Eran las tres de la mañana y alguien tocaba a la puerta. Kader no tardó en despertar, lentamente y con pistola en mano se dirigió a la puerta donde se encontró con una muy sonriente Maia, que lo miraba ansiosa, tierna y hasta nerviosa.
- ¿Qué haces aquí Cobra? - preguntó soñoliento
- Viene para llevarte a un lado - le respondió
- ¿Ahora? - cuestionó
- Si ahora, así que ve a vestirte que se nos hace tarde - ordenó mirando su pecho descubierto
- Maia, son las 3 de la mañana, ¿A dónde podríamos ir a esta hora? Además no creo... -
Iba a decir algo más, pero sus palabras fueron calladas con el beso que inesperadamente la Cobra le dio.
- Dame 15 minutos - le dijo cuando se alejó un poco
- Tienes 10 - respondió ella
5 minutos después Kader ya estaba en el auto de Maia dirigiéndose a quien sabe donde. Pasaron largas horas entre conversaciones, música y risas. Kader no tenía ni idea de a donde se dirigían, había preguntado incontable de veces, pero Maia nada que le respondía. 5 horas después llegaron a su primera parada, con todas las dudas del mundo, Kader bajó del auto junto con Maia, quien lo tomó de la mano para poder guiarlo.
- Me parece que es un buen momento para desayunar - dijo la Cobra al estar dentro de una plaza - ¿Que te parece ahí? -
Kader casi se ahoga con su propia saliva al ver que el lugar que le señalaba era un puesto callejero de Hot dogs. Él ya había comido en lugares así, pero estaba seguro de que Maia jamás se había parado siquiera algo cerca de ese tipo de lugar.
- ¿Estás segura? - preguntó dudoso
- Si, por que no - le restó importancia - nunca he comido en ese tipo de lugares, pero creo que siempre hay una primera vez -
Dicho eso, se acercaron al lugar y pidieron sus órdenes. Mientras comían iban conociendo el lugar, sin prisas ni reservas. Curiosamente para Kader le parecía familiar el lugar, pero no era capaz de recordar de donde. Hasta que pasaron cerca de unos juegos para niños que inmediatamente reconoció. Y como no hacerlo, si era en esos mismos juegos en los que de niño recorría esperando encontrar a alguna pareja que estuviera buscando a un niño castaño de ojos marrones. Era ahí donde esperaba encontrar a sus padres. Maia noto como su semblante alegre cambió a uno sombrío y nostálgico, por eso supo que era el momento de hacer la siguiente parada.
- Vamos, hay otro lugar al que debemos ir - lo llevó con ella
Esta vez en silencio, se dirigieron a otro lugar. Cada uno estaba perdido en sus propios pensamientos, Kader recordando cómo fue su vida de niño y Maia rogando que lo que estaba por hacer no resultará contraproducente. Pronto llegaron al lugar planeado y al verlo Kader se heló por completo, decir que no deseaba entrar ahí era poco, pero Maia le insistió con solo mirarlo. No podía negar que le era difícil negarse a esa mirada, por lo que tragándose el miedo, la incomodidad y el mal sentimiento atravesó aquellas rejas que en la parte alta decían Cementerio.
Aún con las manos entrelazadas y sin mediar palabra, caminaron por largos y estrechos caminos, mientras miraban las lápidas que enmarcaban los nombres de tantas personas que se habían ido de diferentes maneras. De pronto se detuvieron debajo de un árbol y con nerviosismo, Maia se giró para encontrarse con su mirada.
- Sé que estar aquí debe ser difícil para ti y creeme que avivar malos recuerdos y cuadrar dolor es lo último que quiero, pero en este tiempo que he estado con ustedes he aprendido lo importante que es cerrar los ciclos que tanto nos lastiman, para poder abrir aquellos que nos harán felices - le dijo compasiva - por eso te he traído aquí. Es momento que cierres aquel capítulo que tanto daño te ha hecho a lo largo de tu vida -
Con esas palabras se acercó a las dos tumbas que estaban bajo el árbol. En ellas estaba una lápida que las unía y tenía la leyenda "Franco Le Roux y Annahela Collin, hijos, hermanos y padres que se fueron sin decir adiós. Siempre los recordaremos, al igual que al fruto de su amor"
Esas palabras calaron en el corazón de Kader, hace ya 20 años que había perdido toda esperanza de volver a ver a sus padres. Tiempo en el que intento seguir con su vida y olvidar todo lo que tuviera que ver con ellos. Su abandono, su ausencia y posteriormente su muerte, de la cual no supo hasta que Maia se lo hizo saber. Ahora estaba ahí, en su ciudad natal, frente a las tumbas de sus padres.
¿Qué hacía allí? ¿Por que Maia lo había llevado? ¿Cómo se suponía que debía de actuar? Esas eran unas cuantas de las preguntas que ahora lo mortificaban. Y aunque él no estaba seguro de la respuesta, Maia si que lo estaba. Tal vez Kader nunca lo haya dicho, pero lo conocía lo suficiente como para saber que una parte de él necesitaba a su familia. Pero a la de sangre y no tanto para suplir a la que ya tenía, porque eso claramente jamás pasaría, pero si para conocer más de él mismo, de su pasado, los suyos y el porqué no lo dejaron crecer a su lado. Todo eso ella lo sabía, pero no era lo mismo decirlo que verlo por él mismo.
- Sé que no pueden verme y tampoco escucharme - empezó a hablar Maia - pero si estuvieran aquí créanme que estarían muy orgullosos al ver al gran hombre en el que su hijo se ha convertido y yo podría darles las gracias. Pues fueron sus actos los que permitieron que yo tuviera la oportunidad de conocerlo. No quiero imaginar lo difícil que fue para ustedes el hacer lo que hicieron y lamento mucho el que no tuvieran la oportunidad de cambiar las cosas, arreglarlas o por lo menos de darle una razón del por qué actuaron de esa manera -
- Pero no se preocupen, que Kader no los odia ni les tiene rencor - miró a su Caramelo con ternura - y eso que no conoce todos los detalles, aunque en realidad no lo necesita. Su hijo es un hombre tan maravilloso que sin importar el daño que lo aqueje siempre podrá salir adelante. Sin temores, ni rencores. Simplemente mira adelante y vive lo mejor que puede, dejándose guiar por sus propios principios y las normas que le dicta su conciencia. En pocas palabras es el mejor hombre que he conocido en mi vida, un Caramelo amargo del que cualquiera podría enamorarse -