Arzhvael (libro 9. Alianzas)

Cap. 39 No existe el amor en paz

 

Kennocha Belcescar era una mujer bella como todas las de su raza y por la que muchos de los miembros masculinos de la Orden estaban locos, pero ella se había empeñado con ahínco en conquistar por lo menos a uno de los cuatro posibles sujetos más influyentes y más atractivos de su mundo. Su primer objetivo había sido Danny Douglas, pero este individuo había levantado una barrera infranqueable entre ellos y habría sido muy estúpido de su parte arriesgar su puesto insistiendo en algo que era obviamente imposible, aparte de que Diandra Douglas era una mujer de armas tomar.

Su segundo objetivo había sido Giulian Cornwall, igualmente famoso e influyente, rico y groseramente atractivo. El problema con este hombre era Samantha Cornwall. El parecía sinceramente enamorado de su esposa y poco dispuesto a traicionarla. Sin embargo, ella aún no renunciaba a conseguirlo.

El tercero había sido Mael Berserker, con una ascendencia quizá no tan limpia como los dos anteriores, pero groseramente rico, famoso, influyente y extremadamente apuesto, poseedor además de unos llamativos ojos color esmeralda que no poseía ningún otro hombre que ella hubiese visto jamás, algo lógico pues aquel color solo lo tenían los berserker puros. Sin embargo, aquí se había encontrado con una barrera quizá aun mayor, pues, aunque Kenocha no había vivido de cerca la historia de Mael, había escuchado a sus compañeras y todas aseguraban que él amaba a Samantha. No obstante, Kenocha sabía lo suficiente de los berserker como para que aquella historia le resultase inconsistente, porque si bien ellos tenían un hijo, lo más probable era que la tonta de Samantha se hubiese enamorado de aquel sujeto en su juventud con aquel resultado, pero sin duda él no la amaba de ese modo o ella no se habría casado con Giulian Cornwall, ya que, si Mael la hubiese amado realmente, ninguno de los dos estaría vivo. Sin embargo, fuera como fuere, Mael ni siquiera miraba a ninguna chica que llevase un uniforme de la Orden y ella no había conseguido de él nada más allá de un formal y frío saludo las pocas veces que estaba por allí, porque además casi nunca estaba en Arx.

El siguiente en su lista era Garlan McEwan, y si bien este hombre era sumamente atractivo, aunque nadie lo era tanto como Mael, también era tremandamente intratable, pero tenía a su favor la grosera fortuna y la importancia de su apellido. No obstante, Garlan aparte de que casi la mata en el entrenamiento, y no como a Samantha y de acuerdo a la historia que todo el mundo conocía por haber sido algo brutal y que Samantha había soportado, sino a punta de agotadores ejercicios que ella nunca supo cómo había soportado, una vez finalizado el entrenamiento, en una ocasión en la que ella le buscó conversación, el patán aquel le había dicho, o más bien le había gritado en medio del patio, que si bien estaba obligado a trabajar con ella y a dar su vida por ella, nunca le sería ni siquiera medianamente agradable, de modo que evitase dirigirse a él a menos que quisiese pasar tan mal rato como se lo hacía pasar a él su sola presencia. Kenoccha se moría de la vergüenza, pues como se dijo, esto se lo había gritado en medio del patio, y su otra mitad, leáse Alaric, la miraba con un desprecio insultante, y aunque nunca había tenido ningún problema con él, lo que ella no sabía, era que, por algún motivo desconocido, especialmente para Alaric a quien le gustaban todas las féminas, no soportaba a Kenocha y de hecho se había ganado las burlas de Phillip y de Armel por ello. Y, por otro lado, él nunca formó parte de la lista de elegibles de Kenocha y no por falta de atractivo que, en opinión de las chicas de la Orden, era superior al de Garlan o al de Danny, sino que era una cuestión de instinto, y aunque ella no lo sabía, el tiempo respondería a esa interrogante.

El último de sus objetivos había sido Kenneth McKenzie, aunque menos famoso que los anteriores y con una fortuna mucho menor, provenía de una familia muy influyente en su mundo y estaba rodeado de un halo de misterio que resultaba muy atrayente. Sus misiones siempre eran las más peligrosas y secretas y era casi inaccesible, pero aquí la barrera había sido explícita e igualmente infranqueable. Kenny McKenzie había dejado claro que bajo ninguna circunstancia traicionaría el inexplicable amor que sentía por Samantha Cornwall.

De modo que Kennocha había descartado de plano tanto a Danny, en beneficio propio, como a Kenny por petición expresa y nada delicada de parte del hombre de que lo dejara en paz; y con Mael ni siquiera había tenido una oportunidad. Sin embargo, no perdía las esperanzas con Giulian, ya que había encontrado un punto débil en aquel sujeto. Él había sido uno de los más célebres conquistadores de su época escolar y por mucho que estuviera enamorado de su mujer, aún se notaba en él, el instinto de cazador nato, y aunque había dejado claro que amaba a su esposa, no parecía disgustarle tanto el hecho de que las demás mujeres manifestaran lo mucho que las atraía. Y a ese pequeñísimo detalle se había aferrado Kennocha para afianzar sus planes.

Aquella mañana precisamente, acababa de ver a Giulian abandonar la Oficina de Armel y dirigirse al patio, de modo que caminó hacia él componiendo su mejor y más seductora sonrisa.

  • Buenos días, Giulian  --  lo saludó y él se volvió
  • Buenos días, señorita Belcescar  --  le contestó

Aquella forma de dirigirse a ella era una costumbre que había adoptado Giulian desde lo sucedido en el transportador, como absurda manera de mantenerla a distancia.

  • Ya te he dicho que me parece ridícula tanta formalidad entre compañeros de trabajo  --  dijo haciendo un mohín de disgusto




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