As Helium

CAPITULO 4. Zapato perdido.

La muchachita iba todos los días a la tumba de su madre a llorar, y siguió siendo buena y piadosa.

Me habían llamado Cenicienta y todos los que habían visto la exposición de aquella foto habían hablado de inmediato sobre mí, pero muchos se negaban a reconocerme, no me importó así también como a Valentine.

Él ya se había cansado de molestarme al respecto y en su lugar había decidido atormentarme con su presencia en mi nuevo trabajo de medio tiempo.

Yo atendía un buen café en la ciudad, donde pasaban todo tipo de personajes a comprar la oscura bebida.

Valentine había asistido todos los días en la mañana, muy temprano, antes de ir a clases y yo prácticamente había tenido que madrugar cada día para atender a aquellos adictos a la cafeína. Me iba bien trabajar desde las siete de la mañana hasta las nueve y se ajustaba a mis horarios, por lo que era productivo.

Entonces llene el vaso de crema y un deliciosos Frapuchino para mi mejor amigo saliendo rumbo a su mesa. Él me dio su sonrisa más galante deslumbrando a las féminas que no dejaban de observarlo y yo voltee los ojos en señal de burla.

­—Que linda luces hoy, Ayla. —leyó el nombre en la inscripción sobre mi pecho y sonrió aún más.

—Espero una buena propina por eso. —él soltó una risa divertida y me dejo ir.

La ropa de trabajo consistía en un pantalón marrón con una camisa metida a la cintura, coronado con un delantal de un marrón más oscuro que el pantalón.

Llevaba el cabello amarrado en un firme moño sobre mi cabeza y las mangas remangadas, por pedido de la dueña quien se había enamorado de Valentine y entonces me había dado cuenta de que lucía toda profesional con aquella ropa de trabajo.

Regrese a mi puesto detrás del mostrador y espere a que el próximo cliente entrara por la puerta, haciendo sonar aquella peculiar campanilla y tarareando suavemente la canción que sonaba bajo pero perfecto por la tienda.

Había empezado mi trabajo hace una semana después de aquel incidente de la foto, aunque realmente no era un incidente.

Cuando había regresado a verla me había topado con la sorpresa de que ya no estaba puesto que la habían vendido, y según el guardia de seguridad, fue a un muy buen precio, no supe como sentirme al respecto, como sentirme cuando otra persona podría estar viendo mi foto en estos momentos.

Pensé en pedir regalías por ello ya que tenía gastos apartes que mi beca en la universidad que no podían pagar, pero en vista de que eso sería papeleo y muchas visitas, desperdiciando tiempo que no tenía, abdique a la idea.

Las campanillas de la tienda volvieron a sonar y prepare mi mejor sonrisa, una que me había estado matando en practicar en los últimos días, sonrisa que Valentine me había dicho que era forzosamente cortes y yo le di un aprobado por ello, una sonrisa que se me borro cuando mis hermanastras entraron y me observaron aturdidas, así como yo.

Esperaba habérmelo imaginado porque ellas no compraban café por sí mismas, ya que siempre me mandaban a mi esos recados, aunque ahora que yo no estaba entonces… habían decidido buscarlo ellas mismas y como nuestra tienda estaba ubicada en un área central, entonces…

Sí que existía la mala suerte.

—Pero mira que nos trajo el viento. —hablo Foss y Ouse rio contemplativa.

—Tiempo sin vernos, cerdita.

—Buenos días señoritas —forcé mi sonrisa de nuevo y me puse derecha—. ¿Qué desean ordenar?

—Sabes que fingir que no nos conoces no cambiara nada Ayla. —Foss torció la boca pero miro el menú.

—Suerte para ti que hoy no tenemos tiempo. Dame un capuchino. —completo su gemela.

—Un americano para mí. —ellas esperaron a que les preparara sus pedidos y en aquel tiempo parecieron notar la presencia de mi mejor amigo, a quien no se dirigieron y lo ignoraron por completo pero sobreactuaron fingiendo reír, llamando la atención de los otros clientes.

—Lo siento, no tenemos cambio para un billete tan grande. —me disculpe y Foss sonrió contenta.

—Que lastima, no tengo billetes más pequeños.

—Que poca calidad de atención. —sonrió la gemela menor.

—La cuenta va por la casa. —se acercó Marge sonriendo y las gemelas volvieron a su actuación de niñas buenas.

—Muchas gracias madame. —y ambas se retiraron sin hacer mayor escándalo que eso.




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