As Helium

CAPITULO 7. Trampa

La segunda mujer llevó a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras y malvadas de corazón.

Valentine había tomado mi mano de regreso receloso por la actitud del increíble chico delante mío, yo personalmente lo encontré agotador después de darme cuenta de la falta de enfoque que ofrecía mi vista y a continuación todos nos quedamos en silencio, un breve silencio que fue sustituido por los parlantes dando inicio al anfitrión de la noche.

—Bienvenidos damas y caballeros, señores, artistas. —saludo alguien de quien había recibido mucha información antes.

Él era Dorian Cavill, el dueño de la cadena de museos de arte más grandes del mundo, lugar en donde un futuro quería publicar mis pinturas y venderlas porque sentía que esa era mi meta, un futuro con el cual viviría de lo que me gustaba hacer.

No pude despegar mis ojos de Dorian Cavill quien aparte de tener unas cejas espesas también tenía todo el aire de magnate y fantasee con un montón de ideas en las cuales aparecía yo siendo su recién nuevo descubierto talento...

—Gracias por asistir a los cien años desde su fundación del Museo Emerald, —una ronda de aplausos y muchas sonrisas recibieron el comentario de Dorian Cavill cosa que hizo que su propia sonrisa creciera— y como honor a su fundación, tenemos un pequeño homenaje para todos nuestros grandes artistas y para nuestros fabulosos VIP.

—¿Sabías que Emerald representa al esmeralda del color de los ojos de la familia Cavill?. —pregunto Andrés, alguien a quien había olvidado por completo y me avergoncé por ello.

—¿Esmeralda?

—Si, suena tonto pero la que creo Emerald fue una mujer muy romántica de la época.

—Sí, eso lo explica todo. —murmuro Valentine a mi lado con sarcasmo y solté una risa ante ello.

—Soy Andrés, por cierto. —me extendió su mano de nuevo y no dude en tomarla esta vez estrechándola.

—Soy…

—Cenicienta. —completo él y el color volvió a cubrir mi cara.

—Eso fue porque alguien de siglas N.C. decidió nombrarme así, cosa por lo que me siento incomoda con el sobrenombre, soy Ayla y este de aquí es Valentine.

—Tu novio. —completo Andrés Cavill y yo negué con la cabeza tratando de calmarme.

—Más como un esposo que novio. —rio Valentine y yo sonreí también. Sí, eso totalmente era lo que representaba nuestra relación.

—No veo un anillo de bodas. —nos contempló el hermoso artista y yo me mordí el labio por su seriedad evitando reír.

—Es mi mejor amigo.

—Oh. —hablo como si esa fuese una gran revelación y volvió a ver hacia adelante al mismo tiempo en que señoritas y jóvenes pasaban a colocarnos anillos con una piedra diferente en cada uno, coronándose como un pequeño y dulce regalo

—Son piedras reales. —medio bromeo Andrés.

—¡¿Qué?!

—Ayla, me parece raro que yo siga aquí así que iré a dar una vuelta —me susurro Valentine al oído—. Iré por algo para beber. —hablo en voz alta y después de una elegante reverencia, él desapareció.

—Creo que me cae bien —hablo Andrés y yo trate de evitar verlo distrayéndome con la piedra en mi dedo que era entre celeste oscuro a celeste claro y luego entre amarillo y verde azulado.

—¿Te gusta Ayla? —pregunto Andrés algo que me hizo estremecer de inmediato.

—Sí, me gusta como atrapa los colores, creo que… con una buena pigmentación y muchas combinaciones podía lograrse un terminado parecido pero… —él levanto una ceja y contemplo el anillo con el mismo interés que yo antes de volvernos a distraer por la voz.

—Este es mi regalo para ustedes —volvió a hablar el señor Dorian y sonrió—. Son piedras preciosas, aunque solo diez de ellas son reales y estén entre ustedes —declaró.

A continuación murmullos comenzaron y mi vista voló de inmediato hacia el anillo de Andrés el cual tenía una piedra de color rojo, aunque no lucia como el rubí, era más claro que el rubí pero era hermoso, cosa por la que pensé que quizá fuese fantasía

—La suerte decidirá quienes serán los dueños de las pequeñas y preciosas piedras.

—Creo que nadie aquí es experto en ver joyas así que esperarán hasta llegar a casa para buscar a un experto —se rio Adrián— típico de él.




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