Asabikheshiinh

Bezhig

Todos están muertos.

Bueno, no realmente muertos. Pero como la mayoría ha optado por maquillajes pálidos y vestuarios que pretenden ser espectrales, esa es la sensación que me aborda cada vez que veo a la aglomeración de personas que bailan al son de una popular música local que yo apenas reconozco.

Consulto la hora en mi teléfono celular: Hum, no puedo leer la hora bien. Los números están como, como... me froto los ojos, pero sigo viendo los números distorsionados. Decidido; ya no más alcohol. Pongo la botella de cerveza, casi llena, sobre la mesa de mi derecha y calculo que debe faltar poco para media noche. Aproximadamente hace un par de horas llegamos, y Maite, mi amiga, se ha ido por su cuenta, dejándome a la deriva de un mar de gente ebria y danzante. Me pregunto por enésima vez en lo que va de noche si fue buena idea venir a esta mundanal fiesta, es decir, al menos estaría durmiendo plácidamente bajo las miles de sábanas en mi cómoda cama.

Recorro con la vista la estancia, buscando a Maite, pero no encuentro rastro de su peluca amarilla. Suspiro. ¿Estaría bien irme sin decirle nada? Descarto la idea, prometí que volveríamos juntas. Intento hallarla de nuevo, adentrándome un poco más en la eufórica muchedumbre. Es inútil. Rostros felices, brazos sueltos, cuerpos contoneándose. Me detengo un momento y me saco el celular del bolsillo. Un nuevo par de mensajes se suman a la larga lista de los que ya le he enviado a Maite y fastidiada de que ni siquiera me deje en visto, decido llamarla. El primer tono, largo y uniforme, se escucha a través de la línea telefónica. Empiezo a caminar, alejándome del eufórico bullicio y de la ebriedad colectiva. Empiezo a alejarme de la fiesta. La operadora me contesta, me despego el celular de la oreja y cuelgo.

Cierro los ojos. Respiro profundo. Intento mantener la calma.

—Bonito disfraz.

Doy un respingo, abriendo los ojos de golpe.

El joven está sentado sobre las escaleras de la entrada. Una mano la usa para apoyar su barbilla y la otra sostiene un cigarrillo sin encender.

—Killian... —murmuro—. Ah... gracias, supongo —bajo la vista a mi vestuario, extiendo hacia los lados los pliegos de la falda negra—. No lo preparé mucho. De hecho iba a venir sin disfraz, como tú.

— ¿Tan segura estas de que vengo sin disfraz?

Sus ojos bicolores me observan juguetones.

— ¿En qué mundo unos pantalones negros y un abrigo largo son considerados un disfraz?

Sonríe. Una sonrisa felina. Parece un gato. El gato de Cheshire. Creo que nunca me había detenido a contemplar su sonrisa, tal vez porque nunca me había dedicado una.

—En mi mundo.

Sonrío de vuelta. Me acerco un poco y decido sentarme a su lado.

— ¿Está demasiado aburrida para ti? —inquiere, señalando el interior de la casa, a la fiesta, con un movimiento de cabeza.

—No, a decir verdad estoy buscando a Maite, ¿de casualidad la has visto?

— ¿Quién?

—María Teresa, mi amiga, nuestra compañera de clases en Bellas Artes... —la expresión de sus ojos me sugiere que aún no sabe a quién me refiero—. Hum... la chica escandalosa de pelo azul.

—Oh, ella. No, lo siento, no he visto a tu Maite.

Suspiro.

—Y... ¿Está demasiado aburrida para ti? —le regreso la pregunta sobre la fiesta, luego de un breve instante de silencio. Se pasa una mano por el pelo, por esa maraña de oscuros rizos sueltos.

—Totalmente.

Killian es un misterio. Desde que lo conozco, y vaya que es mucho tiempo, lo he considerado un misterio. Él es como un alma que siempre esta presente, siempre observando, siempre silencioso y, sobre todo, siempre solo.

Contemplo como se lleva el cigarrillo a los labios y busca en el interior de su abrigo lo que supongo es un encendedor. No, no es un encendedor. Cuando la luz de las farolas de la calle alcanzan a iluminar el objeto que cuelga de su puño cerrado, siento el apremio de preguntar:

— ¿Qué es eso?

La pequeña pieza circular se balancea de un lado al otro.

—Un atrapa sueños. Uno muy pequeño.

— ¿Un qué?

—Atrapa sueños, ¿has oído hablar de ellos? —creo que se sorprende cuando mi respuesta es negativa. Creo. No estoy segura, Killian es un maestro ocultando sus expresiones—. Bueno, los atrapa sueños son amuletos o talismanes de protección y según la creencia popular tiene la función de filtrar nuestros sueños si se pone en la cabecera de la cama. Los buenos sueños se deslizarán por las plumas hasta llegar a tu subconsciente; las pesadillas quedarán atrapadas aquí —señala las cuerdas que atraviesan el interior del circulo en todas las direcciones—, quedarán atrapadas en la red y desaparecerán...

—... con el primer rayo de luz del amanecer —para mi gran sorpresa son mis labios los que se han movido con rapidez, mi boca ha expulsado palabra tras palabra hasta formar la frase que completa el relato de Killian. Me hormiguea el estómago.

— ¿Conocías la leyenda o no?

—No, claro que no.

Él me mira para nada convencido, con los ojos entrecerrados.



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En el texto hay: luna, romance, magia

Editado: 09.05.2019

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