Asalto al Corazón

La sangre llama

Pronto llegaron a las afueras de la ciudad, donde había una casa humilde, pero amplia y con un terreno increíblemente espacioso. Maia se estacionó en la entrada y junto a Kader se acercaron a la puerta. El camino a ella era un poco largo, por lo que Maia tuvo tiempo para pensar en lo que estaba haciendo y saber que era necesario dar un pequeño preludio para preparar el terreno. Por esa razón se detuvo a unos pasos de la puerta y se giró para mirar a Kader a los ojos.

- Sé que la forma en la que nos conocimos no fue la mejor y que a lo largo de estos meses he hecho cosas que les han afectado - jugó con sus dedos nerviosa - pero quiero que sepas que me arrepiento. Lamento haberte metido en mis absurdos caprichos, lamento haber usado a tu familia para ello y también lamento haberte mentido. No sé lo que vaya a pasar después de esto, pero debes saber que si antes no lo dijo es por que estúpidamente creí que podría usarlo para chantajearte después. Ahora sé que fue un error y busco remediarlo, solo espero que puedas perdonarme -

- Cobra, no entiendo nada de lo que me estás diciendo - le dijo confundido

- Toca esa puerta y lo sabrás - le aclaró haciéndose a un lado

Aún con la duda latente se acercó a la entrada y tocó levemente. Segundos después la puerta fue abierta, dejando ver a una mujer mayor con las canas mostrándose como plateados rayos sobre su cabello negro y unos lentes gruesos ocultando sus ojos castaños. La mujer, al ver quien tocó la puerta dejó salir un chillido de sorpresa y de inmediato sus ojos se humedecieron. Kader pudo notar que la anciana se tambaleaba y temiendo que fuera a caer la sujetó acercandola él.

- ¡Dios mío, eres tú, estás aquí, has vuelto, VOLVISTE! - en un principio su voz era apenas un susurro pero poco a poco el volumen aumentó hasta ser un grito de alegría

- Disculpe señora, pero creo que me está confundiendo - le dijo incómodo

Sin embargo, la mujer ni siquiera escuchó sus palabras.

- ¡¡SEB... Seb, está aquí!! - gritó adentrándose a la casa y jalando a Kader con ella - ¡Seb cariño tienes que verlo, es todo un hombre y se parece tanto a ella! -

Los pasos acelerados por las escaleras interrumpieron sus llamadas.

- Por dios mujer que son todos esos gritos - la reprendió el hombre a mitad de los escalones

- Es él, volvió, te dije que algún día lo volveríamos a ver - le decía su esposa con emoción

- ¿De quién hablas, quién volvió? - cuestionaba acercándose a la sala

Al estar cerca de la entrada se encontró con la joven pareja. Apenas vio a Kader y su rostro se puso pálido y al igual que con la mujer, sus ojos verdes se cristalizaron.

- No puede ser - susurró incrédulo - eres igual a ella -

 

"¿Ella?" _ se preguntó incómodo

 

Esa era la segunda vez en menos de 2 minutos que le decían que se parecía a alguien, a una mujer específicamente. Pero Kader no tenía ni idea de a quién se referían y si antes estaba confundido, ahora más.

- Disculpen señores pero creo que me están confundiendo - repito sus palabras

- Eso es imposible - sonrió el hombre - nosotros jamás te confundiriamos... Kader -

Ok, eso ya se estaba tornando raro. Una cosa era que lo tratarán como si lo conocieran de toda la vida y otra muy diferente que en verdad lo conocieran, cuando él jamás los había visto. Maia notó su incomodidad y confusión, por lo que dejó a un lado sus nervios y se atrevió a decir aquello que llevaba meses ocultando.

- Caramelo - lo tomó de la mano - te presento a los señores Seb y Zara Collins -

Tragó con fuerza para seguir hablando.

- Son padres de Anahela Collins... tú madre - finalizó en un susurro

- ¿Mi madre... era, su hija? - preguntó incrédulo

- Si mi niño - le dijo Zara con lágrimas en los ojos - somos tus abuelos -

Abuelos. Esa simple palabra hizo que todo el mundo alrededor de Kader se tambaleara. Llevaba 27 años convenciendose de que no tenía familia, que aquellos que portaban su misma sangre jamás lo habían querido. Y ahora, en un solo día, no sólo había visitado las tumbas de sus padres, sino que también estaba frente a sus abuelos. Los mismos que lograron reconocerlo en segundos, aún después de no haberlo visto literalmente en 27 años y quienes lo miraban con una adoración descomunal. Decir que estaba sorprendido era poco, ni siquiera creía que eso fuera real, solo esperaba abrir los ojos en cualquier momento para saber que eso era un sueño. Pero eso no pasó, estaba frente a su familia, o al menos una parte de ella.

Todos notaron su reacción, incluso temían que fuera a desmayarse. En un intento de hacerlo reaccionar, Seb tomó un marco que reposaba en la mesa de la sala y se la entregó con manos temblorosas. En este Kader pudo ver la foto de una pareja increíblemente joven, el hombre se notaba alto, con cabello rubio oscuro y ojos miel. Tenía una sonrisa llena de orgullo y plenitud, a pesar de la corta edad que mostraba. En el caso de la mujer se le veía cansada, pero inmensamente feliz, su cabello enmarañado era castaño claro al igual que sus ojos, que combinaban a la perfección con su piel bronceada. Lo que más le sorprendió fue que se le hacía demasiado familiar y no porque la haya conocido, sino porque su rostro, sus ojos, su sonrisa y cada uno de sus rasgos los veía todos los días frente al espejo.

No necesitaba ser adivino para saber que esa jovencita era su madre y eso lo confirmó al ver al recién nacido que con emoción cargaba en sus brazos. Eso era lo que más confundido lo tenía. Se suponía que sus padres lo habían abandonado y según Maia eran una especie de drogadictos. Pero esa joven pareja no parecía tener ese tipo de adicción y contrario a lo que siempre imaginó, ninguno mostraba algún tipo de desagrado hacia él. Todo lo contrario, parecían amarlo lo suficiente como para que eso se notará en una simple fotografía antigua.




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