes eran aparentemente menos feroces que sus ancestros. Una vez que se cruzaba el puente que estaba sobre el foso y que daba acceso al interior, el visitante tenía la impresión de haber entrado a un mundo totalmente diferente y que no tenía nada que ver con la austeridad de los muros exteriores, ya que un hermosísimo y extenso jardín les daba una amable bienvenida.

El castillo había sufrido poco deterioro con el correr del tiempo y en su interior se conservaban muchos de los tesoros artísticos de la familia, y en el ambiente flotaba el olor a madera, a antigüedad y clase.

Este era el lugar donde había nacido y crecido Garlan McEwan, donde vivían sus padres, y lo que podía llamar con orgullo su hogar. La familia de Garlan estaba compuesta por sus padres Glavern y Eirwyn, su hermano mayor Glenwer y sus hermanas Dilys y Edlys, siendo Garlan el menor de todos.

Los McEwan habían tenido a sus primeros tres hijos en rápida sucesión, de manera que solo se llevaban un año entre ellos, pero en el caso de Garlan había nacido tres años después de la última de sus hermanas. Este chico había sido el no planificado y ciertamente no esperado, ya que después del último parto de la señora McEwan, los Läkares le recomendaron detenerse allí, ya que éste había sido sumamente problemático y si quedaba embarazada de nuevo, eso podía representar un riesgo para su propia vida. Sin embargo, cuando las cosas van a suceder suceden cueste lo que cueste, afortunadamente, y aunque en verdad Eirwyn se vio muy mal y en varias oportunidades estuvo a punto de perder al bebé, aquel obstinado muchachito estaba decidido a nacer y lo hizo una tormentosa noche del mes de diciembre, y su madre estuvo a punto de morir desangrada.

A pesar de que Glenwer ya tenía cinco años para el momento en el que nació su hermano, se alegró mucho, ya que no le parecía divertido tener dos hermanas, aunque Dilys era tan terrible como un chico. No obstante, los planes de Glenwer amenazaban con verse muy disminuidos por el empeño de su madre en sobreproteger al nuevo integrante de la familia. Fue evidente desde el minuto cero que, a pesar de que Eirwyn casi había muerto desangrada al momento del nacimiento, había perdido su distinguida y hermosa cabeza por su retoño, así como en breve fue evidente también, que el mencionado retoño no sería de la clase susceptible a dejarse proteger.

Lo que también se hizo patente desde un principio, fue que el chico sería una copia fiel y exacta de su madre, desde el cabello hasta el color de los ojos, porque mientras los otros tres hijos tenían el cabello rubio clarísimo y los ojos azules como su progenitor, Garlan si bien era rubio y seguiría siéndolo, el tono de su cabello era mucho más oscuro que el de sus hermanos y su padre e igual al de su madre, y en el caso de sus ojos, eran del mismo verde intenso que los de su progenitora, y para coronar todo el asunto, poseía también las mismas facciones de Eirwyn, aunque cuando creciese, éstas adquirirían los rasgos varoniles que cabía esperar y que lo convertirían en un hombre groseramente atractivo. Lo único que Garlan parecía haber heredado de su progenitor, aparte de su probada peligrosidad, era su ácido humor, de manera que durante sus primeros años de vida a todos les parecía gracioso escuchar a aquel pedacito de gente expresarse de la forma que lo hacía, y a medida que fue creciendo se volvió aun más cáustico, lo que nadie entendía era que a pesar de ello la gente igual parecía adorarlo, y su hermano había llegado a la conclusión de que a lo largo de la vida de Garlan, seguiría sucediendo lo que había sucedido durante sus primeros años y las personas escucharían lo que decía, pero se sentirían hipnotizadas por sus hermosos ojos, o por su innegable atractivo, y una o ambas cosas los haría ignorar la antipatía del chico.

Glenwer no solo se parecía a su padre en el aspecto físico, sino que tenía el mismo humor ácido, pero también podía exhibir el carácter amable de su madre. El chico amaba a su hermano, pero la mitad del tiempo quería quitarle la cabeza, ya que Garlan no solo era antipático, algo a lo que se habían acostumbrado pronto, sino que era inquieto, disponedor, audaz y la mayoría de sus fechorías solían terminar muy mal para Glenwer que era a quien endilgaban el desastroso comportamiento del menor.

No le iba mucho mejor a su hermana Dilys a quien Garlan había derribado limpiamente del pedestal donde sus padres la habían colocado como el mayor dolor de cabeza de la familia, algo que lejos de traer tranquilidad a la chica la había enfurecido, ya que no era capaz de asimilar que aquel necio muchachito fuese mejor que ella para causar caos. Sin embargo, y a pesar de que Garlan era tan pesado con ella como con los demás, Dilys terminó sucumbiendo a la extraña atracción que parecía ejercer el niño sobre todo el mundo.

A Edlys le iba muchísimo mejor que a los demás, porque por algún motivo Garlan parecía sentir un mayor afecto por la niña y al menos que la familia supiese, jamás le gastó una de sus bromas ni le hizo ninguna maldad de la clase de las que solía hacerle a Dilys o a Glenwer, y cuando llegaron a la escuela a pesar de que Edlys iba tres años por encima de él, fue más de uno el que tuvo que vérselas con aquel pequeño energúmeno si tenían la desgracia de que Garlan los pillase en compañía de su hermana.




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