Desde esa conversación Maia se mantuvo en las nubes por varios días, en su cabeza rondaban muchos temas que iban hilados a todo lo que Felicíe le había dicho. Entre ellos ¿A qué se refería con que podía sorprenderla? ¿Cuál era la historia que Kader escondía respecto a su amigo? ¿Podría algún día conocerla? ¿Por qué Kader se había molestado tanto en conocerla? Pero lo más curioso es que todo eso la llevaba a un tema que nunca se había cuestionado.
Y es que desde que lo había conocido empezó a conocer lo que era la verdadera amistad, lo vio cuando aceptó su trato solo para proteger a los suyos. También fue testigo de ello cuando estuvo en su casa y todos se desvivian por atender a la hija de una de sus miembros. Y lo confirmó al saber cuánto valía la amistad para él, al grado de criar a la hija de su mejor amigo fallecido. Eso la hizo pensar en las amistades que decía tener, es cierto que conocía a muchas personas. ¿Pero podía considerar a todos como verdaderos amigos? Extrañamente no era capaz de contestar esa pregunta y eso la desanimaba.
- May, May... ¡¡Por dios Maia reacciona!! - la voz de Léa la hizo reaccionar - llevas todo el día distraída y no prestas atención a nada de lo que te digo -
- Lo siento, es que estaba pensando - no estaba segura de si decirle exactamente en que
- Como sea, te decía que .... -
Al ver que su amiga no se molestó siquiera en preguntarle qué era lo que la tenía tan distraída no se molestó en prestar atención en lo que ella decía. Si Léa no se preocupaba respecto a su vida, ella tampoco tenía por qué hacer lo mismo. Con esa idea se dio cuenta de que esa amistad no se parecía en nada a la que tenía Kader con su grupo. Con lo poco que los conocía estaba segura de que en su lugar cualquiera de ellos si se preocuparía por lo que sea que los mantuviera preocupados, y a la vez mostrarían interés en cualquier cosa que se dijeran. En su caso trató en pensar que era lo que mantenía su amistad con Léa, pero sorprendentemente no encontró nada, lo más extraño es que no estaba segura de siquiera conocer a la chica que estaba frente a ella, o si Léa la conocía de alguna manera.
- ¿Cuál es mi postre favorito? - preguntó de pronto
- ¿Qué? ¡Te estoy contando algo importante y tú lo único que sabes hacer son preguntas estúpidas! - le grito molesta
"Y así se dice ser mi amiga" _ reclamo Léa en su mente
- Solo es una pregunta, ¿Sabes la respuesta? - insistió
- No, ¿Acaso importa? - dijo fastidiada
- No, ya no importa y es hasta ahora que lo entiendo - le dijo con una sonrisa, ya no necesitaba averiguar más
Léa iba a seguir reclamandole por lo ilógico de sus comentarios, pero se detuvo al ver que Maia se levantaba.
- ¿A dónde vas? - la cuestionó
- Tengo que hacer algo - y así salió de la cafetería sin despedirse
Léa no entendía qué le pasaba, pero al ver que al menos había dejado dinero para pagar la cuenta lo demás no era importante, ya luego se le pasaría.
Al estar afuera Maia tenía una presión en el pecho que no la dejaba respirar, en ese momento se sintió sola. Y lo peor es que no fue hasta ese momento que noto que siempre había estado sola, aún con la compañía de alguien a sus lado. A decir verdad le resultaba increíble que quien decía ser su mejor amiga ni siquiera la conociera, aunque en realidad ella tampoco lo hacía y eso que llevaba años conociéndose.
En cambio Kader en pocos meses sabía demasiado de ella, a pesar de que no era ni de su agrado, Felicíe la acababa de conocer y ya se tomaba la molestia de darle un presente, incluso Colette le había hecho una cartita sin siquiera haberla visto al menos y eso que es una niña. Esos pensamientos le hicieron darse cuenta de algo que antes no había notado, en cuestión de unos pocos meses esas tres personas habían sido lo más cercano a una amistad que en su vida recordaba tener. Y fue con esa idea que volvió a entrar a la cafetería pero esta vez para comprar todos los postres que pudiera. Al tenerlos subió a su auto y condujo hasta el otro extremo de la ciudad con las personas que a su parecer si valían la pena.
Al llegar tocó la puerta y un chico pelinegro, curiosamente familiar, fue quien le abrió.
- Oye, tú eres la muñequita a la que mi hermana quiere golpear por meterte con los nuestros - dijo Ethan apenas la vio, refiriéndose a su gemela Tessa
- ¿Están Felicíe y Colette? - pregunto obviando su comentario
- Si, pasa - se hizo un lado para que pasara - y por Tessa no te preocupes, eres muy bonita como para dejar que te desfigure el rostro -
- ¡Ethan, eres un traidor! - le gritó su hermana al oírlo
- ¿Qué tanto se pelean ustedes? - intervino Felicíe - Maia, que bueno verte ¿A que se debe tu visita? -
- Estaba en la cafetería y quise traerles unos postres - dijo señalando el auto
- Seguro tienen veneno - siseó Tessa
- Solo los tuyos querida - contraatacó
Para que no siguieran peleando Felicíe mandó a los chicos a sacar los postres, mientras ella llamaba a Colette para que conociera a su benefactora.
- ¿Tú eres la chica que pagó mi medicina? - preguntó la niña al verla
- Así es - le respondió con una sonrisa orgullosa
Ante eso Colette corrió a abrazarla, que por la diferencia de estatura sus brazos solo alcanzaban su cadera. Eso la hizo ver más tierna, pero por raro que pareciera, esa simple acción hizo que Maia saltará de la impresión.
- Gracias - le dijo sin soltarla
Maia no supo cómo reaccionar al principio, sentía como si en vez de un abrazo la estuviera atacando. Tal vez se debía a la falta de costumbre ante dichas muestras de cariño. Pero al ver la forma en la que la miraban los demás se obligó a reaccionar, logrando solo acariciar su cabello mientras contemplaba sus ojos, que ahora sabía que eran grises como los de Felicíe.