Asalto al Corazón

Cuando se cambia de verdad

Las semanas fueron pasando y el Clan FireFriend estaba por más ocupado. Por un lado estaban los cuidados que debían de tener a la hora de llevar a cabo sus trabajos, ya que habían notado que alguien estaba detrás de ellos. Por ello estaban buscando la manera de salir de la ciudad lo más pronto posible, pero sin llamar la atención. En eso, Maia estaba siendo de mucha ayuda, ya que con sus contactos era ella quien les brindaba los medios y los nuevos datos que requerían. Ellos a su vez le demostraban su agradecimiento reuniendo todas las pruebas necesarias que mostraran la culpabilidad de la familia Paris sobre la muerte de su madre biológica, al igual que del resto de su familia.

Eso era lo que sin duda tenía en alerta a Maia y entre más descubría más se aterrorizaba de la clase de personas que la habían criado y lo peor para ella es que toda su vida había andado por el mismo camino que ellos. Pero estaba segura de que eso no seguiría así, solo necesitaba encontrar bases suficientes para poder hacerlos pagar por todos sus crímenes y así poder librarse de ellos. Eso era lo que en realidad más deseaba, ser libre, alejarse de ellos y poder estar con quienes en verdad valían la pena. Por ahora tenía que fingir que nada había pasado, para sus padres ella seguía siendo ignorante de su verdadero origen.

Eso se debía a que después de haber interrogado al abogado familiar, este le confesara que su abuelo había estipulado en su testamento que ella jamás debía saber quien era en verdad. Si alguien de su familia se lo llegaba a decir, automáticamente perdían todo lo que poseían y esto pasaba a manos de Maia. En un principio la Cobra no entendía el por que de esta decisión, pero después de mucho meditarlo supo que era la única forma que su abuelo encontró para protegerla. Él sabía que cuando ya no estuviera, su hijo, su nuera y su nieta mayor no dudaría en decirle todo a Maia, con la intención de sacarla de la familia, como siempre habían querido. Por eso les dejo clara esa advertencia, Maia siempre tenía que ser una Paris, al menos hasta que se casara.

No podía negar que estaba agradecida por el cariño y los cuidados que su abuelo le ha mostrado, aún después de muerto. Tal vez antes hubiera estado feliz con la noticia y no habría tardado nada en darla a conocer. Pero ahora su vida, su mente y su corazón estaban centrados en algo mucho más importante. El ser la única heredera de tremenda fortuna ya no era de su interés, ella solo quería ser amada por el hombre que le había robado el corazón. Y esa era la labor principal en la que ahora estaba centrada. Para su suerte no estaba sola, sus amigas Tessa y Felicíe la estaban apoyando.

Las chicas habían dejado claro que la idea no era que ella cambiará, sino que mejorara y eso era lo que estaba haciendo. Poco a poco empezaba a dejar su actitud ambiciosa, altanera y pretenciosa, para ser más humilde, amable, servicial, humana. Aunque su lado competitivo, decidido, impenetrable y hasta cierto punto orgulloso, seguía en ella. Después de todo eso era parte de su esencia y era lo mismo que la hacía meterse en la mente de Kader, hasta el punto de invadir cada fibra de su ser.

Mentiría si dijera que veía a Maia como una simple amiga y que solo buscaba de ella una amistad como la que tenía con el resto de las chicas del Clan. La verdad es que desde aquel beso en el que casi pierde todo su autocontrol, por segunda vez, no había dejado de desear que se volviera a repetir, pero los amigos no se besan y eso era lo que más lo frustraba. No entendía a qué se debía esa sensación, si cuando viajaron a Asia habían llegado más lejos, y ni por eso se sintió como si estuviera en plena desintoxicación al no poder besarla de la misma manera. Tal vez se debía a que ahora estaba más acostumbrado a saborear sus labios, o que esa primera vez no estaba en sus 5 sentidos, a diferencia de esta última ocasión.

Por desgracia ya no podía averiguarlo. Tantas veces que había deseado que esa relación ficticia de la que era parte se acabara y ahora que por fin sucedió no soportaba esa abstinencia. Y los cambios que Maia constantemente estaba mostrando no le ayudaban a controlarse. Ya desde antes había notado que la Cobra ya no era la misma, pero ahora eso era más obvio, todo en ella empezaba a ser distinto.

Es cierto que ante la sociedad y su familia seguía manteniendo sus estándares de fineza y poderío. Pero cuando estaba con ellos dejaba esa máscara y se convertía en quien era realmente. Su ropa dejaba de ser llamativa para ser más sencilla, su auto pasaba de ser un deportivo de último modelo a andar en taxi y las joyas, los lujos, y todas las ostentosidades tipicas de la gente rica pasaban a segundo plano. Simplemente dejaba de ser Maia Paris para convertirse en la Cobra del Clan. Y sí, eso le encantaba. Aunque no era capaz de aceptarlo. Kader era desconfiado por naturaleza y aunque estaba consciente de que Maia ya no era la misma chiquilla mimada que lo había amenazado y utilizado a su antojo y beneficio. Seguía manteniendo su actitud defensiva, como aquel ratoncillo que sale con recelo de su escondite, esperando a que la cobra lo ataque. Eso era lo que él esperaba, que cuando menos se lo imaginara Maia sacara las garras que parecía haber ocultado y lo destrozara sin piedad.

Pero al parecer él era el único que mantenía ese pensamiento, por que lo que era el resto de su familia, parecía que cada vez la adoraban más. Incluso Tessa, quien era la más recelosa con ella parecía que le había dado una oportunidad y ahora parecían las mejores amigas. Y ni qué decir de Felicíe, quien no desaprovechaba cada oportunidad que tuviera para darle sus típicos consejos, haciendo que su corazón se derritiera cada vez un poco más. Y una muestra de la repentina aceptación que todos mostraban hacia ella estaba lo que veía frente a sus ojos.

Acababa de llegar a la casa, después de haber terminado algunos asuntos, apenas había puesto un pie adentro cuando notó el desastre que había en todos lados, aún cuando no parecía haber nadie. Sin embargo el alto volumen de la música mostraba que si había personas ahí, fue por eso que caminó hasta el patio, donde encontró a todos corriendo, gritando y riendo. Eso no sería sorprendente si no estuvieran llenos de harina, huevo, chocolate, mantequilla e incluso chispas de colores. Parecía que estaban teniendo una guerra de comida y estaba seguro de que si no los detenía pronto estarían listos para ser metidos al horno.




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