5 años después…
Kader se encontraba en el cementerio, observando un par de lápidas, que si hubiera estado en sus manos, jamás habría permitido que tuvieran grabados esos nombres. Ya se había vuelto una costumbre en él visitar ese lugar cada cierto tiempo. Sabía que nadie ahí estaba consciente de su presencia, pero en cierta forma era su manera de demostrarse a él mismo que sus recuerdos aún vivían dentro de él.
No podía negar que le dolía estar ahí, pero al mismo tiempo le brindaba calma, pues recordaba que nunca había estado solo. En su vida siempre hubo quien le tendiera una mano, le diera su cariño y lo hiciera parte de su familia. Y aunque a veces algunos de ellos se iban, siempre llegaba alguien más a ocupar el lugar que habían dejado vacío. Sin prisas limpió las lápidas, puso flores nuevas en agua limpia y se sentó en el pasto frente a ambas.
- Gracias. No recuerdo si alguna vez les dije en voz alta cuánto agradezco todo lo que hicieron por mí, pero siempre aprecié de corazón cada detalle - les habló para desahogarse - a veces pienso que debí hacer más por ustedes, que pude haber hecho algo para que no terminaran de esta manera. Pero la verdad es que de nada vale lamentarse ahora y aunque sé que ya no puedo hacer nada para cambiar las cosas, cada día encuentro una manera diferente para ser quien ustedes esperaban de mí y para hacer por otros lo que ustedes hacían conmigo -
- Eso siempre me pasa con ella, cada vez que veo sus ojos, cuando escucho su risa, conforme la veo crecer. En esos momentos me siento enormemente agradecido con ustedes por haberla dejado en mi vida, sé que si la vieran ahora estarían muy orgulloso, tanto como yo lo estoy - se pone de pie con una sonrisa - deben saber que tiene mucho de ambos y que mientras ella esté a nuestro lado nunca nadie podrá olvidarlos. Sin duda es el mejor regalo que nos pudieron haber dado -
Dicho eso, se da media vuelta y camina hacia la salida. Después de unos minutos llega a su casa, apenas traspasa la puerta puede oír el repique de las teclas del piano. Con una sonrisa se acerca hasta el salón y se recarga en el muro observando atentamente la escena. Tres de las personas más importantes en su vida se encuentran ahí, practicando sus canciones favoritas entre juegos y risas.
- ¿Ya terminaste de escanearme? - Kader se sorprende al oírla decir eso, pues creía que no lo habían visto llegar
- No, y creo que nunca podré - respondió de mientras se acerca
Al escucharlo la música deja de sonar y todos se acercan a saludarlo con efusividad.
- Tío Kad, ¿Me oíste, oíste cómo toqué? - le pregunta Colette
- Por supuesto que te oí, cada vez lo haces mejor - la encomia orgulloso
Colette era la que tocaba el piano, para ella también había sido difícil pasar por todos esos sufrimientos. Crecer sin un padre, ver morir a su madre, sentirse culpable cada vez que pensaba en ello y otras cosas más que le aquejaban. Pero después de tantos años ya había aprendido a vivir con todo ello y poco a poco lo iba superando. Ahora era una jovencita de 12 años, su intelecto y astucia se mostraba en sus estudios y entrenamientos, todos sabían que podría llegar a ser una gran líder como su padre, aunque por otro lado la personalidad apacible, cariñosa y noble de su madre la hacía fácil de querer.
Junto a ella llegó Maia, quien traía a rastras a su hijo.
- ¿Qué hizo ahora? - le preguntó, sabiendo que su hijo había hecho una de las suyas
- Porque no se lo preguntas a él - le dijo a la vez que que se lo entregaba en los brazos
- ¿Dime con que te mandaste está vez campeón? - le preguntó con algo de temor
- Eh-esque papá siempre llega triste cuando va a ver a sus amigos que ya no están - por alguna razón le gustaba hablar en tercera persona - y Franco le hizo esto para que no esté tan triste -
Con las mejillas sonrojada le entregó unas hojas de papel llenas de pinturas de colores. Para la imaginación del niño eran el vivo retrato de su familia, aunque los demás solo podían ver un montón de garabatos.
- Gracias hijo - le dio un beso en la frente - a mi me parece un lindo detalle, no veo cual es el problema -
- Dales la vuelta - fue lo único que le dijo Maia
Al hacerlo se percató que eran los documentos oficiales de un importante contrato, el cual tenía que ser firmado esa misma semana. Ahora ya entendía la molestia de su esposa.
- Bueno, la intención es lo que cuenta - fue lo único que se le ocurrió decir para no perder el control
- Claro, deberías ver tu oficina - le dijo con sorna
Si los conocimientos sobre su hijo eran correctos, lo más seguro era que debía mandar a pintar la oficina, otra vez. Pero ya después se ocuparía de eso. Lo más importante en ese momento era disfrutar de la compañía de su esposa y de sus dos hijos… y medio. Porque sí, muchas cosas habían pasado estos últimos años.
Aún recuerda la preocupación que sintió al despertar en él hospital y no verla a su lado, aún más cuando el doctor le dijo que Maia había caído en shock y nadie sabía cuándo despertaría. Fueron días oscuros e inquietantes, sobre todo cuando, después de un mes, el doctor lo llamó y le dio una noticia que ninguno se imaginaba. Maia estaba embarazada. No necesitaba preguntarse cómo había pasado, el momento exacto lo recordaba muy bien. El problema radicaba en que si no despertaba pronto el desarrollo del bebé se vería afectado.