Después de dos canciones el ritmo cambió, pasando a una balada romántica que te invitaba a bailar con la persona que amarás. Justo como lo estaba haciendo Maia y aunque su cuñado esperaba retirarse de la pista por el cambio de música ella lo invitó a quedarse, para su alegría él aceptó. Estaban por rodearse con sus brazos para aproximar sus cuerpos, cuando una voz los interrumpió.
- Hermanita, ¿Me dejas bailar está canción con mi amado? - era Elisa quien había interrumpido
Maia deseaba negarse, pero sabía que no tenía ningún derecho de hacerlo. Así que con una sonrisa falsa asintió y se aproximó lejos de ellos.
Desde la distancia los veía bailar muy acaramelados entre giros y abrazos. La canción que sonaba era Je te le donne, de Vital & Salimane. La letra estaba llena de una declaración de amor, la misma que Bastian le recitaba al oído de Elisa. Maia no podía escuchar lo que decía pero por el movimiento de sus labios ya se imaginaba de qué se trataba…
No importa cuánto mienta, todo me trae de vuelta a ti
Puedo sonreír cuando hablamos de ti
No tengo nada más que perder
Nada que ganar
Cuando tú no estás
Allí, donde las palabras hacen que los hombres se amen
Allí, donde otros tienen el corazón palpitante
Si tú lo quieres te lo doy
Eso era más que suficiente para ella, no seguiría torturándose viendo como el hombre que amaba le derramaba su corazón a su hermana con una canción que debería estar bailando con ella. De un trago se tomó su última bebida y se puso de pie dispuesta a salir, pero la mano de su amiga se lo impidió.
- May ¿A dónde vas? - le pregunto cuando está se giró
- A mi casa que no ves - respondió tajante
- Pero, yo creí que nos iríamos juntas - comentó inquieta al no saber quien la llevaría
Sabiendo que era lo que realmente le preocupaba a su amiga, Maia sacó varios billetes de su cartera y se los dio a la chica.
- Pídete un taxi, yo me largo - sin esperar una respuesta se dio la vuelta y salió del lugar
Léa no hizo el intento de detenerla. Por eso ninguna notó que alguien más había visto su repentina huida.
Fuera del establecimiento Maia pudo sentir la brisa fría de la madrugada. La noche estaba sin ninguna estrella a la vista y las calles se veían igual de desoladas. Por ello le pareció extraño sentir que alguien la miraba, aunque al girarse no encontró a nadie, por inercia sacudió sus hombros para espantar el escalofrío que de la nada sintió y con un poco de inquietud siguió avanzando. Caminó a paso rápido por el estacionamiento, aunque estaba algo mareada por el alcohol.
Ya en la puerta de su deportivo negro intentó sacar la llave de su cartera pero sus movimientos se vieron truncados al sentir que una mano fuerte le cubría la boca, mientras que otra mostraba una navaja a la altura de su abdomen. Quería gritar, patalear o hacer cualquier cosa con tal de que ese asaltante desconocido la dejará en paz, pero no era capaz de moverse, su cerebro no reaccionaba. En ese momento lo poco alcoholizada que estaba se había ido por completo, ahora su cuerpo temblaba a causa del temor de lo que pudiera pasarle y la poca razón que le quedaba solo le decía que eso no iba a acabar bien.
- Dame la cartera - ordenó una voz gruesa - ¡Obedece! -
La chica pegó un brinco ante el grito del hombre y con movimientos torpes elevó la cartera, en muestra de que se la entregaba sin objeción.
- Arrojala - fue lo siguiente que escucho
Maia no tardó en inclinarse un poco para lanzar la cartera a un costado.
- Ahora voy a soltarte y tú vas a cerrar los ojos - la voz se oía un poco más calmada - contaras hasta 10 y solo cuando hayas terminado los volverás a abrir. No hagas ninguna estupidez, no grites ni intentes luchar, tampoco pidas ayuda. O te juró que de esta noche no pasas, ¿Te quedó claro? -
Ella solo atinó a asentir levemente ya con algunas lágrimas en los ojos. Pronto sintió que la presión en su boca fue disminuyendo y de manera instintiva cerró sus párpados con fuerza. Apenas dejó de sentir el tacto del asaltante cuando empezó a contar temblorosa en su mente.
"1.. 2.. 3.. 4.. 5.. 6.." _ empezó a contar con lentitud.
Ya estaba por terminar cuando se vio interrumpida por un movimiento brusco que la hizo trastabillar. De inmediato abrió los ojos temerosa. Al principio pensó que el asaltante había cambiado de opinión y quería lastimarla antes de irse. Pero sé sorprendió al notar que no era así, sino que era Bastian quien estaba forcejeando con el asaltante.
Y es que este al ver que su cuñada había salido del club de forma tan abrupta se preocupó, pensando que se había sentido mal por tanto alcohol ingerido y no quería que se fuera en ese estado, mucho menos si era ella quien conducía. Por eso la siguió pensando que podía convencerla de que esperara un poco más para que él la llevará. Pero lo que no se esperaba es que al alcanzarla la encontrará en las manos de un asaltante, por eso decidió defenderla apenas llegó a ellos. No tanto porque fuera alguien muy valiente, sino porque sus hombres de seguridad y los mismos que resguardaban el recinto estaban tardando mucho en llegar, y al ver que el ladrón estaba por huir, pensó que lo mejor era detenerlo.
Ahora ambos hombres peleaban en el suelo, Bastian queriendo someterlo y el ladrón buscando apartarlo para poder huir, aunque la tarea no le estaba resultando tan fácil. No fue hasta que en un descuido pudo golpear a Bastian en la mandíbula, lo que hizo que este cayera al suelo. Con el temor aún en su cuerpo Maia se acercó para ayudarlo a ponerse en pie, mientras que el asaltante también se levantada. Al estar ambos de pie Batiendo intentó atacarlo nuevamente, pero el hombre fue más rápido y logró sacar un arma con la cual les apuntó.