Arzhvael (libro 8. Razas)

Cap. 29 Elijah

 

Mientras Mael veía a su hijo dormido y una vez que había logrado si no eliminar el dolor lacerante que estaba destrozando su corazón, sí adormecerlo, volvió a pensar en lo sucedido más temprano mientras estaban en el bosque.

Lógicamente Mael estaba al tanto del poder con el que había nacido su hijo, mismo que residía en su sangre debido a su herencia, así como el que le había sido concedido por las deidades familiares, pero con respecto a este último no había vuelto a pensar en ello después de los sucesos de Broceliande. Él siempre había estado mucho más preocupado porque el desarrollo de Elijah marchase tan normal como fuese posible, y en apariencia así había sido, aunque él vivía angustiado por todo lo que le habían hecho en aquel desgraciado laboratorio.

Aunque todo machaba aparentemente bien, no habían dejado de notar que no solo la inteligencia de Elijah iba muy por delante de la de los niños de su edad y era algo que siempre habían podido comprobar en forma inmediata, ya que en teoría Brendan y él tenían la misma edad, y aunque el primero también era muy inteligente y aplicado, Elijah seguía superándolo. Por otra parte, su desarrollo físico también era diferente, porque Mael se recordaba perfectamente a sí mismo a aquella edad y no había exhibido ni la estatura ni la complexión de su hijo y por el contrario, hasta que cumplió doce parecía más bien enfermo por su extremada palidez y delgadez. De modo que a pesar de que Elijah había dejado de estar bajo la influencia de los químicos desde que él lo sacó del laboratorio, evidentemente éstos tenían que haber dejado algún residuo que había contribuido al desarrollo físico y mental del chico. Iván siempre había sostenido que tal vez con relación al físico Mael pudiese tener razón, pero en cuanto al mental, él sostenía que Elijah simplemente era muy inteligente y que eso no debería sorprender tanto a su padre, ya que tanto él como Sam lo eran y mucho, pero Mael no estaba seguro de que lo dijese solo para tranquilizarlo.

Él había logrado vivir con toda esa angustia, pero en las presentes circunstancias se estaba preguntando si todo lo que le hicieron a su hijo iba a afectarlo a nivel emocional, porque no sabía qué más decirle para convencerlo de lo mucho que lo amaban y que a nadie le importaba que no hubiese sido concebido de la forma tradicional.

Elijah comenzó a moverse sacando a Mael de sus pensamientos, y aunque lo primero que le vino a la mente al niño fue saludar a su padre, los recuerdos recientes entraron con rapidez y frunció el entrecejo antes de incorporarse en la cama.

  • Hijo…
  • Deja de llamarme hijo  --  lo interrumpió él  --  tú solo fuiste un donante involuntario y ya no tienes que fingir interés  --  concluyó mientras abandonaba a toda prisa la habitación

Aunque Mael lo entendía, aquella obstinada terquedad ya comenzaba a molestarle, de modo que salió tras él con intenciones de hacerse escuchar, pero en ese momento el chico se había detenido a mitad de pasillo y miraba con atención una pintura.

  • ¿Quién es ella?  --  preguntó

Mael se acercó y después de mirarla durante unos segundos y de registrar frenéticamente en su mente buscando un nombre, se dio por vencido.

  • No recuerdo haber sabido su nombre, pero sin duda alguna se trata de la esposa de alguno de nuestros antepasados, porque sabes que los berserkers no engendran hijas

Sin embargo, después de contestarle Mael se fijó bien en la expresión de su hijo que parecía más de horror que de admiración y siendo que un principio él había creído que lo que había llamado la atención de Elijah era la belleza de la mujer de la pintura, lógicamente se sintió curioso y miró de nuevo a la retratada.

En el castillo había docenas de pinturas como aquella, ya que habían sido muchos los Berserker que lo habían habitado a lo largo de los siglos y todos solían mandar a pintar a las mujeres de las que se enamoraban llegasen a ser sus esposas o no, de manera que era una tarea ímproba aprenderse todos los nombres. Sin embargo, Mael intentó hacer memoria con relación a aquella, pero solo recordó muy vagamente que era una historia trágica de las que había muchas en su familia debido a que no todos los Berserker lograban hacerse con el amor de las mujeres de las cuales se enamoraban y las mismas terminaban asesinadas, de manera que decidió guardar silencio, porque no encontraba prudente decirle aquello a su hijo en ese momento.

  • Elijah ¿por qué te…?
  • Yo sé quien es  --  lo interrumpió el chico
  • ¿Cómo dices?
  • Que yo sé quién es ella  --  repitió él y Mael lo miró con lógica extrañeza, porque si no lo sabía él, difícilmente podía saberlo Elijah, pero la extrañeza pronto se convertiría en auténtico asombro  --  Es Itrais  --  agregó Elijah

Mael abrió los ojos con incredulidad, porque desde luego él sabía quién era Itrais. En su época escolar y al igual que todos los que tenían una mediana inteligencia la evitaba tanto como le era posible, de modo que, aunque nunca se había detenido muy cerca de ella, y aunque eso no había evitado que ella lo fastidiase, estaba seguro que la oscura energía que merodeaba por los pasillos de los pisos superiores de Develieng no guardaba ninguna semejanza con la mujer de la pintura.

  • Elijah eso no es…
  • ¡Es ella!  --  insistió el niño




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