Asalto al Corazón

De ladrón a Ceniciento (1ra parte)

Niña del mal: 

Hoy inicia tu trabajo, 

nos vemos en la cafetería al medio día.

Nunca en su vida había deseado tanto tirarse de un puente, o incluso de la torre Eiffel con tal de no tener que ver a esa chiquilla mimada. Ya había pasado al menos una semana desde que aceptó ser parte de su plan malvado y ya estaba arrepentido, de hecho se arrepintió unos segundos después de haber aceptado. Pero se obligaba a recordar que lo hacía por el bien de los suyos, ya había perdido a muchas personas en su vida y no estaba dispuesto a perderlos a ellos también. Aunque para eso tuviera que dejarse mangonear por esa riquilla con aires de diosa. Era un sacrificio que estaba dispuesto a acatar por el bien de su familia, así le habían enseñado a ser y así sería.

Por suerte durante todo ese tiempo no había tenido noticias de ella, incluso llegó a pensar que ya no le sería útil y él se había liberado de sus garras sin haberlo intentado. Pero con ese mensaje se dio cuenta de que el encierro apenas empezaba, la única diferencia es que ahora sabía que solo lo buscaría cuando necesitará de sus servicios y él no tenía otra opción que estar a su entera disposición. Al menos era franca y no intentaba aparentar interés en él para sacarle algún provecho, no en eso había sido bien clara. Él solo era la marioneta de su obra, y cuando ésta acabará ella no dudaría en desecharlo. Y qué ganas tenía de que ese momento llegara.

Con toda la pereza del mundo salió de su casa y subió a su moto para dirigirse a la dichosa cafetería. No sin antes recibir todo tipo de recomendaciones, reclamos, burlas y consejos de cada miembro de su familia. Tardó bastante tiempo en llegar, pues está se encontraba en el lado norte de París y él vivía en un barrio del lado sur. Uno de los más pobres y peligrosos que allí había, cabía decir. Al entrar a esta trató de obviar todas las miradas inquisitivas que todos los comensales le daban. Prefirió concentrarse en la dueña de sus pesadillas, la cual no fue difícil de ubicar, pues estaba en la misma mesa de la última vez, degustando exactamente el mismo postre.

- ¿Qué tengo que hacer? - pregunto apenas se sentó

- Buenos días para ti también - saludó irónica - yo estoy muy bien, gracias por preguntar -

- Déjate de cortesías que no te quedan y responde de una vez para que pueda largarme - insistió de malas

- Tratame bonito querido, o nadie se creerá nuestro noviazgo - le advirtió con una sonrisa amenazadora

- Sabes bien que eso me tiene sin cuidado - espetó desinteresado

- Lo mismo te voy a decir yo cuando me implores por la vida de tu familia - amenazó con seriedad

No llevaban ni dos minutos juntos y ya la había hecho enojar. Le desesperaba su maldita actitud. Siempre a la defensiva buscando llevarle la contraría, ella tan acostumbrada que estaba de que todo el mundo acatara sus órdenes apenas la vieran abrir la boca. Y ahora llegaba ese don nadie dispuesto a retarla y a sacarla de sus casillas, sin importarle las consecuencias de eso. Debía darle mérito a causa de su valor para darle cara aún sabiendo de lo que era capaz. Claro que él sería el primero y el último en hacer algo así, ya se encargaría de amedrentarlo a su manera.

- En fin - prosiguió al ver que él no decía nada y solo la mataba con la mirada - te llamé porque esta noche habrá una fiesta de gala y tú me vas a acompañar -

- ¿Y a honra de que la fiesta? - pregunto curioso

- Será una bienvenida para mis padres que regresan de su largo viaje - respondió incómoda

No sabía porque no le creía del todo, pero no estaba en posición de exigirle la verdad. Además que en realidad no le importaba.

- ¿Y si es para esta noche por que me pediste que viniera a esta hora? - siguió con sus preguntas - ¿No era más fácil enviarme la dirección para que te viera allá? -

- ¿Y que llegaras vestido así? - lo señaló con desdén - no gracias, entiende que serás el novio de una de las mujeres más codiciadas de todo el país y tienes que estar a mi altura, de lo contrario solo harás que se burlen de mi. Por nada del mundo voy a permitir que manches mi reputación haciendo que me relacionen con un poca cosa como tú, ya mucho me estoy arriesgando al verme contigo en un lugar público -

- Gracias por decirme que soy insignificante a tu lado - dijo sarcástico

- Solo hablo con la verdad - se encogió de hombros - si te pedí que vinieras a esta hora es porque necesito arreglarte antes de presentarte en mi mundo y eso requiere tiempo -

- Ni que fueras mecánico ¿Cuando me descompuse que ahora necesito que me arregles? - bromeó sin querer

Para sorpresa de ambos eso le sacó una ligera sonrisa a Maia, aunque duró poco. Pero no lo suficiente como para que Kader no lo notara y por mucho que la odiara no era ciego y no podía negar que se veía aún más hermosa cuando reía. Y no con esas sonrisas falsas llenas de sarcasmo y desprecio. Sino una risa genuina, de esas espontáneas y llenas de gracia. Ya se imaginaba que si con esa actitud prepotente y desagradable se había convertido en una supermodelo de fama mundial, si fuera alguien con más corazón y repartiera sonrisas tan bellas como la que él acababa de ver estaría en la cima del universo.

Tan metido estaba en sus pensamientos que no se percató de que todo ese tiempo se había mantenido viendo a Maia fijamente, de una forma para nada común en él. No fue hasta que notó en el rostro de la joven un ligero sonrojo que poco a poco iba en aumento. Sorprendente, la aclamada supermodelo Maia Paris, acomplejada por su títere asaltante. Eso era algo digno de ver, pero a diferencia de muchos hombres que en su lugar se habrían sentido realizados y con el ego a punto de explotar, él se sentía incómodo y hasta avergonzado. Los segundos siguientes se pusieron tan tensos entre ambos que se podrían cortar con el filo de una hoja, por lo que Maia decidió iniciar con su labor antes de que las cosas se pusieran más raras.




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