Asalto al Corazón

El dolor de la verdad

- ¡¡¿Cómo te atreves a besar a mi prometido siendo tú mi hermana?!! - Elisa le gritaba sin control - ¡Es increíble lo zorra que puedes llegar a ser! -

- No intentes hacerme parecer la culpable - se defendió fingiendo que no sentía dolor a causa del golpe - si hubieras llegado unos minutos antes sabrías que aquí el único traidor es tu prometido -

- Gracias por echarme toda la culpa cuñada - siseo Bastian

- ¡¡¿Y qué esperas que diga, imbécil?!! - le grita con rabia - si fuiste tú quien me beso -

- ¡Tú dijiste que me amabas! - se defendió

- Con qué enamorando a mi prometido - intervino Elisa - claro, si tenías que sacar lo mujerzuela de tu madre. Las mujeres como ustedes siempre buscan quitarle el marido a las demás, dan asco -

- ¿De qué estás hablando? - Maia no entendía sus últimas palabras

- A es que no lo sabes - rió con sorna - eso explica por qué te comportas como toda una diva cuando en realidad no eres más que una bastarda -

- Elisa... - Bastian intentó detener su declaración hablándole al oído

Maia no logró escuchar nada, pero lo que sea que le haya dicho hizo reaccionar a Elisa, por lo que evitó seguir con el tema.

- Olvídalo - intentó ocultar sus nervios - solo no te acerques a Bastian -

La pareja intentó retirarse, pero Maia se les interpuso invitándoles el  paso. Si había algo que no cambió en ella era perseverancia y decisión que tanto la distinguen.

- Nadie se va de aquí hasta que me digan que rayos me están ocultando - los enfrentó

- No es nada Maia, Elisa solo está molesta - Bastian intentó hacerla a un lado tomándola del hombro, pero con un movimiento de muñeca Maia lo apartó haciéndolo caer al piso

- ¡O me dicen que carajos está pasando o en serio me van a conocer! - los amenazó como solo ella sabía hacerlo

- ¡¿Quieres saberlo?! Bien, te lo diré - Elisa la miró con odió y desprecio - tú no eres una Paris. Adelaïde no es tu madre -

Maia se quedó sin aire al oír esas palabras. Su mente no era capaz de aceptar esa declaración, no iba a aceptarla.

- Así es hermanita - escupió con desdén - tu verdadera madre no era más que una sirvienta que se revolcó con mi padre en un intento de quedarse con sus riquezas. La muy estúpida creyó que embarazandose iba a arrebatarle el lugar que solo le pertenece a mi madre -

- No, eso no es verdad ¡Mientes! - Maia no era capaz de creerle

- Sabes que no es así, ¿Que nunca te has preguntado por qué eres la única rubia de la familia? Por favor, no te creí tan estúpida - se burló de ella

- Eh.. el abuelo, decía que era por su madre, que lo heredé de ella... -

- El abuelo no era más que un viejo mentiroso que te metió a la familia a la fuerza - la interrumpió - pero allá tú si no me quieres creer, siguete engañando con la idea de que eres una Paris, cuando en realidad eres el producto de una aventura, una malnacida que llegó a arruinar a mi familia, una bastarda que nunca debió haber nacido -

Maia no lo soportó más, sabía que en cualquier momento empezaría a llorar y no le iba a dar ese gusto a su hermana. Por ello salió corriendo de la biblioteca con el corazón en la garganta, no sabía a dónde huir, por primera vez la mansión le parecía demasiado pequeña para poder esconderse. Sentía que todo a su alrededor se derrumbaba, aunque en realidad era ella la que no podía seguir en pie.

- Por dios mi niña, ¿Pero qué es lo que te pasa? - la voz de su nana la hizo reaccionar - pareciera que acabas de ver un fantasma -

Al verla Maia supo que si alguien podía decirle la verdad era su nana. Ella llevaba trabajando para esa familia la mitad de su vida y estaba segura de que no le mentiría.

- Dime que no es verdad Minalou - le rogó - dime que Adelaïde Paris si es mi madre. Por favor dímelo nana -

Al oírla su nana no pudo sostenerle la mirada, y mucho menos responderle. Eso alertó a Maia aún más de lo que ya lo estaba.

- Lilou, te exijo que me respondas - habló con la poca firmeza que le quedaba

- Pequeña, eso es algo que yo no tengo derecho a responderte - le dijo con pesar

Eso fue más que suficiente para ella, era verdad. Pero saber eso no le bastaba necesitaba una explicación, no quería seguir ignorante de algo así.

- ¡No me interesa si puedes o no, quiero que me digas todo ahora mismo! - ordenó impaciente

Su nana la miró por largos segundos y al notar su sufrimiento supo que era hora de decirle la verdad. Aún cuando no debía ser ella quien se la dijera.

- Esta bien, te lo diré todo - accedió - pero no aquí, ven conmigo -

Ambas caminaron hasta el centro del jardín dónde se encontraba una banca dónde muchas veces se sentaron por horas a conversar. Durante unos minutos ninguna dijo nada, cada una se mantuvo sumergida en sus propios pensamientos. Maia en la esperanza de que todo fuera mentira y su nana en cómo contarle la verdad.

- Hace unos 25 años llegó a la mansión una chica joven y hermosa de un largo cabello rubio - empezó a relatar - su nombre era Dianne Haris, era alguien inteligente y astuta, pero también ambiciosa. Constantemente se quejaba por la baja posición económica en la que se encontraba, pronto el señor Scott notó su belleza. En ese entonces él estaba recién casado y su esposa estaba embarazada de la niña Elisa -

- Pasó un par de años y de la nada Dianne fue despedida, no supimos nada de ella hasta después de un año, cuando regresó con una pequeña en brazos - dejó salir un suspiro nostálgico - en ese momento supimos que durante su estadía aquí Dianne había mantenido una relación en secreto con el señor Scott, quien al saber que estaba embarazada quiso obligarla a abortar y cuando ella no lo aceptó decidió despedirla, con la amenaza de que jamás debía volver -

- No lo entiendo nana esto no puede ser posible - seguía negándose - yo he visto las fotos dónde mamá... Adelaïde, estaba embarazada de mi, no puede ser que ahora resulte que no soy su hija -




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