Asalto al Corazón

La razón de ser

Los juegos de la vida pueden llegar a ser muy injustos y crueles para muchas personas. A algunos les da más de lo que merecen, y a otros menos de lo que valen, pero es buena para equilibrar la balanza. No son pocas las veces que quienes no tienen nada ante los demás, están completos en su interior. Mientras que aquellos que tienen todo por fuera, están vacíos por dentro.

Ese es el caso de Maia Paris, su familia es dueña de uno de los bancos más ricos del país, que tiene una gran cantidad de sedes alrededor de toda Francia. Ella por su parte también cuenta con una prestigiosa carrera como modelo, pues desde niña ha sido dueña de una extraordinaria belleza. Su cabello rubio rizado y ojos verde oscuro es lo primero que llama la atención de quien la mira, tiene una estatura de 1.70 que es imponente y su delgada complexión es el compás perfecto de su cara redonda y fina.

Pero lo que la hace una de las mujeres más bellas del país es ese porte de grandeza y finura que siempre la acompaña. Eso y el claro contraste de su rostro de ángel, sonrisa de diosa y mirada de diabla, no por nada es conocida como enjil daanav, o ángel del demonio en hindi, dado que su nombre es el de una diosa Hindú. La cual era conocida por enseñar a sus siervos que lo material debe quedar a un lado para poder vivir cerca de la espiritualidad, el corazón y la familia.

Algo que no iba acorde con su personalidad e intereses, que no eran más que egoístas y extravagantes. Un claro ejemplo de ello era el lugar donde esta noche se encontraba de fiesta. El club era increíblemente exclusivo y costoso, solo las personas con grandes cantidades de dinero, como ella, podían disfrutar de ese lugar lleno de lujos. Y el evento en el que se encontraba era el claro ejemplo de ello, era el cumpleaños número 25 de una de su hermana mayor Elisa, quien no escatimó en gastos para poder celebrarlo.

Maia no había ido por gusto, ni mucho menos por amor a su hermana. Lo único que le motivó a hacerlo tenía nombre, apellido y... dueña. Se trataba de Bastian Pierre, quien era nada más y nada menos que el prometido de su hermana. Pero eso a ella no le importaba, conocía a Bastian desde que era una niña, a causa de la estrecha amistad que tenían sus familias y desde siempre lo había amado.

Lastimosamente ni sus padres apoyaban sus sentimientos, ni Bastian los correspondía. Pero eso no era impedimento para alguien como Maia, rendirse no era una palabra que existiera en su vocabulario y estaba dispuesta a ganarse el amor de su "cuñado" costará lo que costara. Por eso esa noche se había esmerado en su arreglo. Usaba un vestido corto y ajustado de color celeste que resaltaba su blanca y cremosa piel, sus tacones y accesorios eran de un tono perla, dándole una apariencia más angelical. En contraste con su cabello que en ese momento estaba totalmente lacio y sus labios mate que la hacían ver más perfecta.

Para su desgracia nada de eso fue sobresaliente para su objetivo, quien sólo tenía ojos para su amada Elisa y a ella la veía como una simple hermanita. Y eso era justo lo que a ella más la enfurecia.

- ¡May ven, vamos a bailar! - le pedía su amiga Léa por encima de la música

- No estoy de humor - le espetó de malas a la castaña

- Vamos amiga, que tu amado príncipe no te haya regalado ni una mirada en toda la noche no significa que debas sumirte en la depresión - comentó sin mucho ánimo

- Si no vas a decir nada productivo mejor cierra la boca - la miró con rabia

- Ay perdón, yo solo decía - se excusa para luego levantarse a bailar

Sin prestarle atención, Maia siguió bebiendo de su cóctel ignorando todo lo que pasaba a su alrededor. De ahí que no notara la presencia de un apuesto joven que se sentaba a su lado mientras se la comía con la mirada. Era un chico que tenía un atractivo imponente, su piel se mostraba muy pálida en contraste con su cabello y sus ojos negros, tenia un cuerpo musculoso y los tatuajes que abarcaba todo su brazo derecho desde sus dedos hasta llegar a la mejilla solo lo hacían más interesante. El hombre intentó llamar su atención de forma sutil, pero Maia ni lo notó, así que optó por ser más directo.

- Deberían hacerte un altar - le susurro con descaro al oído

- ¿Por qué deberían hacerlo? - preguntó sin inmutarse

- Porque es lo menos que merece una bella diosa como tú - dice coqueto

- Te sugiero que uses tus coqueteo mediocres con mujeres que quieran escuchar esas estupideces - suelta arrogante sin mirarlo

- ¿Y qué sí yo quiero usarlo contigo? - le pregunta haciéndose el gracioso

- Terminarás perdiendo tu tiempo y la reputación de conquistador empedernido que seguro tienes - aclara

El chico suelta una ligera risa al oírla y en vez de alejarse se motiva a seguir intentando.

- ¿Cual es tu nombre muñeca? - le pregunta mientras acaricia su hombro con lascivia

Al oírlo Maia detuvo la copa que iba en dirección a sus labios y se volteo a mirarlo con clara molestia. Si algo odiaba incluso más que los desplantes de Bastian era que alguien no supiera quién era ella. ¡Es una supermodelo, por dios! Su rostro estaba en decenas de revistas, comerciales, marcas de ropa, programas de televisión y demás. A eso se le agregaba el poder y la riqueza que poseía su familia. Toda Francia debería saber su nombre y era inaudito que ese tipo no la reconociera.

- No sé si eres muy ciego o muy idiota como para no reconocer quien soy - le hable con rabia - pero solo para que te quede claro soy la única persona que te puede mandar al cielo o al infierno si así lo quiero, aquella que pone al mundo a sus pies por donde quiera que pise y quien puede arruinarle la vida a todo el que me haga enojar. Y tú estás a nada de pasar esa línea, así que te recomiendo que te largues antes de que haga que te arrepientas hasta de haberme mirado. Ahora quítame tus sucias manos de encima, que las basuras como tú me producen asco de solo verlas -

Dicho esto vuelve a girarse ignorando al hombre como si nunca hubiera cruzado palabra con él. El chico apenas es capaz de procesar lo que le acaban de decir. Cuando por fin pudo reaccionar sintió como la rabia invadió todo su cuerpo, si no fuera porque se encontraba en un lugar público la haría pagar por cada uno de sus insultos. Sin embargo en esa ocasión no le quedó más que ponerse de pie e irse tratando de salvar el poco orgullo que Maia le había dejado. Ya se encargaría de hacerla pagar de la peor manera. Por su parte Maia ni siquiera noto la mirada de odio que le lanzó el hombre, y de haberlo notado poco le hubiera importado. 




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