Asalto al Corazón

De ladrón a Ceniciento (2da parte)

Ya en el auto Maia se concentró en hacerle saber todos los pormenores relacionados con su relación ficticia y así no cometer ningún error.

- Déjame ver si entendí - Kader intento recordar cada detalle - nos conocimos hace 3 años en un viaje a Florencia, salimos juntos durante nuestra estadía allá y hubo conexión desde el principio. Por desgracia yo tuve que viajar a Asia por motivos de trabajo y perdimos contacto hasta que volví a Francia y nos reencontramos por casualidad en una de tus sesiones fotográficas. Te invite a salir para recordar viejos tiempos, seguimos en contacto por un tiempo hasta que te pedí que fueras mi novia hace unas semanas y ahora queríamos aprovechar la llegada de tus padres para formalizar y presentarme ante tu familia -

- Muy bien, con eso será suficiente para que nos crean - su mirada permaneció al frente

- Tengo una duda, ¿A que se supone que me dedico? - si iba a mentir por lo menos lo haría bien

- ¿Qué te parece ser dueño de una empresa automotriz que tiene su sede en Asia? - fue lo primero que se le ocurrió

- ¿Por qué en Asia? - le dio curiosidad

- Porque así no intentarán relacionarte con las empresas del país - le aclaró

- ¿Y si me investigan? - no entendía porque le preocupaba eso

- Por eso no te preocupes, ya yo me encargaré de crear toda la información necesaria para que no nos descubran - uso su clásico tono altanero

Ninguno volvió a decir nada, hasta que llegaron a una tienda departamental. Durante varias horas Maia arrastró a Kader por todo el lugar, buscando la ropa adecuada para él. Está demás decir que Kader estaba por lanzarse al océano con todo y compras, estaba seguro que el peso de todas ellas lo haría hundirse sin problema. Si su noviazgo falso sería así de tedioso, ya se podría dar por muerto, ya fuera porque Maia lo mataba con sus absurdas explicaciones sobre moda, o le se suicidaba para no tener que seguirla escuchando. Por suerte para él la hora de las compras llegó a su fin y llegó la del estilista, al menos en esa no tendría que caminar un maratón.

- ¿En serio es necesario todo esto? - era la quinta vez que se quejaba

- La belleza cuesta querido - fue lo único que le dijo Maia

- Yo no quiero ser bello, sólo quiero que me dejen en paz - decía mientras manoteaba con las chicas que no dejaban de tocar su rostro

Desde el momento que había entrado al establecimiento no lo habían dejado tranquilo. Habían ido de lo más normal como lavar y cortar su cabello, hasta lo más patético para él que era hacerle un sin fin de mascarillas faciales. Ahora le estaban haciendo una manicure mientras lo rasuraban, lo cual era absurdo por que él ni barba tenía. Eso sin contar las miradas de deseo que toda mujer en ese lugar le lanzaba, claro, con su pinta de chico malo, el cuerpo de dios griego que llevaba años formando y todo los arreglos que llevaban horas haciendo. Bien podría protagonizar todas las fantasías de las mujeres presentes.

- Ya te dije que si quieres ser mi novio tienes que estar a mi altura y eso no es nada fácil - le repitió cansina

"El problema es que yo no quiero ser tu novio"_ pensó para él.

Cuando por fin terminaron de arreglarlo Maia le dio las bolsas dónde se encontraba su ropa y lo mandó a uno de los vestidores que había en el lugar. Ella por su parte se dirigió a otro dónde se puso su vestido de gala, que era de un tono beige satinado con detalles negros que formaban rosas desde su cadera baja hasta el costado derecho de su escote straple. El corte era ajustado desde el pecho hasta la mitad de sus muslos, donde se expandía en una cola semi larga. Su cabello estaba recogido en un moño alto y elegante que dejaba al descubierto su pronunciado escote de la espalda. 

Por su parte, Kader llevaba media hora peleándose con el bendito smoking, que si no eran los botones de la camisa, el cuello del saco, el cierre del pantalón, las agujetas de los zapatos, o el maldito moño que de plano no supo ponerse. No podía negar que se veía bien vestido de gala, pero todo ese zafarrancho no era para él, estaba acostumbrado a usar playeras, jeans, chaquetas y zapatillas deportivas, tanto glamour y elegancia lo tenía mareado y hasta asqueado. 

"Parezco pingüino en época de apareamiento"_ se quejaba al verse en el espejo.

Y aunque se cuestionaba el querer salir a la calle vestido así, no tenía otra opción, así que hizo amago de toda su fuerza de voluntad y salió del vestidor. Poco minutos después Maia hizo lo mismo, como buena modelo estaba acostumbrada a que todas las miradas se posaran en ella y la llenarán de halagos. Por eso se sorprendió que al salir casi nadie la veía, y no porque no se viera bien, sino porque la atención de todos, o mejor dicho, de todas, estaba puesta en alguien más. Cuando se percató de que Kader era el causante de dicho alboroto centró su mirada en él y para su desgracia no le quedó de otra más que darles la razón a aquellas mujeres.

El sinvergüenza se veía demasiado bien, para comérselo al desgraciado. El traje le quedaba a la medida, su estatura y su estructurado cuerpo le ayudaban a presumirlo, y su cabello bien peinado le daba una vista más sobria y elegante.

"Ahora si que es un dulce fino" _ pensó mientras lo miraba.

Le causaba gracia la forma en la que su mente lo había comparado desde que lo conoció. Pero no estaba en posición de contradecirla, después de todo tenía razón y ella estaba contenta de que ese dios de barrio fuera su novio, aunque sólo fuera una farsa. Qué mejor forma de provocar los celos de otro hombre con un espécimen así. Kader por su parte prefirió no mirarla mucho, ya no hacía falta en realidad, desde el momento en el que la vio salir supo que estaba hermosa, tanto que por una fracción de segundo la vio como mujer y no como su verdugo. Por eso prefirió no verla, no podía darse el lujo de halagarla aunque fuera solo en su mente. Lo que si no entendía es como una mujer tan bella estaba tan empecinada con un hombre que ya tenía dueña, en vez de elegir a uno de los tantos que seguramente babeaban por ella.




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