Asalto al Corazón

Su guardián

A la mañana siguiente Maia empezó a despertarse sintiendo una suaves caricias en su cabello y un dulce calor que la abrazaba. Pensó que se trataba de Minalou, así que la dejó ser. Pero pronto desechó esa idea al sentir unos besos cálidos repartiéndose por todo su rostro, cuando estos llegaron a sus labios decidió abrir los ojos. Al hacerlo se sorprendió al ver a Kader besando lentamente sus labios con una sonrisa que nunca antes había visto.

- ¿Caramelo? - por un momento pensó que estaba soñando

Pero no era así, al verse descubierto Kader se alejó solo lo suficiente y no pudo evitar sonrojarse ante la situación. Maia por su parte se reclamó a sí misma el haber hablado haciendo que dejará de besarla. Pero eso pasó a segundo plano al darse cuenta de lo que pasaba. Ya no estaba en la tina, ahora se encontraba recostada en su cama con solo una bata cubriendo su cuerpo y un apuesto Caramelo abrazándola por debajo de las sábanas.

- ¿Cómo entraste? - esa era una de las tantas preguntas que tenía, por no decir que la más pura que se le había ocurrido

- Digamos que soy bueno trepando árboles - dijo señalando el balcón, el cual estaba abierto

Maia supo que había subido por el árbol de naranjo y había forzado la cerradura. Y eso en vez de molestarle, le causó gracia y ternura a la vez.

- Podrías tener problemas por mi causa - comentó en un intento de querer ocultar su extraña emoción

- Ya estoy acostumbrado - se encogió de hombros con una sonrisa socarrona, mientras Maia rodaba los ojos - además tenía que traerte esto -

Le extendió una hoja, que a simple vista parecía un recibo de luz.

- Colette lo hizo anoche después de que te fuiste - le aclaró

Cuando lo abrió Maia no pudo evitar dejar caer un par de lágrimas. En la hoja se encontraba un dibujo de ella hecho con crayones. Estaba vestida con una especie de traje rosado que tenía un C en el frente de color morado y de la espalda colgaba una capa de arco iris. En la parte baja se encontraba una leyenda que decía La cobra es mi heroína. Ese simple detalle la hizo sentir viva, tal vez no tenía el cariño de quien debía, pero si de quien deseaba y eso era suficiente para su gélido corazón.

Al verla tan feliz Kader por fin pudo sentirse tranquilo. Había estado toda la noche pensando en lo que había pasado, para su sorpresa y molestia, no podía dormir al no saber cómo estaría ella. Por eso apenas salieron los primeros rayos del sol fue a buscarla y entró a su habitación como solo un ladrón como él podía hacerlo. Pero para su sorpresa no la encontró en su cama y mientras la buscaba se dio cuenta de que el baño estaba con llave. Tocó la puerta constantemente, hasta que supo que no le abriría. Tal vez nunca se lo diría, pero la idea de que algo malo le hubiera pasado sin que él pudiera hacer nada para ayudarla, lo había asaltado más de una vez, haciendo que su corazón se acelerara de temor. Fue por eso que, sin importarle su privacidad, volvió a forzar la cerradura y al entrar nuevamente se sorprendió  al encontrarla dormida en la bañera con la ropa completamente mojada.

No podía negar que se había asustado al pensar lo peor, por eso no dudó en sacarla de ahí y en contra de los gritos de su conciencia la desvistió dejándola solo en ropa interior. Después de haberle puesto la bata que encontró lo único que hizo fue acurrucarse con ella en la cama, con la excusa de darle calor para que no se enfermara. Así se quedó por más de 4 horas en las que sólo supo admirarla entre caricias y besos furtivos. No entendía qué le estaba pasando, le atribuía su extraño comportamiento al hecho de que en más de una ocasión ella había salvado a los miembros de su Clan y se sentía agradecido. Sí, eso era lo que él quería creer.

- ¿Me dirás quien te hizo eso? - por fin se atrevió a preguntar

Maia sabía que se refería a los nuevos golpes que ahora tenía. Estaba claro que con lo observador que es, Kader no iba a tardar en notarlo. Y cómo no hacerlo, si sabía que esos golpes no estaban ahí cuando la curó y después de tantas horas velando su sueño no era difícil darse cuenta de ello.

- Me caí en la ducha - mintió como solo ella sabía hacerlo

- Te he visto mentir, tantas veces, que ahora que lo haces es imposible que te crea - le recriminó con ternura pero sin dejar de ser firme - dime quién lo hizo -

Antes de que pudiera responderle alguien tocó a la puerta.

- Mi niña - era su nana - tu padre pide verla en su despacho -

- En un momento voy - respondió nerviosa

Era claro para que la quería abajo y era algo que no le agradaba. Eso lo notó Kader, y con lo suspicaz que era pudo atar cabos.

- Fue él verdad - aseguró molesto - él te golpeó -

- Cree que mi comportamiento puede afectar a la familia - trató de excusarlo

- No es posible que piense así, eres su hija, por muy mal que actúes no tiene derecho a maltratarte - sonó molesto - además no hiciste nada malo, defendiste a una niña de ser golpeada -

- Ellos no lo ven así - aclaró

- ¿Y tú, cómo lo ves? - le preguntó - ¿Te arrepientes? -

- Eso nunca - dijo con su clásica seguridad - podrán decirme lo que quieran, pero yo sé que hice lo correcto -

Ante sus palabras Kader se sintió feliz y como muestra de ello le robó un beso que dejó a ambos sin aliento. ¿Por qué lo hacía? Ni él lo sabía, pero a ese punto de las cosas poco le importaba entenderlo. Lo único que quería era transmitirle su agradecimiento e incondicional apoyo. Tal vez la manera que eligió para demostrarlo no era la más lógica, considerando los antecedentes de odio y desprecio que ambos han mostrado. Ya encontraría la forma de excusarse, cuando dejará de probar sus labios pensaría en qué decir…

 Después de ese inesperado, pero delicioso beso, Maia trató de concentrarse en ponerse algo decente y así poder bajar. Kader intentó acompañarla, pero ella se negó diciéndole que su presencia podía causar problemas ya que nadie sabía que estaba ahí. A la mala, Kader tuvo que quedarse en el cuarto mientras ella se enfrentaba sola a su familia. Pasaron minutos que para él fueron horas, dentro de él sentía que debía apoyarla y con esa idea en mente se atrevió a bajar.




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