- Cuando era niño solía tener muchas pesadillas - le contó con incomodidad - casi siempre era el mismo sueño. Al principio todo parecía perfecto, me divertía en un parque, jugaba con mis compañeros de la escuela o simplemente me encontraba sentado en una banca comiendo un algodón de azúcar. Después escuchaba la voz de mis padres llamándome con cariño, yo los buscaba con emoción pero cuando los encontraba no podía ver sus rostros, sus voces dulces se volvían burlonas y ásperas, los escuchaba gritarme y decirme que era un mal hijo y que no me querían. Yo lloraba y les rogaba que no me dejaran que me iba a portar bien, que sería un mejor hijo, pero ellos sólo se reían de mí y decían que no valía la pena desperdiciar su tiempo con alguien como yo. Había veces que creía verlos dándoles todo su amor a sus otros hijos, niños buenos y especiales, niños que tenían algo que a mi me faltó y que no me permitió ganarme el cariño de mis padres -
Fue solo cuando terminó de hablar que se dio cuenta de las sutiles lágrimas que surcaban sus ojos. Maia lo había notado casi desde el principio de su relato, pero al ser una persona de pocos sentimientos y escasa empatía no supo cómo reaccionar, por lo que optó por dejarlo terminar. Kader al ver lo tenso del momento carraspeó algo inquieto y dirigió su mirada a otro lado para no dejarle ver a Maia más debilidad de la que ya había expresado.
- En fin, a causa de eso me aterraba dormir por lo que adopté la costumbre de leer en la noche para gastar la energía que me quedara y no tener que revivir ese tipo de sueños - continúo - y como Él Principito era el único libro que tenía pues no tenía otra opción más que leerlo... Aunque no siempre era efectivo -
Cuando terminó de hablar los dos se sentían tan incómodos que no sabían qué decir. Kader sentía vergüenza y humillación al dejarse ver tan vulnerable ante alguien como ella, mientras que Maia se debatía entre que podía hacer. No sabía si cambiar el tema y fingir que eso no pasó, o tratar de consolarlo de alguna manera. Al final optó por algo un poco diferente, tal vez no sabía qué decirle para animarlo, pero tal vez compartir su historia tal como él lo había hecho aligeraría la pena.
- ¿Alguna vez te preguntaste porque alguien que no llegó a la universidad por ser modelo desde muy joven es amante de la lectura y los libros? - le pregunto desviando la mirada
- Todo el tiempo, no es por subestimarte pero no pareces ese tipo de chica - comentó intentando ser suave
- Y no lo era, al menos no en un principio - concordó - pero cuando tenía unos 7 u 8 años mi abuelo empezó a debilitarse por lo que dejó de ir al trabajo, y para ocupar el tiempo libre se metía a la biblioteca a leer, podía pasar horas ahí adentro sin siquiera sentirlo. Yo siempre fui muy unida a él, por eso es que empecé a adquirir la misma costumbre. Todos los días añoraba que el colegio terminara para llegar a mi casa y encerrarme en la biblioteca dónde mi abuelo me leía todo tipo de libros y Minalou nos consentía con un postre distinto cada día -
- Debe ser lindo tener a alguien de tu familia que te dedica todo su tiempo - Kader hablo con melancolía
- Si, lo fue - dijo de la misma manera - por desgracia mi abuelo murió unos años después. Y aunque con el tiempo mi agenda se fue ocupando cada vez más siempre trato de conservar esa costumbre que él me dejó -
Ninguno volvió a comentar nada del tema. Ya no era necesario. Al menos con esa conversación ambos habían conocido algo del otro. Los siguientes días las cosas siguieron un poco incómodas, pero poco a poco se fueron calmando. Al grado de que en ocasiones parecían una pareja de verdad, tanto que ni ellos mismos eran capaces de diferenciar la realidad de la mentira. Algo así pasó la noche en que decidieron visitar El Grand Hyatt Ice Rink, una pista de patinaje sobre hielo que era iluminada por bellas luces.
- Vamos Caramelo, no me salgas con que te da miedo - lo retó Maia
- No tengo miedo, es precaución basada en lo desconocido - se defendió - que tú hayas tenido clases particulares de patinaje artístico no significa que yo también sea un experto en el área -
- ¿Y tú cómo sabes que recibí clases privadas de patinaje artístico? - le preguntó
- Se nota - y vaya que así era
Bastaba con verla deslizarse sobre el hielo con su ya conocida elegancia y arrogancia para saber que esa era una de las tantas áreas que ella dominaba. Era difícil no perderse en ella al verla danzar con suavidad dando giros y saltos con delicadeza y aunque Kader no fuera capaz de aceptarlo, sus movimientos eran muy sensuales, algo a lo que ni él podía resistirse. Por eso era mejor no acercarse demasiado. Al ver su negativa Maia optó por una táctica más efectiva, lentamente se acercó a él deslizándose por la pista sin despegar sus ojos de los de él.
- Y yo que creí que mi sexy novio era tan gallardo y valiente, capaz de robarme el corazón sin ninguna compasión - le hablo con sensualidad al oído - pero al parecer solo disparas salvas, que pena -
Con una sonrisa burlona y a la vez decepcionada se alejó de él dándole la espalda.
- ¡Yo no disparo salvas! - se defendió apenado - espera, dijiste sexy -
- ¿Eso dije? Bueno, al parecer mis expectativas son demasiado altas para que las llenes. Creo que debería buscarme un novio más a mi nivel - con la mirada empezó a buscar algún buen candidato
Ese era un golpe duro para Kader, no es que le importara que Maia lo viera sexy o no, el problema era su orgullo.
"¿Mi cara, o mi ego?" _ se preguntó
Con una seguridad temblorosa se acercó a ella intentando patinar. Está de más decir que se veía patético, pero ya se encargaría de hacerla pagar.
- Veo que cambiaste de opinión - le dijo al tenerlo cerca
- Hice unos cálculos y me di cuenta de que tienes suficientes dinero como para pagarme una reconstrucción facial - le aclaró - y considerando mis antecedentes no me vendría nada mal estrenar carita -